MARCHA ATRÁS

Las nocturnas no se cierran

La ministra de Educación debió derogar la resolución que cerraba progresivamente 14 escuelas comerciales nocturnas, que primero defendió y luego desconoció en un video que faltaba a la verdad.

Werner Pertot


Y bueno. No todas las gana el macrismo. El Gobierno de la Ciudad debió anunciar una nueva marcha atrás, en este caso, con el cierre de escuelas nocturnas que había lanzado a fines del año pasado y que, como dijimos por acá, era una medida tan innecesaria como conflictiva. De hecho, había llevado a la comunidad educativa a seguir movilizada durante enero y amenazaba con cargarse el comienzo de clases 2019. La medida que finalmente debieron tomar -anular la resolución en cuestión-  es una dura derrota política para Soledad Acuña, la ministra de Educación que también suena como posible compañera de fórmula del jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.

El Gobierno porteño viene enfrentando problemas internos y externos. Entre los externos se podrían contar las presiones del Gobierno nacional –recordemos: del mismo espacio político- para que se alineen con la política de seguridad de Patricia Bullrich, algo que ya consiguieron, y para que unifique las elecciones porteñas con las nacionales, en lo que también Larreta terminó cediendo. Quizás será motivo de otra columna, pero ese último hecho cambia la historia de la autonomía de la Ciudad, que desde 1996 nunca votó junto con las presidenciales. Larreta es el primer jefe de Gobierno que cede esto ante el Ejecutivo nacional.

Pero volvamos a la cuestión de las nocturnas. La decisión de cerrarlas fue informada a las directoras a fin de año, de forma unilateral, inconsulta y argumentando que los planes de estudio estaban desactualizados. Esto no solo movilizó a estudiantes, docentes, gremios en contra de la iniciativa sino que generó un fuerte rechazo en importantes sectores sociales para los que la idea de cerrar una escuela sigue siendo algo que está mal. Todavía el discurso macrista no permeó tanto en el sentido común como para que se festeje el cierre de una escuela pública, más allá de los torpes intentos de los trolls por mostrar el “apoyo popular en Twitter” de todo lo que hace Cambiemos. Esto, evidentemente, les debe haber aparecido en el focus group a los muchachos de Parque Patricios.

Además, la movida de hacerlo a fin de año para desmovilizar no dio resultado: pese a estar en pleno receso escolar, los sectores en contra ganaron en fuerza, en creatividad, se mostraron en los medios, iniciaron inscripciones en papel para reemplazar la online, señalaron que no comenzarían las clases en ninguna escuela sin no se rehabilitaban las nocturnas, contaron historias de quienes cursan y cómo les sirvió. Una fuerza de lucha que va contra la narrativa macrista de que los docentes son unos vagos que tienen tres meses de vacaciones.

No colaboró tampoco la estrategia comunicacional del Gobierno porteño. La ministra de Educación pasó por varias etapas. En la primera, salió a reconocer que se cerraban las nocturnas y a justificarlo. Se trenzó, por ejemplo, en una discusión con el periodista Nelson Castro en la que ella afirmó  que había docentes que cobraban por no dar clase y que el problema era el bajo egreso de las nocturnas comerciales. El periodista la obligó a reconocer que nunca estuvo frente a un aula –más allá de que se puede discutir si es necesario esto para pensar políticas educativas- y le bajó línea en contra de lo que estaban haciendo. Una derrota comunicacional ante sus votantes.

Luego vino una segunda estrategia, que fue negar los hechos. La ministra apareció en un video diciendo que no cerraban ninguna escuela. El video circuló por las redes de ella, del ministerio, pero también llegó a cuentas de correo, por SMS y por Whatsapp. Hace una semana, pregunté en el Ministerio de Educación qué base de datos usaron para distribuir ese mensaje. Lejos del paradigma de la transparencia que pregonan, desde el macrismo decidieron no responderme esta consulta periodística.

Esa campaña fue contrarrestada por otros videos que mostraban como la funcionaria primero afirmó lo que ahora negaba, y como había rectoras de escuelas, estudiantes y una resolución firmada por ella que destrozaban ese intento de posverdad y Fake News explícito por parte de un Estado. No hay –ni creo que vaya a haber- una autocrítica de parte de las autoridades que salieron a desinformar a la población. Mauricio Macri seguirá diciendo que son un Gobierno que se maneja con la verdad. Así han funcionado hasta ahora, ¿para qué cambiar?

Finalmente, la semana pasada, vino la verdadera marcha atrás: una resolución que anuló  la norma de Acuña y que llamó a los distintos sectores a un diálogo para elaborar políticas hacia 2020. Es decir, lo que tendrían que haber hecho en un primer momento: consultar a los sectores involucrados y elaborar políticas con ellos y no contra ellos. Es sorprendente lo que le viene costando dialogar a un Gobierno que no para de hablar del diálogo y el consenso.

Hay sectores del Gobierno que buscan cargar toda la responsabilidad de lo ocurrido sobre la ministra de Educación. “Se cortó sola”, dicen. Dos cuestiones sobre esto: si se cortó sola, habla muy mal de la capacidad de conducción de Larreta y le tendría que pedir ya mismo la renuncia. Si, como es más probable, el jefe de Gobierno sabía, entonces es corresponsable de esta derrota política que sufrieron ambos. Los intentos de excluir de esto a Larreta van en contra de esta doble lógica.

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