- Sociedad
- 28.03.2016
CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD
8 de cada 10 argentinos cree que la dictadura “no es un proceso cerrado”
A diferencia de otros países de la región los ciudadanos de Argentina creen que los delitos cometidos en la última dicatura cívico militar deben seguir siendo juzgados.

En otros países no tienen la misma mirada sobre las dictaduras. En Chile, en España, en Uruguay y en Brasil amplias franjas de la sociedad consideran lo ocurrido como algo no tan grave, del pasado o un tema que se debe cerrar con una reconciliación nacional. En la Argentina, en cambio, amplias mayorías sostienen que hay que seguir juzgando a los que cometieron crímenes y secuestros durante la dictadura y que de ninguna manera debe darse vuelta a la página. Esa postura está incluso fuertemente arraigada entre los más jóvenes, los que no vivieron el Proceso.
Las conclusiones surgen de una amplia encuesta de la consultora Ibarómetro, fundada por Doris Capurro, y que hoy conduce el sociólogo Ignacio Ramírez. En total fueron entrevistadas mil personas de la Ciudad Autónoma de Buenos y de los municipios del Gran Buenos Aires, y se respetaron las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social. El cuestionario fue amplio y permitió abordar todos los temas al cumplirse el 40º aniversario del golpe cívico-militar de 1976. El sondeo de Ibarómetro fue especialmente realizado para Página/12.
“El estudio ilumina la anatomía de la memoria colectiva vinculada al Proceso Militar –señala Ignacio Ramírez–. En este sentido, la encuesta alumbra un amplio y transversal consenso en torno al profundo significado negativo que la sociedad le atribuye a la última experiencia militar. A diferencia de lo que ocurre en otras sociedades, como España o Chile, no se observa entre los argentinos una corriente significativa que le otorgue legitimidad o justificación al gobierno inaugurado por el golpe del 76. Quienes lo respaldan representan un bolsón muy minoritario y marginal de la opinión pública. En suma, el masivo rechazo al golpe constituye un dato de la cultura política argentina, donde su defensa no tiene un lugar importante en la sociedad ni tampoco en el sistema político”.
El trabajo de Ibarómetro muestra que los sentimientos negativos suman un 80 por ciento de las opiniones, con ciudadanos que sostienen que asocian la dictadura con un sentimiento de tristeza, de bronca o de miedo. Debe tenerse en cuenta que gran parte de los encuestados no vivieron la dictadura, pero sí tuvieron padres, madres, abuelos y abuelas que transitaron por aquellos años.
De manera que la experiencia fue transmitida por los mayores a una buena parte de la sociedad. Del otro lado, hubo campañas de enorme magnitud para sofocar esa manera de ver las cosas. Sobre todo en los años 90, el gobierno de Carlos Menem lanzó extensas campañas por la reconciliación, tratando de instalar ideas del estilo de hay que dejar atrás el pasado. Aun así, en la inmensa mayoría se sigue imponiendo el repudio al genocidio y en las marchas del jueves se pudo ver, con claridad, la adhesión totalmente transversal desde el punto de vista de las generaciones: estuvieron en las movilizaciones miles de abuelos acompañados por sus hijos y nietos.
Del otro lado, la encuesta de Ibarómetro muestra que apenas el 1,6 por ciento de los consultados dice sentir orgullo respecto de lo hecho por los militares durante el proceso. Debe pensarse que a lo largo de estos años han tratado de sumar argumentos: que los uniformados enfrentaron a la guerrilla, que hubo dos demonios, que salvaron al país y otras frases por el estilo. Incluso el presidente norteamericano Barack Obama intentó equiparar derechos humanos con la lucha contra el comunismo para, tímidamente, justificar el apoyo de Estados Unidos a los golpistas.
Hoy por hoy, en la Argentina, la reivindicación de lo hecho entre 1976 y 1983 no pasa del diez por ciento de la sociedad. Es el porcentaje tradicional de una franja de la población con posturas autoritarias en casi todos los temas: darle mayor poder a la policía, expulsar a los extranjeros –sobre todo a los de los países limítrofes–, rastros de antisemitismo y rechazo al matrimonio igualitario. De todas maneras, de ese diez por ciento sólo el 1,6 utiliza el término orgullo para referirse a lo hecho por los militares durante el Proceso.
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