OPINIÓN

Un cuento de fin de año

Para terminar este 2019, una novela distópica que muestra cómo sería la Ciudad con 20 años de gestión PRO. Una realidad no tan lejana, en una ficción de la escritora Gabriela Massuh.

Werner Pertot


Mientras Horacio Rodríguez Larreta se va posicionando en el juego de tronos para ocupar el liderazgo del PRO y probablemente de Cambiemos, mientras manda saluditos de cumpleaños  a sus aliadas para retener la coalición porteña que le permitió reelegir con el 55 por ciento de los votos y le promete cargos a los radicales, mientras su ministra de Educación avanza sobre el Jardín del Ramos Mejía y revive la polémica por la Unicaba,  mientras Larreta sigue endeudando a la Ciudad en otros nueve mil millones de pesos y le vuelve a prorrogar la concesión a Metrovías, y mientras surgen nuevas protestas en el Teatro Colón, mientras todo esto sigue sucediendo en el final de este 2019 tan difícil que nos tocó transitar, decidí dedicarle la última columna del año a una obra de ficción. O de política-ficción. Una novela que presenta una distopía en un futuro que está ahí nomás y que ocurre acá, en la Ciudad de Buenos Aires. Es una proyección de la Ciudad después de unas cuantas décadas de PRO gobernando (al final del segundo mandato de Larreta, ya serán 16 años, así que no estamos tan lejos). Y al estilo de Black Mirror, nos presenta un futuro que está muy cerca, a la vuelta de la esquina, acechándonos con sus colmillos.

La novela se llama Degüello y la publicó la escritora Gabriela Massuh. Una cruza entre policial, distopía con un protagonista trans en una Ciudad derruida por el PRO hasta sus cimientos. En esa Ciudad la polémica que en algún momento tuvimos porque nos enrejaban las plazas ya pasó de largo hace rato (de hecho, pensemos cuánto naturalizamos eso, salvando algunos lugares como el Parque Lezama, donde sus vecinos resistieron el enrejado). Acá las plazas ya no tienen solo rejas: tienen techo. Son espacios cerrados, apartados de la población, como dicen los funcionarios grises que aparecen en la novela, para “poner en valor el espacio público”.

La obra de Massuh está construida con una filosa ironía. En ella, el intendente (así, sin nombre, porque no hace falta que se llame ni “Macri”, ni “Larreta”, todos avatares del alcalde neoliberal de la novela) está cumpliendo su sueño de construir una megaestación bajo el Obelisco: el RER que propuso Larreta, también conocido como Subtrenmetrocleta. En la realidad, es un proyecto que sigue en su etapa inicial y no avanzó de ahí. Consiste en unir todas las líneas de trenes debajo del Obelisco junto con los subtes. En la ficción distópica: “Desde hace dos años se arma una estación de trenes para un ferrocarril, unos vagones y una traza que no llevaba a ninguna parte”. El resultado es un gran cráter a cielo abierto, completamente vallado, donde los trabajadores de la construcción pernoctan toda la semana.

Y está vallado para que no entre más gente, porque en la novela hay una ciudad entera que vive y duerme en las calles. Son las personas que fueron expulsadas por la erradicación de la mayoría de las villas de la Ciudad, otro de los sueños del PRO. Ahora son una gigantesca masa que duerme todas las noches en las calles, porque simplemente no queda otro lugar a donde ir. También se agolpan en los pocos hospitales que quedan, porque en esa Ciudad del futuro la mayoría se vendieron para “poner en valor” los terrenos y se fueron concentrando todos en unos pocos. En la realidad, hay un proyecto similar que no pudo avanzar hasta ahora: unir cinco hospitales en uno.

En el centro de la historia de esta novela, cuya lectura a mi me sirvió no solo de repaso de este 2019 sino de todos los años desde que el PRO llegó al poder en 2007, hay un personaje que reúne en uno solo a todos los funcionarios que nos tocó conocer en estos tiempos de Macri. Es un arquitecto, un “fundamentalista del cemento”, que avanza cual topadora con eslóganes como “Vamos todavía” o “Juntos podemos”, según cuenta la novela. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. El hombre, de tres apellidos –uno de ellos es Peña-, suele organizar reuniones con vecinos donde nadie realmente participa y todos piden más caniles, y tiene un final poco agradable, que no voy a adelantarles para no spoilear.

Su función principal en la novela es encarnar el extractivismo urbano, la destrucción de patrimonios históricos y la expulsión de la población más pobre. No por casualidad la autora también escribió un ensayo llamado El robo de Buenos Aires, donde describe una tendencia mundial a favorecer el negocio inmobiliario destruyendo lo que cada Ciudad tiene de particular. El recorrido por la novela de Massuh es a la vez mi recomendación literaria para los y las que vienen siguiendo esta columna y un balance de los años de PRO que nos sigue tocando vivir en la Ciudad. Y que están lejos de terminarse.

A juntar fuerzas para el 2020 que se viene, porque –como señala Walter Benjamin- la catástrofe futura a la que viajamos en un tren (o un Metrobus) no es inevitable. Solo hay que encontrar el freno de mano. 

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