CURIOSIDADES

A fines del siglo XIX se proyectaba construir un puerto en Saavedra

La llamaban la “Pequeña Venecia”, en Saavedra, el proyecto era para que los transatlánticos amarren en el barrio, se preveía construir un canal, apoyado sobre el arroyo Medrano; también edificar el primer Hotel de los Inmigrantes.


A finales del siglo XIX Buenos Aires era un hervidero de nuevas ideas, todo estaba por hacerse y los grandes proyectos brotaban a medida que el país recibía cada vez más inmigrantes europeos. Argentina se posicionaba como una potencia pujante y las celebraciones del primer Centenario la encontraban entre las naciones dominantes con elites dirigentes ávidas de impulsar obras que pudieran suplir las dificultades en el tránsito de personas y materias primas, informa La Nación.
 
En ese contexto, mientras la epidemia de fiebre amarilla hacía estragos en las poblaciones del pueblo La Boca del Riachuelo, un grupo de políticos e ingenieros ideó un plan que consistía en dragar el arroyo Medrano, que nacía en la provincia de Buenos Aires y cortaba en dos al recién fundado pueblo de Saavedra y desembocaba en el Río de La Plata, para construir un puerto que pudiera recibir buques transatlánticos del tamaño de vapores hasta entonces célebres como el Perseo o el Principessa Mafalda.
 
La idea era faraónica y revolucionaria: construir en los márgenes del arroyo una verdadera Pequeña Venecia con canales a cielo abierto, mercados itinerantes y hoteles que pudieran recibir a quienes venían de Europa queriendo hacerse “la América”.
 
En paralelo, el gobernador bonaerense Marcelino Ugarte impulsó la construcción de canales de navegación “para complementar y competir con el ferrocarril”. El plan comprendía la canalización de todos los ríos y arroyos que surcaban la provincia de Buenos Aires, tanto al norte como al sur de la ciudad, y terminaría en una vasta red de vías navegables que pudieran transportar en barcazas tiradas por caballos la producción agropecuaria del interior bonaerense en dirección a los puertos. Su inauguración se preveía para las celebraciones del Centenario de 1910.
 
En la Capital Federal, que desde 1880 se había convertido en la capital administrativa de la Nación, se sucedían numerosas transformaciones, y la idea de canalizar el arroyo Medrano para ingresar transatlánticos parecía una más entre tantas obras de gran escala, como la construcción del primer subterráneo de América.
 
El proyecto nacía además como una solución al problema de las inundaciones que sufrían las zonas rurales del norte de la capital y las urbanizadas a la vera de los arroyos, que serpenteaban la frontera con el campo bonaerense.
 
Se propone, además, elevar el precio de los terrenos saavedrenses, en aquella época de bajo valor por la lejanía con la incipiente urbe, pero todavía más cuanto que se consideraban inundables. El progreso podría ser también un gran negocio. El Medrano, que nacía entre los pastos dorados del territorio bonaerense, sería canalizado por alrededor de 3 kilómetros tierra adentro, desde su desembocadura en el Río de la Plata hasta el Paseo del Lago, el actual Parque Saavedra.
 
El Paseo del Lago se convirtió en una muestra de lo que podría ser la proyección terminada; se había construido un espejo de agua, donde navegaban góndolas, y los niños se bañaban en aguas transparentes surtidas por el propio arroyo.
 
En 1890 se impulsó la construcción de dos canales navegables, uno en el Pueblo de Saavedra, por la desembocadura del arroyo Medrano, y el otro por el arroyo Maldonado. La idea incluía la construcción de un puerto con entrada para barcos transatlánticos repletos de migrantes provenientes de los puertos italianos de Génova y Nápoles. Un imponente Hotel de los Inmigrantes coronaría la obra.
 
El Gobierno nacional había dispuesto paralelamente la canalización de La Boca del Riachuelo, que finalmente se realizó de acuerdo con el plan del ingeniero Luis A. Huergo que permitía recibir barcos de mil toneladas de porte. Son tiempos en los que Eduardo Madero presenta el diseño de un segundo puerto con dos dársenas y cuatro diques. La obra fue aprobada, construida por la firma inglesa Walter a partir de 1885 y se llamó Puerto Madero.
 
Pero el proyecto de ingresar barcos de gran porte por el arroyo Medrano hacia la Pequeña Venecia de Saavedra fue desestimado. Comenzaron a ganar terreno los argumentos según los cuales era mejor tapar los arroyos que circundaban Buenos Aires que dejarlos a cielo abierto, ya que consistían en un problema para la urbanización “higienista” de la ciudad.
 
“Era necesario, en la idea de aquel entonces, ocultar los arroyos bajos los pavimentos y las construcciones, rectificarlos y entubarlos”, recordó el ingeniero Martín Diego Civeira en Arroyos de Buenos Aires, enterrados pero vivos. La etapa “sanitarista” había triunfado. La contaminación, visible entonces con los arroyos al aire libre, quedó oculta, aunque no erradicada, y sólo podía apreciarse en las desembocaduras del Río de la Plata.
 
Las siguientes resoluciones de encofrar los arroyos no solo no solucionaron las inundaciones sino que las agravaron, como pudo verse a lo largo de la historia e incluso hasta cien años después, como en abril de 2013, cuando el arroyo Medrano inundó el Parque Sarmiento y buena parte del barrio de Saavedra.
 


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