OPINIÓN

¿En qué fase de la cuarentena estábamos?

Larreta dio marcha atrás con algunas de las reaperturas de negocios y fortaleció controles, luego de una tensión con la provincia de Buenos Aires y algunas discusiones internas. Después de casi una semana, se acordaron de Ramona.

Werner Pertot


Las tensiones con el gobernador Axel Kicillof, con el presidente Alberto Fernández jugando de árbitro, pueden no haber sido lo único que forzó a Horacio Rodríguez Larreta a dar una marcha atrás parcial con la reapertura de actividades no esenciales que había lanzado hace poco. Lo cierto es que también tenía una importante cantidad de discusiones dentro de su propio gabinete, con un sector que tiene como cabeza al ministro de Salud, Fernán Quiros, planteando que había que volver a restringir. Nunca sabés si fueron las presiones externas, las internas o una combinación de ambas, pero lo cierto es que el jefe de Gobierno optó por comenzar una nueva fase restrictiva de la cuarentena porteña. En tanto, casi una semana después de la muerte de Ramona Medina, Larreta recibió a los referentes de La Poderosa y un funcionario de primera línea se dignó a hablar del tema y lamentar su fallecimiento. Lo que no quiere decir que la situación en las villas esté por cambiar.

Tras el anuncio que hizo el presidente Fernández, con Larreta y Kicillof nuevamente a sus flancos, la conferencia de prensa del jefe del Gobierno del domingo confirmó que se habían caído a pedazos sus planes de seguir con la cuarentena más o menos en las mismas condiciones que hasta ahora. Si bien no fue forzado a una marcha atrás completa, sí debió elaborar un nuevo esquema por el cual los lugares donde se detectaron mayores aglomeraciones tendrán un retroceso en materia de negocios no esenciales abiertos. También volvió a endurecer los controles para ingresar a la provincia de Buenos Aires, cerrar estaciones de trenes y en líneas generales volver a plantear que el transporte público será únicamente para aquellos trabajadores y trabajadoras de servicios esenciales. Si tiene cuatro patas, cola y ladra, es una marcha atrás.

En términos del juego político nacional (limitadísimo por la pandemia, aclaremos), está claro que Larreta sufrió la presión constante de Kicillof y sus funcionarios, que insistieron una y otra vez sobre la irresponsabilidad que implicaba empezar a abrir sectores de la actividad cuando nos acercamos al pico de contagios. Las reuniones entre el gobernador bonaerense y el jefe de Gobierno, con el presidente jugando de mediador, sirvieron para encontrar esta solución de compromiso, que no es la que Larreta pensaba al comienzo de la semana pasada.

El jefe de Gobierno se dejó llevar por un sector de su gabinete que viene machacando con el problema económico que implica mantener todo parado. Es una realidad que la pandemia golpea dos veces, en la salud de la población y en la economía. No vamos a descubrir nada. Ahora bien, Juntos por el Cambio tiene un sector liberal, con Mauricio Macri a la cabeza, que preferiría una cuarentena mucho más light. Sin llegar a eso, Larreta tiene en su gabinete, sí, funcionarios que le recomendaban empezar a abrir las actividades y le señalaban la recaudación de su gobierno que viene en caída. A ellos escuchó a la hora de la reapertura.

A la presión combinada de Kicillof y la Nación, esta semana se le sumó el sector de Quirós, más propenso a las restricciones y a priorizar lo sanitario. Sea cual sea la combinación de factores, se puede leer en el zigzag que hizo el Gobierno de Larreta entre restringir y volver a abrir las distintas vertientes que vienen empujando las decisiones políticas del Gobierno porteño.

A esto se sumó la discusión por las villas y especialmente por la 31, que tiene a su cargo el funcionario Diego Fernández. Tras la muerte de Ramona Medina, desde el Gobierno de Larreta solo salieron segundas líneas y para enfatizar que Ramona tenía condiciones que la hacían entrar en los grupos de riesgo y que se atendió en un hospital privado. Nada tuvieron para decir sobre los 12 días o más que estuvo sin agua corriente.

Recién sobre el final de la semana, y luego de que los recibiera el presidente Fernández, Larreta convocó a Nacho Levy, de La Poderosa, la organización a la que pertenecía Ramona. Según el relato de los que asistieron, el jefe de Gobierno se fue en medio de la reunión, pretextando otros compromisos, y quedaron con la ministra de Desarrollo Humano, María Migliore, quien debió aclararles que ella no es Diego Fernández. Lo que no les aclaró es que se detestan ya con el funcionario a cargo de la 31 y que esa falta de sintonía en muchos aspectos, incluido el trato con las organizaciones sociales –al que Migliore es más afecta- se viene notando cada vez más. Después de eso, el vicejefe Diego Santilli dijo: "Hemos perdido dos referentes sociales importantísimos, que han un hecho trabajo muy importante para los vecinos en el barrio y duele”, en referencia a Ramona y a Victor Giracoy.

Como para que los funcionarios porteños empiecen a tomar dimensión de cómo van quedando por su trato hacia los habitantes de la Villa 31, el ex cantante de Pink Floyd Roger Waters dijo: “Ramona tenía toda la razón: es completamente inequitativo que alguien no tenga acceso al agua en un país en vías de desarrollo”. Ajeno a esto, Diego Fernández describió una situación ideal ante integrantes de una comisión en la Legislatura, donde también debió responder por qué tiene un contrato por millones de dólares con una consultora. El legislador Gabriel Solano le pidió ahí mismo la renuncia, cosa que también hace La Poderosa. Migliore sonríe.

COMENTARIOS