ACERCA DEL ÚLTIMO 24 DE MARZO

La memoria en tiempos de Macri

La visita de Barack Obama al Parque de la Memoria dio pistas sobre el discurso oficial acerca de la dictadura. ¿Será el fin de las investigaciones sobre complicidad civil en los crimenes de lesa humanidad?

Werner Pertot
La escena captada por las cámaras oficiales mostró a Barack Obama y Mauricio Macri arrojando flores al río. El jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, acompañó a los presidentes de Estados Unidos y Argentina en la recorrida por el Parque de la Memoria. Allí se empezaron a consolidar algunas de las líneas oficiales en torno al discurso sobre la dictadura. Nada se dijo en forma demasiado explícita, pero se esbozaron las áreas en las que el nuevo gobierno pondrá énfasis y aquellas que serán objeto de una discreta operación de borrado, como la responsabilidad civil en los delitos de lesa humanidad.

La visita del presidente de los Estados Unidos, así como la del francés François Hollande, tuvo al Parque de la Memoria como uno de sus escenarios. Un lugar que depende de la Ciudad, pero que fue poco frecuentado por Macri en sus ocho años frente al Gobierno porteño. Esto muestra la distancia que hay entre la mirada de la derecha vernácula y el consenso internacional que tienen los organismos de derechos humanos. Los cientos de miles que marcharon el último 24 de marzo me eximen de hablar del consenso que tienen en la sociedad argentina.

Para el macrismo, siempre fue un tema incómodo. Si recordamos la historia del Parque y otros sitios de memoria, podemos encontrar algunas claves de lo que ocurrió en estos días. El Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado se empezó a gestar en una serie de homenajes que tuvieron como protagonistas a ex alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires. La iniciativa se creó ante la imposibilidad de recuperar la ex ESMA durante el gobierno de Carlos Menem. El 10 de diciembre de 1997, diez organismos de derechos humanos presentaron el proyecto del Parque en la Legislatura y fue aprobado por una mayoría de 57 legisladores (sobre 60) el 21 de julio de 1998. Sólo votaron en contra tres legisladores de Nueva Dirigencia, el partido de Gustavo Beliz.

El Parque se hizo junto al río para recordar los vuelos de la muerte y en el lugar donde habían quedado los escombros del atentado a la AMIA. Su construcción demoró años. Se hizo un concurso internacional al que se presentaron 665 proyectos de 44 países. Algunas de las esculturas ganadoras se pueden ver hoy en el Parque, junto con el muro que reúne los nombres de los desaparecidos. Aún para quienes lo han visitado muchas veces, recorrerlo es estremecedor. El Parque conjuga ese monumento, las obras artísticas y un espacio educativo en la sala PAYS (Presentes Ahora y Siempre).

El consenso casi total en su creación contrasta con el debate que hubo cuando finalmente se pudo recuperar para hacer un sitio de la memoria el predio de la ex ESMA, el otro lugar que podría haber visitado Obama. Es interesante revisar la versión taquigráfica de esa sesión, el 5 de agosto de 2004. En el debate sobre el destino de ese predio, parte del macrismo se opuso y parte apoyó la iniciativa: la votación resultó con 38 votos a favor y 10 en contra. Hubo despachos en contra por parte de los macristas Martín Borrelli y Ricardo Bussaca, mientras que Gabriela Michetti presentó un proyecto a favor. El actual jefe de Gabinete, Marcos Peña, que en ese momento era legislador porteño, votó por la positiva, al igual que el actual vicejefe de Gobierno Diego Santilli. Otros macristas justificaron su rechazo con un regreso sin escalas a la teoría de los dos demonios: “Hubo injusticias de ambos lados. Hubo horrores de ambos lados. Hubo abuso de ambos lados. Hubo muertos de ambos lados”, indicó la legisladora Silvia Majdalani, hoy la número dos de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). En tanto, Bussaca dijo: “La mirada parcial de una década dolorosa alimentada con odio y rencor no nos conduce a la reconciliación”

No había, en ese momento, una mirada unificada en el PRO sobre la dictadura. Los discursos de Macri de sus años como candidato y luego como jefe de Gobierno ahondaron poco en el tema. Lo más que se encuentra son alusiones a no quedarse discutiendo sobre el pasado y mirar hacia el futuro. Su nuevo rol a nivel nacional e internacional lo forzó a comenzar a delinear un discurso. Junto a Obama, sostuvo que el Día de la Memoria era una fecha muy importante para los argentinos, pese a que -si una vez más buscamos en el archivo- nos encontramos con que el PRO y el radicalismo votaron en contra de la declaración de esa fecha como feriado nacional. Esto implicó un giro importante en el discurso de Macri, que comenzó a mencionar los derechos humanos como una de las líneas de su gestión.

Hay quienes interpretan esto como una victoria cultural: el macrismo, reacio a tocar esos temas, no pudo dar marcha atrás con ciertas políticas que se fueron instalando con fuerza en la sociedad aún antes de que existiera el kirchnerismo y que continúan luego de que concluyeran los doce años de gobiernos K. Pensemos la distancia que hay entre el Macri en campaña, que hablaba del “curro de los derechos humanos”, y el que hoy los reivindica.

No obstante, la derecha está haciendo una relectura de esas áreas y reinstalando otros enfoques sobre el tema. No por casualidad, tanto en su discurso inaugural ante el Congreso nacional como en la visita al Parque de la Memoria, Macri aludió a dos violencias, la política y la institucional. No profundizó esta concepción, que sienta las bases para una neoteoría de los dos demonios. Ahora bien: la violencia política existió en la Argentina durante todo el siglo XIX y XX: las guerras internas posteriores a la independencia, los fusilamientos en la Patagonia, la semana trágica, por mencionar sólo algunos hechos. Lo específico de la dictadura no es la violencia política –condenable, por supuesto, pero presente en otras etapas de la historia- sino el terrorismo de Estado, al que Macri llamó “violencia institucional”. Hay una diferencia cualitativa entre la violencia institucional y el genocidio, que implica un plan sistemático organizado por el Estado que incluye campos de exterminio de disidentes políticos.

Si el discurso oficial no enuncia eso, se está minimizando lo ocurrido y se lo está poniendo al mismo nivel que la “violencia política”, que no es ejercida necesariamente en forma centralizada por el Estado. Peor aún fue el paralelo que se buscó hacer con el kirchnerismo, cuando Macri dijo que la dictadura fue una época de “intolerancia y división de los argentinos”, las mismas palabras que utiliza para describir al gobierno anterior. Decir que los gobiernos kirchneristas fueron como la dictadura es banalizar el genocidio, de la misma forma que lo sería plantear que Macri es la dictadura.

Hay, entonces, una serie de omisiones en el discurso oficial, y algunos borramientos deliberados como el de la responsabilidad de los civiles. Un comunicado del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) advirtió que en el informativo de Radio Nacional prohibieron usar el término “dictadura cívico-militar”. Esto va de la mano con la operación de borrado de notas del sitio Infojus Noticias, que depende del Ministerio de Justicia. Entre las notas que bajaron de la web estaban las que hablaban de la responsabilidad de civiles, de empresarios. Son áreas que el discurso oficial parecería condenar al olvido.

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