- Opinion
- 17.05.2025
CIUDAD
La ciudad habitable
Veredas rotas, calles anchas, bicisendas intermitentes: ¿Buenos Aires prioriza realmente la movilidad sustentable? ¿Está la ciudad pensada para quien camina o anda en bicicleta, o para quien maneja un auto? Esta nota analiza el diseño urbano porteño desde la perspectiva del peatón: accesibilidad, transporte público, infraestructura y derecho al espacio. Una radiografía de la Buenos Aires que caminamos todos los días.

Para Dalia, diseñadora industrial de 34 años que vive en el barrio porteño de Villa Crespo, “Buenos Aires no está pensada” y aclara que “principalmente se adaptó a priorizar los autos y más que nada los autos privados, aunque mejoró mucho los últimos años lo que es transporte público con los carriles exclusivos y el metrobús, sigue siendo una ciudad que está muy centrada en el auto particular”.
Transitar las veredas, ¿un deporte extremo?
Las veredas son el eslabón más frágil del espacio urbano, suelen quedar fuera del radar de las grandes obras a pesar de los negociados con empresas amigas que hubo durante las gestiones en la Ciudad de Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta donde se realizaron obras en veredas que no lo necesitaban y a altos costos.
“Comparado con algunas ciudades de Estados Unidos, por ejemplo, donde no se puede ni cruzar una calle porque todo está pensado para moverse en un auto particular, Buenos Aires es una ciudad súper caminable, pero en comparación con ciudades donde pisas la calle y el auto frena no tanto. Además, los espacios para caminar a veces son ruidosos, sucios y tenes mucha invasión del espacio público por locales o puestitos, y a veces también puede ser un poco inseguro. De cualquier manera creo que sí es una ciudad caminable pero con estos pormenores”, nos cuenta Dalia.
Estrechas, rotas, ocupadas por carteles o mesas de bares, son un obstáculo constante, especialmente para personas mayores, con movilidad reducida o con niños. A pesar de las leyes que regulan la accesibilidad, la falta de controles y mantenimiento las convierte en un punto crítico de la movilidad cotidiana. Al mismo tiempo, con la pandemia como excusa, se cedieron grandes porciones del espacio público a bares y restaurantes para instalar decks y mesas en calles y veredas, complicando aún más la circulación peatonal.
“Si sólo ocuparan el deck y la vereda quedará liberada te diría que es muy positivo, pero ocupan el deck y la vereda con tal de tener más capacidad de recibir personas y llega un punto que la gente no puede pasar por la vereda. Tenemos muchas denuncias de ocupación indebida de vereda, porque entre la gente y los mozos se adueñan del espacio público, y muchas veces cuentan con los permisos correspondientes, no es que lo hacen sin permisos. Les otorgan permisos y no se piensa en la accesibilidad ni tampoco en la libre circulación de las personas, porque no solo no pueden pasar usuarios de sillas o con bastones”, asegura Sol Hernández, parte del staff de la fundación Acceso Ya, que trabaja para eliminar las barreras arquitectónicas en CABA, hace 12 años.
Igual que Dalia, Michelle, comunicadora de 30 años que vive en el barrio de Flores y se mueve mayoritariamente caminando piensa que Buenos Aires “es una ciudad amigable con los peatones, pero en semáforos no siempre se les cede el paso. En otros países, el peatón tiene completa prioridad”.
Bicisendas: todavía pueden mejorar
Las bicisendas son otro punto de debate. Su expansión, celebrada por muchos sectores, presenta sin embargo problemas de integración: ciclovías que comienzan y terminan abruptamente, poca señalización y conflictos con peatones y automovilistas. Lo poco pensadas que están las bicisendas se nota: en muchas calles de mano única, las bicisendas son doble mano, lo que genera situaciones peligrosas tanto para ciclistas como peatones. La bicicleta, como medio de transporte sustentable, requiere infraestructura segura y conectada, además de políticas que fomenten su uso más allá del marketing urbano.
Lucía es socióloga, tiene 29 años y vive en el barrio de Nuñez. Según el destino, el clima, y el tiempo del que disponga, elige si moverse a pie, en auto, transporte público o bicicleta. Para ella CABA es una ciudad amigable para moverse en bicicleta, pero “sería importante que la distribución de bicisendas sea más equitativa en toda la ciudad para garantizar el transporte de todos los ciudadanos”.
Por su parte, Maia, que vive en Caballito, cree que las bicisendas hacen a la ciudad más amigable para moverse en bici ya que ir entre los autos es mucho más peligroso. “Creo que podrían señalizarse mejor los cruces para que los autos miren para ambos lados si hay bicisendas, sobre todo en las calles que son de una sola mano”.
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Transporte público: un pendiente
El transporte público también se entrecruza con la ciudad caminable. Un sistema de transporte eficiente permite reducir el uso del auto, pero para eso también es clave que los accesos a estaciones de subte, trenes o paradas de colectivo sean seguros, accesibles e iluminados. La conexión entre medios de transporte y circuitos peatonales es aún una deuda pendiente en muchas zonas.
“En términos generales el sistema de transporte público es bastante bueno, valoro positivamente que haya transporte casi las 24 horas del día. Considerando que es uno de los medios más masivos y al que acceden los sectores populares, sería importante aumentar los subsidios y regular con atención a las empresas, para lograr mayor calidad de servicio, evitar el aumento desmedido de tarifas y tener más frecuencia”, expresa Lucía.
En este sentido, una gran pendiente es la red de subte, pensada hace décadas y nunca concretada. En su primera campaña para jefe de Gobierno en 2007, Mauricio Macri prometió construir 10 kilómetros de subte por año. Sin embargo, en sus ocho años de gestión apenas se inauguraron entre 7 y 10 kilómetros en total.
Por su parte, en Acceso Ya trabajan desde 2017 por la accesibilidad en los subtes, en todas las líneas de subtes. “Hay planes de obras de acá a 20 o 25 años pero nunca comienzan, entonces desde que dijeron 20 años pasaron cinco y no hubo ninguna obra de accesibilidad en las líneas de subte. Aparte un plazo de 20 años es un poquito largo”, asegura Sol.
“Hoy por hoy el subte no es una opción para las personas con movilidad reducida porque no hay mantenimiento de los ascensores y muchas estaciones directamente no tienen ni ascensor ni escalera mecánica. Entonces van al colectivo, que por ahí es un poco más accesible pero demora mucho más”. Por esto Sol cree que “más que seguir aumentando líneas, es fundamental arreglar lo existente, que funcione bien y tenga accesibilidad”.
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A esto se suma que durante su segunda gestión de Macri en la Ciudad se eliminaron varias paradas de colectivos, haciendo más largas las distancias entre una y otra, y se redujeron frecuencias en muchas líneas, lo que obliga a esperar largos intervalos entre un colectivo y otro, afectando la eficiencia del transporte.
En este sentido, Michelle asegura: “La ciudad tiene muchas opciones de transporte público pero ha empeorado con los años. A raíz del último gobierno, disminuyó la circulación de colectivos y es difícil moverse de noche o madrugada. Creo que podría mejorar con mayor circulación y recuperando descuentos para transeúntes que toman varios transportes para llegar a destino”.
Según Sol, la distancia entre las paradas no es necesariamente un problema para las personas con movilidad reducida ya que “a veces los choferes paran en alguna esquina o se acercan”, pero afirma que lo que más se queja la gente es que los colectivos no se pueden acercar al cordón para accionar el piso bajo o desplegar la rampa en el caso que se requiera porque “hay un problema de espacio en la Ciudad, hay muchos autos y estacionan en las paradas de los colectivos”.
En relación a esto cuenta que tienen una campaña para concientizar sobre el tema, en la que trabajan con tres lemas: “yo tapé una rampa”, “yo ocupé un espacio reservado” y “yo ocupé una parada de bondi”. La acción es pegar un calco con el lema que corresponde al auto mal estacionado. Asegura que el mismo no genera daños en el vehículo y que no cree que “lo hagan con maldad pero falta mucha educación y conocimiento en discapacidad y accesibilidad”. En este sentido, también incentiva a la gente que haga sus reclamos a través de la página web de la fundación: https://accesoya.org.ar/
Pensar una ciudad caminable implica revalorizar el espacio urbano como lugar de encuentro, no solo de tránsito. Implica también cuestionar qué modelos de ciudad se privilegian: ¿un espacio para circular rápido en vehículo privado o uno que invite a recorrer, quedarse y habitar? Algunas conclusiones que se pueden sacar son que hacen falta más políticas públicas en favor de los peatones y las personas con movilidad reducida, que lleven a su vez, a una Ciudad ambientalmente más amigable: más y mejor señalización y semáforos, veredas más amplias y con el espacio público destinado a lo público y no entregado a los negocios privados, reformas en veredas y calles que se encuentran rotas, más rampas e iluminación, y educación vial para que los peatones efectivamente tengan prioridad.
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