OPINIÓN

Larreta venía bien, pero le pasaron cosas

El escándalo de los barbijos con sobreprecios le produjo golpes internos y debió echar a dos funcionarios. La medida sobre adultos mayores terminó en una marcha atrás. Los medios amigos lo atacaron por la foto con Alberto Fernández. Y el costo político por las (no) salidas de niños y niñas le pega a él.

Werner Pertot


Horacio Rodríguez Larreta venía gozando de una alta imagen positiva por su manejo de la crisis del coronavirus. Su figura ejecutiva –una que le encanta encarnar- venía opacando a otras figuras de Juntos por el Cambio, como Patricia Bullrich y el propio Mauricio Macri. Pero en las últimas semanas todos los analistas coinciden en que una sucesión de errores y horrores lo empujaron a la banquina. Una compra directa de barbijos a una empresa demasiado pegada a funcionarios PRO –al punto de que forma parte una media hermana de Larreta- que lo forzó a echar dos funcionarios, le pegó en el frente interno (lo corrió Elisa Carrió) y el externo. Una medida restrictiva para adultos mayores que lo complicó con aliadas y con su base electoral terminó en una marcha atrás papelonera. Y los sectores duros de Juntos por el Cambio aprovecharon para facturarle su foto con Alberto Fernández cuando anunció la oferta para bonistas a través de los medios de comunicación amigos. Toda esa tormenta perfecta culminó con un Larreta teniendo que decir que no a la salida de niñas y niños a la calle una hora por día. 

La escandalosa compra de barbijos fue cuidadosamente ocultada por todo tipo de medios de comunicación, pero igual terminó impactándole a Larreta. Como contamos por acá, el entramado de empresas detrás de esas compras incluyen no sólo familiares del jefe de Gobierno y de su jefe de Gabinete, Felipe Miguel, sino a hijos de la ex número dos de la AFI, Silvia Majdalani, y otros ex funcionarios PRO. Todo terminó con el jefe de Gobierno debiendo echar a dos funcionarios para evitar que el desastre escalara, luego de que recibiera al menos tres denuncias penales por las contrataciones. El escándalo parecía controlado en los medios, pero no dejó de golpearlo en el frente interno: Elisa Carrió, hasta ahora una aliada incondicional de Larreta, le pidió la cabeza de su jefe de Gabinete, según contó el periodista Ezequiel Spilmann en Perfil. La bronca de la líder de la Coalición Cívica llevó a que anunciaran un nuevo sistema de compras, más publicidad de las contrataciones y el control pasara a estar en manos del ministro de Hacienda, Martín Mura. Una señal clara: Miguel no se fue del gabinete, pero perdió poder. No pudo poner –a pesar de que lo intentó- al reemplazante del funcionario expulsado por los barbijos, que le respondía a él. En su lugar llegó Roberto Gigante, un hombre con línea directa con Larreta, que ya fue parte de la gestión PRO en la Ciudad, además de haber formado parte del gobierno de María Eugenia Vidal. Es una clara señal hacia Miguel y hacia el costo que le implicó lo ocurrido a Larreta.

Pero los escándalos de sobreprecios no fueron los únicos que golpearon al jefe de Gobierno. Otra decisión que le dio de lleno fue la de intentar imponer una cuarentena más rígida para mayores de 70 años, incluso con sanciones económicas para quienes salieran de su casa. Algo así como te cuidamos multándote. Esto motivó el enojo de un sector que forma parte de la base electoral de Larreta. Hubo notables salidas a cuestionarlo como las de Escribano en La Nación o Graciela Fernández Meijide. Incluso tuvo fallos judiciales en contra. Todo terminó con una marcha atrás poco decorosa, donde el Gobierno porteño no apeló la decisión judicial, morigeró la medida (ya no habrá ni multa, ni trabajo comunitario) y concluyó como algo más parecido a una sugerencia que otra cosa. El error no forzado fue otro costo para Larreta en muy poco tiempo.

En el medio de esto, el sector duro de Juntos por el Cambio –ese que estaba en llamas por haber sido desplazado de la escena pública- le hizo sentir su apriete a través de opiniones y editoriales de columnistas amigos que le reprocharon a Larreta su cercanía con el Gobierno nacional y que haya formado parte de la foto con Alberto Fernández cuando hizo su anuncio sobre la deuda. Indudablemente, las zancadillas le llegan al jefe de Gobierno desde todos lados, pero las que más duelen son las que vienen de adentro de su espacio político. Fuego amigo, que le dicen. Incluso hay sospechas de que la filtración de la información de los barbijos la operó un sector interno del conglomerado opositor. No está claro que esto haya sido así, pero –si lo fuera- nos muestra lo despiadada que será la competencia por ocupar la jefatura de la oposición hacia 2023. No la para ni la pandemia.

Los problemas del jefe de Gobierno todavía no terminaron. Luego del último anuncio de Alberto Fernández, ahora tiene que comerse el costo político de no aceptar que salgan niños y niñas una hora por día a 500 metros de su casa. El fastidio con la cuarentena –que viene claramente in crescendo, un con grado mayor de desobediencia a las medidas de aislamiento que preocupa al Gobierno porteño- ahora se dirigirá de lleno hacia el mandatario. No son días sencillos para el jefe de Gobierno que sueña con ser presidente.

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