OPINIÓN

"Acuña sumo otra batalla, ahora contra las cooperadoras", por Werner Pertot

La de las frases célebres completó el último sector de la comunidad educativa del que faltaba decir una barbaridad. Respuestas de las cooperadoras sobre su rol fundamental.


A Soledad Acuña no le quedan más sectores educativos con los que pelearse: ya denigró a los docentes, a los estudiantes, a los sindicatos y ahora va por más: se peleó con las cooperadoras, que están integradas por madres y padres. Salvo que piense antes de diciembre decir algo sobre no docentes, ya estaría agotando el cartón de sectores a los que ofender. Fue otra vez un video filtrado donde la ministra de Educación porteña se despacha contra las cooperadoras: "En esas comunidades donde las familias son muy fuertes y tienen un perfil ideológico determinado, las conducciones necesitan más acompañamiento del ministerio. Tratamos de acompañarlas para que puedan ir poniendo los límites".  De resolver los problemas que las cooperadoras resuelven a diario, ni habló.

La frase de la ministra se suma, por supuesto, a otras agraviantes hacia los docentes (a los que trató de fracasados), a los estudiantes pobres (de los que dijo que seguro se perdían en los pasillos de una villa para vender drogas) y la lista sigue y sigue.

Con los padres y madres se había metido ya, pero cuando les mandó la policía a sus casas en horas de la noche a entregar una cédula judicial porque sus hijos estaban tomando escuelas (un hecho inédito en los años que llevamos de democracia  e incluso dentro de los gobiernos PRO en la Ciudad).

Por lo cual hay un estilo establecido, al que se suma la negativa a dialogar y dar marcha atrás con cambios polémicos, como el de mandar a estudiantes de quinto año a trabajar gratis de repositor de un supermercado o vender pochoclos en el cine.

Pero esta vez Acuña se las agarró con las cooperadoras. Sentada en una reunión en Barrio Norte, dijo que quieren "gestionar por sí mismas como si fuesen los gerentes o los dueños de la escuela", como "cuando se dieron las situaciones de toma de escuela, o de los alacranes", tomando como ejemplo el Lengüitas. Tiene un plan de acción, dijo, para limitar esa mala influencia: "Mandar comunicaciones directas a las familias", como un modo saltear a estas cooperadoras.

Esto es consistente con la intervención que hizo de la cooperadora de la escuela Alvarez Thomas (una de las pocas que gestionaba un comedor y mantenía un conflicto por el uso de la pileta de la escuela). La idea parece ser limitarlas a su mínima expresión.

Ahora, cualquiera que tenga hijas o hijos en edad escolar sabe que cuando faltan elementos en la escuela o hay que arreglar el edificio, la plata sale de la cooperadora (es decir, de las familias que la integran y de los padres y madres que ponen su tiempo de forma gratuita para administrarla). Las cooperadoras vienen a suplir la ausencia del Estado porteño en resolver todas estas cuestiones. Por lo cual, cabe preguntarse, ¿en qué planeta vive Acuña? ¿Se va a ocupar de resolver alguna de todas las cosas que resuelven a diario las cooperadoras? Porque en su discurso sobre cómo las piensa limitar no se le escucha una sola referencia  a cómo su ministerio va a resolver las serias falencias que tiene el sistema educativo.

Desde las cooperadoras tuvieron que salir a aclarar lo obvio: que no son el enemigo. Sino que hoy en día son básicamente las que sostienen las escuelas: las que pagan los aires acondicionados, el papel higiénico y todo lo que hay entre esas dos cosas.  "Las cooperadoras estamos trabajando incansablemente para que todo sea mejor. Si las escuelas no se caen a pedazos, es porque nosotros estamos sosteniéndolas", denunciaron.

Y exigieron que el Gobierno porteño revea la nueva Ley de Cooperadoras aprobada en diciembre pasado, que –con la doctrina Acuña- las limita y las entorpece, y que mejore los fondos que les envían para en funcionamiento de las escuelas.

Considerando el trabajo que hacen, cualquier Gobierno querría tenerlas de aliadas, dado que le resuelven a la ministra un sinfín de problemas cotidianos de los que –evidentemente- no tiene ni presentes. En cambio, la gestión PRO optó por tener a las cooperadoras como el nuevo enemigo a destruir.

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