PROGRESISTAS

Tres territorios: el futuro de la centroizquierda

Un repaso sobre la situación de la centroizquierda en los tres distritos donde mayor incidencia electoral y política tiene.

Rafael Gentili
Es impresionante. No hay lugar a donde vaya que no se esté hablando del balotaje. Después nos dicen que la sociedad está despolitizada. Quizás ambas cosas sean ciertas y eso es lo que hace más interesante y difícil todo. Vivimos una despolitización politizada. Como sea, lo que está claro es que gane quien gane el próximo 22 de noviembre, la centroizquierda tiene que poner las barbas en remojo y pensar muy bien hacia dónde quiere construir. De lo contrario, su peso electoral tenderá a diluirse aún más, pudiendo desaparecer como opción política.

Así que mientras los demás se entretienen con los pormenores de la elección presidencial, en una inédita segunda vuelta, déjenme seguir reflexionando sobre este -mi- espacio de construcción política.

El territorio. El resultado electoral que el Frente Progresistas obtuvo en las elecciones nacionales del 25 de octubre ratifica un dato que se ha venido dando desde el 2003 a esta parte: el electorado progresista se concentra principalmente en 3 distritos: Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires. En otros distritos, como Córdoba y Tierra del Fuego (donde gobernó dos períodos consecutivos, del 2007 al 2015) tuvo alguna gravitación circunstancial que el tiempo y las dinámicas locales dirán si pueden volver a reproducirse. Fuera de estas provincias su penetración ha sido históricamente baja.

Si se tiene en cuenta que estos 3 distritos representan el 53% del padrón electoral, su importancia no es despreciable. Desde ya, no es suficiente para que la centroizquierda pueda llegar por sí misma a gobernar el país -aunque algunos hayan creído ingenuamente lo contrario-, pero sí para incidir en el debate de los asuntos nacionales como de hecho ha venido sucediendo en todos estos años. No se trata de un rol menor, por cierto.

Ahora bien, cada distrito es una realidad aparte y, por tanto, no se puede tener la misma estrategia de acción en cada uno de ellos. Veamos.

Santa Fe: la centroizquierda -representada por el Partido Socialista- gobierna sólo la ciudad de Rosario desde 1989 y la provincia desde 2007, en alianza con el radicalismo. Un triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales no debería impactar en el gobierno de Rosario aunque sí es probable que reconfigure el acuerdo provincial. Muchos intendentes estarán tentados a pasarse de bando seducidos por el acceso a recursos directos del gobierno nacional. En ese caso, también se debería dar una reingeniería del acuerdo con que el PRO ha sustentado la candidatura de Miguel del Sel en este territorio. Nada fácil aunque gobernando todo se torna más fácil.

Por su parte, un triunfo de Daniel Scioli no tendría ese impacto en lo inmediato, aunque no se lo podría descartar en la medida de que el radicalismo vea que tiene más posibilidades de poner al futuro gobernador aliado con el macrismo antes que con el socialismo.

De cómo administre el Socialismo esta nueva realidad y de la capacidad de gestión del gobernador electo Miguel Liftchitz -algunos dicen, mejor administrador que candidato- y de la reelecta intendenta de Rosario, Mónica Fein, dependerá el futuro del progresismo en esta provincia. Sobre Rosario, tampoco será menor el rol que asuma Pablo Javkin, flamante secretario general del municipio; y la relación que se establezca con los concejales electos por fuerzas de izquierda (Ciudad Futura y Unidad Popular), cuyo buen desempeño electoral debe ser un llamado de atención para una gestión progresista.

Adicionalmente, sería importante que dediquen algunos esfuerzos en difundir sus importantes aciertos de gestión fuera de los límites provinciales, de manera tal de contrarrestar los impactos negativos que han tenido los datos de inseguridad en Rosario. Necesitamos construir un relato seductor sobre la gobernabilidad progresista, como ellos lo han sabido hacer, en los oscuros años del menemismo, con el presupuesto participativo de Rosario.  Provincia de Buenos Aires: históricamente, el progresismo ha compartido su electorado con los dos partidos mayoritarios. El electorado esencialmente progresista es ciertamente escaso y está concentrado en algunas ciudades (La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, etc.) y en algunos municipios del primer cordón del conurbano. La creación del GEN de Margarita Stolbizer, en 2007, con un claro perfil progresista, y la crisis profunda de la UCR provincial, han permitido ampliar la base electoral histórica de la centroizquierda en este distrito. Pero la irrupción del PRO en alianza con el radicalismo impactó de lleno sobre esa base electoral que votó masivamente por los candidatos de Cambiemos. Impacto que podría consolidarse aun con un discreto buen gobierno de la gobernadora electa María Eugenia Vidal. En cualquier caso, es recomendable que la centroizquierda complemente el perfil republicano que ha prevalecido en estos años con un perfil más nacional y popular.

Es central el posicionamiento que adopte Margarita Stolbizer y su partido, el GEN, ante esta nueva realidad. Sería obtuso pensar que deban asumir una posición intransigente e híper crítica. Después de todo, haberle ganado la gobernación al peronismo no es un dato menor. A la vez, deberían evitar mimetizarse. De ese equilibrio depende, en buena medida, el futuro del progresismo como fuerza con cierto peso electoral en la provincia. En cierta manera, el desafío que tienen por delante es similar al que tuvimos los primeros años de gobierno kirchnerista a nivel nacional, para lo cual la mejor receta -no siempre seguida- fue mantener la distancia óptima

Ciudad de Buenos Aires: se trata del electorado que más persistentemente ha apostado sus fichas a opciones de centroizquierda, de diferente tipo y pelaje. De hecho es donde la centroizquierda sin aliarse con nadie ha obtenido su mayor caudal de votos porcentuales, sin gobernar. Junto con Rosario son los distritos donde se puede decir que existe un perfil propio.

Al mismo tiempo, mientras en las otras provincias, los liderazgos han permanecido en el tiempo, aquí han sido más inestables. En 2003 fue Elisa Carrió, en 2009, Pino Solanas, en 2015, Martín Lousteau. A esto se le suma -o lo explica- una característica crucial en el desarrollo de este tipo de liderazgos, para los cuales el territorio es la televisión. Esto genera una relación muy particular -de cierto desapego mutuo- con las construcciones territoriales que los sostienen.

A estos datos se agrega una incógnita -crucial para el futuro inmediato: ¿qué hará Martín Lousteau? ¿Mantendrá su oposición al PRO y a Mauricio Macri? ¿Lo hará desde un perfil progresista o se recostará sobre un peronismo massista? En la primera opción, será importante ver cómo se relaciona con las otras referencias de centroizquierda que hasta ahora no lo han acompañado, y que tienen un perfil diferente, aunque posiblemente complementario al suyo, como es el caso de Victoria Donda o del devaluado Claudio Lozano. No es un dato menor, que una parte importante de quienes votaron por él en la primera vuelta electoral en la Ciudad de Buenos Aires, optaron por Sergio Massa en las elecciones presidenciales.

En definitiva, sobre cómo se desarrollen los hechos en estos tres territorios dependerá en buena medida el futuro político del espacio de centroizquierda. 

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