OPINIÓN

Un caos bien organizado

El desastre de la vacunación en el Luna Park y en San Lorenzo generó críticas, pedidos de interpelación, causas judiciales, pero ninguna renuncia en el Gobierno porteño.

Werner Pertot
 


¿Fue solo inoperancia? El operativo del martes pasado mostró al Gobierno porteño como un artista del desastre: montones de adultos mayores (más de 80 años, híper grupo de riesgo), esperando en filas larguísimas, por horas, bajo el sol abrazador, algunas de ellas o ellos con bastones o andadores, sin una silla, sin agua, sin un operativo del SAME, con personas desmayándose o descomponiéndose, para luego terminar amontonados en la entrada y la salida del Luna Park para recibir la vacuna contra el COVID. Quienes tengan una prepaga, según dispuso Horacio Rodríguez Larreta, no tendrán que pasar por ese calvario. La semana pasada nos preguntábamos qué pasaba con la vacunación en la Ciudad y por qué ocurren estas cosas. Hoy tenemos una primera posible respuesta: de manera brutal, la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, reclamó que la vacuna la paguen los que la puedan pagar y el resto, que reciban un subsidio del Estado. O, podríamos agregar, hagan largas colas bajo el sol. ¿Será esa la causa del desmanejo? ¿Una voluntad privatizadora?

Lo que ocurrió la semana pasada no fue un rayo en un día claro: hubo varios antecedentes que permiten ubicar lo que iba a ocurrir en una historia un poco más larga. Repasemos: primero, decidieron no abrir el registro para vacunarse en la Ciudad de Buenos Aires a la par que la provincia de Buenos Aires iba anotando y anotando. Eso llevó a que la oposición porteña -de la mano de la legisladora Laura Velasco- llegara a presentar un proyecto de ley para crear un registro voluntario. Mientras en el territorio bonaerense llevaban un millón de anotados, en la Ciudad seguían sin abrir el registro, y no admitían que esto podía llevar a problemas de organización cuando tuvieran que aplicar las vacunas. Tampoco explicaban por qué no lo abrían. Era rarísimo.

La actitud general era refractaria hacia la campaña: hacían silencio, no promovían la vacunación (Larreta ordenó que nadie entre los funcionarios se vacunara; lo que ahora presentan como un gesto ético fue restarle el cuerpo a promover la vacunación). Y no abrían la inscripción, con la excusa de que todavía no estaban las dosis para aplicar.

Es de sentido común: nada les impedía abrirla antes, ir anotando y ordenando a la población para que recibieran la vacuna cuando ya estuviera. Es lo que hizo el Gobierno bonaerense, sin ir muy lejos. Pero en Ciudad no lo hicieron.

Finalmente abrieron la inscripción el último día posible: el viernes 19 de febrero, pero solo para mayores de 80 años. Aún así, la página web y el 147 colapsaron. Lograron su turno quienes tenían una robusta conexión de Internet y el tiempo suficiente para pasar toda una tarde actualizando la página cada dos minutos, en busca del turno deseado. El resto, quedaron en lista de espera: son unas 50 mil personas.

Comenzaron a vacunar el 22 de febrero y, aunque en menor medida que lo que ocurrió este martes, se vieron largas filas y aglomeraciones. En el medio, Quirós reclamó más vacunas para la Ciudad y se jactó de la organización porteña y de la velocidad con la que podían vacunar. Los números concretos, no obstante, no acompañaban sus dichos: la Ciudad viene vacunando lento, en todos los frentes. Por solo tomar un ejemplo: en los geriátricos, vacunaron recién a un tercio de la población.

Y la organización brilló por su ausencia en el operativo de la semana pasada. De hecho, cuando se suponía que todo estaba solucionado, el viernes se volvieron a registrar colas de hasta dos horas en el Club Atlanta, donde se vacunan docentes. Los hicieron ir a las 7.45 pero recién empezaron a vacunar a las 10.

Como consecuencia del desastre, Quirós recibió muchas críticas y pedidos de renuncia (aclaró que no va a renunciar, como sí debió hacerlo Alejandro Vanoli cuando estaba al frente de la ANSES y se vio una escena de este tipo en los bancos en plena cuarentena). También recibió un pedido de interpelación del bloque del Frente de Todos, que el larretismo rápidamente bloqueó (si bien están negociando que concurra a la comisión de Salud). Y una denuncia judicial que presentó la dirigente del MST Cele Fierro. Dato: cayó en el juzgado de Andrés Gallardo.

La explicación que dio el ministro, más que una disculpa, fue responsabilizar a los y las adultas mayores por haber ido con acompañantes. Parece que nadie en el Gobierno porteño podía prever que las personas mayores de 80, muchas de ellas con problemas de movilidad, iban a ir acompañadas. Sorprendente. ¿O lo hacen mal a propósito? ¿Hay un objetivo detrás de tanto caos organizado?

El bastardeo del sistema público de vacunación –a la par que habilitaron una ventanilla privada en la Ciudad- no debería dejar de levantar alguna que otra sospecha. Yo no suelo ser muy amigo de las teorías de la conspiración. Pero no puedo dejar de escuchar lo que dijo Bullrich. El sincericidio de la presidenta del PRO tal vez sea una clave explicativa, tal vez no. Repasemos lo que dijo: “Dejemos que los privados compren vacunas, que las farmacias compren vacunas, que las provincias compren vacunas y hagamos una vacunación no tan soviética y centralizada que al final lleva a un manejo de la vacuna así como quieren. Si todos compraran vacunas y pudiéramos tener todo tipo de vacunas, si la gente pagase la vacuna”. ¿No es ese el sueño PRO? ¿Qué se vacunen primero los que tengan plata? ¿No suena similar a “que se mueran los que se tengan que morir”? ¿Y el resto a la cola del hospital público a ser maltratados?

Bullrich aclaró que estaría dispuesta a considerar algún tipo de subsidio: "Que la paguen los que pueden. Y los que no tendrían un subsidio del Estado”. Es interesante que alguien del PRO finalmente lo haya dicho: lo que no soportan es el Estado organizando la vacunación (como en, ejem, todo el planeta).  Queda claro que hay quienes quieren un esquema privatizado que sume un nuevo negocio sobre el negocio que ya están haciendo los laboratorios a nivel mundial. Mientras se discute en muchos países si no deberían liberarse las patentes para que se produzcan las vacunas masivamente y se termine la pandemia, las ideas que animan a quienes gobiernan en la Ciudad y a sus aliados son de más privatización. Y mientras tanto el sistema de vacunación público viene muy mal organizado. Cualquier conspiración cierra.

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