OPINIÓN

¿Una mujer sin techo quemada viva no merece nuestra atención?

Una persona que vivía en situación de calle fue quemada viva la semana pasada. No hay datos sobre quién era y la noticia parece haber pasado sin más.

Werner Pertot


¿Quién podrá decir quién fue, si tendrá personas que la extrañen ahora que ya no está, si tuvo una vida, deseos? ¿Quién nos puede decir, aunque sea, su nombre? Una mujer que estaba en situación de calle murió quemada mientras dormía en el bajo autopista de Virrey Ceballos entre San Juan y Cochabamba. Se trata de una noticia que parece haber pasado de largo entre las discusiones sobre si se extenderá o no la cuarentena, los dimes y diretes entre Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, y mil y una historias más. Pero sería bueno no dejarla pasar así como así: se sospecha que fue asesinada, quemada viva junto con sus pocas pertenencias. Esto nos habla de un grado de deshumanización extremo que implica deshacerse de las personas en situación de calle como si fueran basura. O menos que eso, porque en la Ciudad la basura se pelea por el negocio que conlleva. La pandemia volvió a poner la discusión sobre las personas en situación de calle sobre la mesa, varias legisladoras –entre ellas, Laura Velasco- vienen planteando la discusión tanto en la Legislatura porteña como en tribunales. Pero nada parece alcanzar.

No sólo no se sabe quién era: hubo que esperar a la autopsia para conocer que los restos carbonizados que se encontraron habían sido alguna vez una mujer. No hubo forma de identificarla. La fiscal Romina Monteleone quedó a cargo de investigar su muerte, que fue caratulada como “dudosa”, un eufemismo para decir que se sospecha que no se trató de un accidente sin más. Un testigo llamó a la policía el 4 de julio a las 23.30 y avisó que había un fuego prendido. Llegó la Policía de la Ciudad y llamó a los bomberos, que apagaron el incendio. Luego detectaron el cuerpo. Se la llevaron y solo quedó una mancha negra en la pared para atestiguar lo que había ocurrido. ¿Se investigará la posibilidad de que alguien la haya rociado con combustible y prendido fuego? ¿Se investigará ese crimen de odio?

Las organizaciones barriales fueron las que lo denunciaron y comenzaron a hablar de un asesinato. La primera fue la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle, que se comunicó con la legisladora Lorena Pokoik y le informaron que se había visto a un hombre de campera azul y ropa deportiva que se alejaba caminando cuando comenzó el fuego. La diputada porteña fue de las primeras en dar cuenta del hecho:



“Estoy consternada”, escribió ella. “Le pedimos al gobierno CABA que actúe rápidamente y que despliegue un fuerte operativo en toda la Ciudad”, planteó. A uno le gustaría contar a continuación lo siguiente: toda la clase política salió a repudiar el hecho, con las autoridades porteñas a la cabeza, se revisaron las cámaras para encontrar el auto, se lo identificó por la patente, se encontró al asesino de esa mujer en forma exprés. También que se implementaron mayores medidas para asistir a la población que duerme todas las noches en la calle. Por supuesto que nada de eso ocurrió: la persona muerta estaba en situación de calle. Lo que significa que su caso seguramente haya caído en una pila de expedientes que seguirá con procedimientos rituales del Poder Judicial para decir que se investiga cuando no se está investigando nada (perdón por la poca esperanza, pero esto ya lo vimos demasiadas veces; ojalá la fiscal pruebe que me equivoco).

La legisladora Laura Velasco –que viene siguiendo el tema y reclamando por las personas en situación de calles- recordó que, si bien la atrocidad escala en este caso, no es la primera muerte de una persona en situación de calle en el aislamiento: el 30 de mayo murió Agustín Lara, de 16 años, cuando le cayó un pedazo de mampostería encima. El 7 de junio murió Leonardo Macrino luego de ser desalojado. Siguió Sergio, encontrado muerto en México y Sánchez de Loria. El 27 de junio se sumó Dimitri, una persona de origen serbio. El 3 de julio Bernardo Micieli, también desalojado.

Se trata de una cadena de muertes por desprotección, a la que se suma este crimen de odio, que ni siquiera es el primero. En mayo del año pasado, un hombre quemó a dos jóvenes indigentes en la General Paz. El hombre en ese caso sí fue identificado –filmó el asesinato y lo difundió- como Jorge Calabró y fue detenido.

Mientras tanto, en la Ciudad sigue la discusión sobre la desprotección de las personas en situación de calle y la responsabilidad del Gobierno porteño. Hace unos días, el juez Guillermo Scheibler declaró incumplida una cautelar que promovió Laura Velasco en la que, precisamente, se planteaba la protección de las personas en situación de calle. En ese caso, tenía que ver con los protocolos para el COVID-19. El juez tuvo que volver a insistir con una batería de medidas porque en el Gobierno porteño hicieron caso omiso al fallo.

Todo esto deja algunas preguntas: ¿qué tiene que pasar para que las autoridades porteñas –y la sociedad en general- se tome en serio la situación de las personas que viven en la calle? ¿Y qué dice de nosotros que dejemos morir a otras personas de esta manera?

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