PROGRESISTAS

#YoNoGané

Se abre una nueva etapa en la política nacional, repleta de incertidumbres y desafíos. Lo que hagamos condicionará lo que seremos. En ningún lado está escrito que estemos condenados a las derrotas.

Rafael Gentili
En la columna vecina, Sebastián Fernández reflexiona sobre el resultado electoral del FPV y esboza unas ideas por dónde, según él, debería pasar la campaña de cara al balotaje del 22 de noviembre. A mi me toca hacer lo propio en torno al desempeño del Frente Progresistas, del cual formo parte.

Tener más ejercicio en esto de afrontar reveses electorales, no me hace la tarea más grata, por cierto. Entre otras cosas, porque buena parte de las razones de este mal resultado son consecuencia de la persistencia no forzada de viejos y reiterados errores. Me referiré a algunos de ellos.

Todo resultado electoral es el reflejo y la síntesis de lo que se hizo en dos instancias políticas diferentes: una tiene que ver con el camino recorrido hasta la elección; y la otra es la campaña misma. Nosotros no hicimos las cosas bien en ninguna de estas instancias. Por lo tanto, nos cabe una de las leyes básicas de la vida -que existe aunque por momentos hagamos de cuenta de que no- que dice que si haces mal tus tareas no te va bien.

¿Cómo llegamos hasta acá? Si analizamos el proceso que va desde 2003 a hoy observamos una inestabilidad permanente en las ofertas electorales de la centro izquierda, que se acentúa en las elecciones donde se ponen en juego los cargos ejecutivos (presidencia, gobernaciones e intendencias). No es el lugar para hacer un detalle pormenorizado, alcanza con decir que no hubo una sola elección presidencial en que las fuerzas de centro izquierda repitieran el acuerdo electoral que habían presentado en la elección anterior. No me refiero solo al nombre (de por sí importante y básico) sino también a la composición del acuerdo. Esta arritmia acuerdista afectó nuestra eficacia como opción política electoral.

Dos razones influyeron para que así sucediera. Una tiene que ver con la incapacidad de entender cuál era el lugar que debíamos ocupar en un contexto marcado por un gobierno peronista con una agenda programática que contenía algunos de los issues de nuestra agenda progresista, aunque puestos en práctica y utilizados de una manera que no compartimos. Así, el posicionamiento de los demás fue definiendo nuestro lugar. Fuimos incapaces de crear un faro propio. En algunos momentos parecía que lo lográbamos, fueron fugaces. Desde ya, no era una tarea fácil, requería templanza, mirada estratégica, estudio y mucha persistencia.

El segundo elemento tiene que ver con el deficiente conocimiento de nuestra particular y no homogénea base social. No es lo mismo el votante del interior de la provincia de Buenos Aires que el del Conurbano o el de la Ciudad de Buenos Aires o el de Rosario. Hay bases comunes, por supuesto, pero se necesita una síntesis aglutinante. Al no tener bien estudiados todos esos rasgos, nos vimos imposibilitados de construir esa síntesis, que debería ser la tarea principal de los dirigentes. Solo nos quedó la intuición, que es un recurso valioso pero insuficiente para hacer -y sostener- una construcción de largo plazo, en la dinámica del siglo XXI.

Obviamente, hay muchas otras razones también importantes, pero estas dos son las primeras que, a mi entender, hay que resolver para poder continuar.

¿Qué pasó en esta campaña? Desde el vamos sabíamos que era una campaña cuesta arriba, por cómo venía la coyuntura y, principalmente, por cómo nosotros llegábamos a ella. Así y todo, nunca pensamos que nos iba a ir tan mal. Lo mejor que hicimos fue la elección de Margarita Stolbizer como nuestra candidata presidencial. Sin dudas, su capacidad y su valoración ante la opinión pública están por encima de los votos que obtuvimos. Lo peor fue la decisión de la dirigencia socialista de Santa Fe de no involucrarse en la campaña nacional, dejando muy sola a Margarita. Este grave error le quitó volumen y densidad política a la propuesta. No dudo de que tengan sus razones. De hecho, el ajustado triunfo electoral que obtuvieron en las elecciones provinciales y en Rosario evidencia que las cosas allí no pasan por su mejor momento. El invento de la tijerita (ellos no llevaron candidatura presidencial sino solo a senadores y diputados nacionales) tuvo pésimos resultados y, lo que es peor, magullo inmerecidamente el final de la carrera política de Hermes Binner, principal artífice de que hoy estén gobernando esa provincia por tercera vez consecutiva.
El otro factor que contribuyó a este resultado fue el posicionamiento político elegido que tuvo mucho de centro y poquitísimo de izquierda. Excepto en algunos momentos puntuales, como el debate presidencial, y la explicitación en las redes sociales de la plataforma política (la campaña de las 60 ideas), las propuestas de izquierda estuvieron ausentes en el discurso de campaña. Todo se redujo a la lucha contra la corrupción y la defensa de las instituciones, puntos importantes, por cierto, pero insuficientes para construir un perfil de diferenciación clara -y por izquierda- de los principales candidatos. Así terminamos haciendo una sub campaña de Cambiemos. Y perdimos frente al FIT.

Podemos hacer también un análisis sobre la forma de concebir y planificar la campaña, centrada en actos y eventos que solo convocan a la propia militancia. Sin dudas, hay mucho para trabajar ahí y es imprescindible formar cuadros con capacidades especiales para hacerse cargo de esta tarea. No es lo mismo armar un equipo para llevar adelante un trabajo parlamentario que un equipo capaz de afrontar una campaña profesional, con todas sus complejidades y oportunidades. Pero lo dejamos para otra oportunidad porque aún importante su incidencia fue secundaria en el resultado obtenido.

Se abre una nueva etapa en la política nacional, repleta de incertidumbres y desafíos. Lo que hagamos condicionará lo que seremos. En ningún lado está escrito que estemos condenados a las derrotas. De nosotros depende escribir la historia que nos lleve al éxito. Porque #YoNoGané.

COMENTARIOS