OPINIÓN

"Volver a clase rompiendo todos los protocolos", por Werner Pertot

Cuando parecía que no se le podía ocurrir una idea mejor al Gobierno porteño, anunciaron que dan de baja las burbujas y se vuelve a clase como antes de la pandemia

Werner Pertot
Estoy seguro de que algún día los historiadores investigarán esta época de pandemia y se preguntarán por qué, en el momento en que recién se estaba comenzando a vacunar a un sector de la población (niños, niñas y adolescentes), el Gobierno porteño tomó la decisión de hacer como que la pandemia ya no existe y mandarlos a todos a clase como antes de la emergencia del coronavirus. Es así: mientras recién comienza la campaña de vacunación para menores de edad (por ahora, centrada en adolescentes con comorbilidades) no tuvieron mejor idea que salir con un anuncio para la campaña: después de las vacaciones de invierno, las clases vuelven a la normalidad como si nada siguiera pasando.

El anuncio lo hicieron con cara de felicidad tanto Horacio Rodríguez Larreta como su ministra Soledad Acuña. Menos feliz fue el rostro que muestran en los documentos, donde queda en claro que a partir de que terminan las vacaciones de invierno vuelve a regir la obligatoriedad en el sistema educativo, con las consecuencias de faltas y perdida de regularidad para quienes decidan no mandar a sus hijos e hijas. Solo están exceptuados quienes sean grupos de riesgo o convivan con alguien que lo sea. El resto, al aula como antes.

El retorno a lo que llamaron la “presencialidad plena” implica que “más de 700 mil alumnos van a volver a su esquema de clases prepandemia", como se ocupó de anunciar el Gobierno porteño. Esto se hará por tandas: primero los de secundarios, seguidos por los de primaria y, por último, el 23 de agosto, los de jardines de infantes. Eso quiere decir que antes incluso de que haya concluido el invierno van a tener a todo el sistema educativo metido en las aulas como antes de la pandemia. “Ahora la burbuja es el aula”, dijo Acuña, que se olvidó de que ya había decidido eso hace meses. ¿La burbuja será el mundo? O, como suelen ironizar, la burbuja es en la que viven los gobernantes.

¿Cómo se hace para cumplir los protocolos que implican distanciamiento, barbijos y ventilación en edificios que no fueron acondicionados para tal fin (la inversión en infraestructura escolar cayó y sigue cayendo, con recortes constantes) y, al mismo tiempo, amuchar a todos dentro del aula como antes?. La respuesta es sencilla: no se cumplen más los protocolos.

Una evidencia de eso se dio en el Consejo Federal de Educación, donde la Ciudad de Buenos Aires –junto con Mendoza- se negó a aprobar una "guía de condiciones y recomendaciones para habitar la escuela" que plantea que el distanciamiento físico debe seguir siendo de un metro y medio, junto a los protocolos de barbijo, ventilación y lavado de manos también conocidos. Queda claro que esas condiciones están por fuera del plan de Larreta para los estudiantes durante la campaña 2021.

Con algún delay, salieron a criticar esta decisión los ministros de Educación, Nicolás Trotta; y de Salud, Carla Vizzotti. "Es incomprensible que no se quiera respetar el metro y medio de distancia", dijo Trotta. Mientras que la titular de la cartera de Salud señaló que "puede ser un riesgo" para los alumnos. Nada de esto va a importar: desde el fallo de la Corte Suprema que les dio carta blanca, tanto Larreta como Acuña están desatados.

Los gremios docentes UTE y Ademys volvieron a plantear que es preocupante como se manejan con las escuelas: dijeron que es una "provocación" y "un boicot a todos los cuidados". "La pandemia se combate con dos ejes: cuidados y vacunas. Larreta boicoteó todos los cuidados y no consiguió ni una sola vacuna. Ahora lo que quieren es destruir un cuidado que es el metro y medio de distancia", señaló el secretario adjunto de la Unión de los Trabajadores de la Educación (UTE), Eduardo López.

Es difícil no darles la razón cuando el Gobierno porteño se negó, incluso, a comprar medidos de CO2, como les pidieron las cooperadoras. Se sabe que estos aparatos ayudan a saber cuando un aula está mal ventilada. Ante la negativa del Gobierno, la Asociación Cooperadora del Mariano Acosta impulsa la producción de sus propios medidores. Para eso lanzó una campaña de recaudación de fondos y en agosto hará una jornada para la producción de los aparatos. Lo tienen que hacer solas, porque desde el Gobierno porteño no vendrá ninguna ayuda.

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