OPINIÓN

Ni la campaña detiene el ajuste en la Ciudad

Viandas pequeñas, niños intoxicados, recortes en el uso de natatorios y hasta ratas que siguen apareciendo es el panorama de las escuelas a dos meses de las elecciones

Werner Pertot


Uno supondría que la época de campaña no es el momento para efectuar recortes en el sistema educativo porteño. Más considerando que Horacio Rodríguez Larreta enfrenta un contexto adverso a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires y tiene la misión de retener el único bastión del PRO. Bueno, no: el Gobierno de la Ciudad siguió ajustando sobre los comedores escolares, las actividades como natación y hasta en la higiene de las escuelas, poniendo en riesgo la salud de las y los estudiantes. Y lo hizo en plena campaña. Basta repasar las últimas noticias, que incluyen intoxicaciones, ratas paseándose por las clases y recortes en los derechos de las nenas y nenes que van a los jardines de infantes.

Ni los 14 puntos que le sacó a Matías Lammens ni su cercanía al 50 por ciento tranquilizan a Larreta, que sigue con su campaña en medio de una fuerte inestabilidad económica. El flashmob de su adversario que se viralizó y que lo pega a las derrotas de Macri y Vidal seguramente fue un golpe en el estómago para la construcción de sentido que buscan instalar en Parque Patricios: despegar al jefe de Gobierno de lo nacional. No obstante, si vamos a lo local, sorprende cómo el ajuste sigue a todo ritmo incluso en campaña.

Repasemos esta serie de hechos a ver si encontramos el hilo que los une. En primer lugar, la comida. Nueva Ciudad informó que unos 30 chicos y chicas de la escuela Francisco de Vitoria debieron ser hospitalizados por una intoxicación luego de que comieran pizza en la escuela. Madres y padres contaron después que los chicos se quejaban de la comida en la escuela, que una alumna había visto bichos en una de las comidas. Pero lo peor llegó cuando les dieron una pizza que, según una de las nenas, tenía un sabor metálico. A la media hora estaban todos y todas con vómitos, dolor de cabeza. Se juntó una fila de ambulancias para llevarlos a dos hospitales, dado que eran cuarenta chicos afectados.

No fue el primer caso y no será seguramente el último. Se trata del correlato de un sistema de comedores donde el Gobierno porteño terceriza en empresas privadas, cuyo único objetivo es, obviamente, tener más ganancias. Por eso, la reducción de las porciones y la salida de harinas y su reemplazo por comestibles más baratos está a la orden del día. El gremio UTE-CTERA se la pasa denunciando que entregan viandas diminutas, que no alcanzan para alimentar a ningún niño o niña. De hecho, en estos días, el titular de ese gremio, Eduardo López, mostró los reemplazos de comida autorizados por el Gobierno porteño. Todos van en línea con el ajuste, que arranca por la alimentación de los niños y niñas de colegios públicos.

A este panorama con los comedores, que no es nuevo, tenemos que sumarle los casos de colegios que terminaron cerrados por cantidad de ratas, o –en la semana que pasó- el instructivo caso de una maestra que debió matar a un roedor delante de los estudiantes, por la invasión que hay en la escuela. Eso ocurrió en la escuela 22 del Distrito Escolar 10 “Remedios Escalada de San Martín”. Las familias denuncian que las obras del viaducto del Ferrocarril Mitre son las que empujaron a las ratas hacia la escuela. También que, pese a los múltiples reclamos para que se haga una desratización, el Ministerio de Educación porteño sólo les manda cuadrillas para limpiar cada 15 días y el problema no se soluciona. Algunas madres y padres decidieron dejar de enviar a sus hijos en el nivel inicial por esta situación e insisten en que la escuela no está en condiciones mínimas para funcionar.

A este deterioro que marcan los casos que se conocieron en la última semana se suma el ajuste puro y duro en condiciones como las clases de natación que reciben los niños. Por caso, en el Instituto Bernasconi: allí hay una pileta, pero les dijeron a las familias que suspendieron las clases para alumnos y alumnas de quinto grado, y que el año que viene lo harían con sextos y séptimos. Los argumentos que escucharon de parte del Gobierno porteño son de los más variados: que en otras escuelas no existe ese derecho, que los niños y las niñas no pueden ir a la pileta juntos “por una cuestión de pudor”, entre otras explicaciones a favor del ajuste. Finalmente, por las quejas de madres y padres debieron dar marcha atrás.

En tanto se mantiene el reclamo en la escuela 4 Álvarez Thomas, en Agronomía, a la que le suspendieron las clases de natación pese a que hay un fallo judicial que indica que deben realizarse. El Gobierno porteño interpretó que el fallo era solo por un cuatrimestre y adiós a la pileta. A esto se suma que en el Polo Educativo Saavedra hay un natatorio sin terminar, que podría ya estar siendo usado por los estudiantes.

Nada de esto debería sorprendernos ya, a 12 años de que el macrismo comenzara a gobernar la Ciudad. Lo que me resulta inédito es que todo esto ocurre en plena campaña, y encima en un contexto donde al oficialismo porteño no le sobra nada, sino que tiene que sostener un resultado a contrapelo de lo que está ocurriendo en el país y en la provincia de Buenos Aires, por mencionar dos gobiernos que el PRO se encamina a perder. ¿Será que las escuelas públicas no las usan los votantes del PRO? Si Larreta quiere revertir –como dicen en su comité de campaña- las derrotas que sufrió en las comunas 4 y 8 –las más pobres de la Ciudad-, quizás debería empezar a interesarse por el sistema educativo que, a todas luces, está malcomido y con ratas.

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