OPINIÓN

¿Le teme Larreta al factor Lammens?

El presidente de San Lorenzo se lanzó como precandidato a jefe de Gobierno y ya negocia con Victoria Donda y Mariano Recalde. Como influyó la postulación de Alberto para reorganizar el frente político en la Ciudad.

Werner Pertot


¿Será el cisne negro del PRO? Matías Lammens se lanzó a la arena política porteña tomando algunas de las banderas que supo ostentar el macrismo: es “nuevo” (vs el PRO que gobierna la Ciudad hace ya 12 años), viene de “afuera” de la política, tiene modos cordiales y dialoguistas. Eso, sumado a que no representa solo a un espacio kirchnerista puro debería ser suficiente para poner nervioso al jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, que debe lidiar con la caída en las encuestas a la que lo arrastra Mauricio Macri. Recordemos: un candidato con alguna de esas características –Martín Lousteau- estuvo a tres puntos de ganarle en 2015 (lo que hizo Lousteau después con su capital político es otro cantar). La precandidatura de Lammens, que originalmente iba a ser en el espacio de Roberto Lavagna, dio un giro con el lanzamiento de Alberto Fernández, que posibilita un frente mayor en la Ciudad que sume a kirchneristas y a otros sectores políticos.

Hace tiempo que sostengo el siguiente análisis: el candidato que puede derrotar al macrismo en la Ciudad debe reunir ciertas características de lo que supo ser en su momento Aníbal Ibarra: un dirigente progresista, pero no del todo atado al kirchnerismo, que interpelara a la clase media porteña.  Ibarra, recordemos, fue quien derrotó por última vez a Macri, allá por el lejano 2003.  En esa época lo respaldaban tanto Elisa Carrió como Néstor Kirchner. Otro país.

Lousteau, como decíamos, tuvo la chance de ocupar ese lugar, algo que se vio en los rostros de terror de los macristas en la noche del ballotage porteño de 2015, en aquellas fatídicas horas en las que no sabían por el margen de error si ganaban o perdían. Al final ganaron, pero por escasos tres puntos. Lousteau tuvo en ese momento la posibilidad de continuar su carrera como challenger de Larreta. Pero todo lo que hizo lo llevó a dilapidar ese capital político: se fue como embajador de Macri a Washington, volvió a disputar en 2017 en una interna en la que no lo dejaron participar, perdió la mitad de sus votos con respecto a 2015, siguió su camino este año entre las conversaciones con el presidente y sus declaraciones señalando que no es de Cambiemos. Si se le pregunta a él, te dirá que él nunca cambió y mantiene siempre la misma línea política y económica. El problema que tiene es que la sociedad interpretó otra cosa a partir de sus sucesivas acciones.

Lammens empezó hace tiempo a ser una posibilidad de candidato porteño. Los rumores fueron creciendo y se lo mencionaba como parte del armado de Roberto Lavagna en la Ciudad. Una opción no polarizada entre el kirchnerismo y el macrismo. Su destino, en ese espacio, era terminar disputando unas PASO con el socialista Roy Cortina –quien viene haciendo una muy inteligente campaña en redes, que va de animaciones de él con su hijo a sortear libros de Game of Thrones en Instagram-, con Marco Lavagna y tal vez con Matías Tombolini, designado por Larreta en el Consejo Económico y Social porteño luego de que echara de allí a un dirigente de Lousteau, Federico Saravia.

Durante toda la época previa a lanzar su candidatura, Lammens tuvo conversaciones con Mariano Recalde, donde el dirigente porteño intentó sumarlo a su espacio. La principal objeción de Lammens es que no quería ser candidato a jefe de Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a presidenta, porque argumentaba que eso le hacía perder su identidad, que se resumen en la típica frase “con el kirchnerismo no alcanza, sin el kirchnerismo no se puede”. Sus militantes, por otro lado, no estaban del todo alineados con el discurso de Lavagna, por lo que eso también era un problema para Lammens a la hora de hacer campaña con ese candidato a presidente.

La decisión de CFK de postular a presidente a Alberto Fernández destrabó esa situación. “Se alinearon los planetas”, dijeron en el equipo de Lammens. Eso, sumado a que la candidatura de Lavagna comenzó a desinflarse, entre las peleas con Alternativa Federal y la estampida de gobernadores abandonando su apoyo, hizo que Lammens esté hoy negociando con el kirchnerismo y con Donda más que con los socialistas y lavagnistas.

La candidatura de Alberto Fernández no solo le permitió superar ese escollo que él veía, sino también le dio un interlocutor con el que tiene mucho diálogo. De hecho, Lammens estuvo reunido con Alberto antes de que este fuera internado en el sanatorio Otamendi la semana pasada. El objetivo de Lammens no es ir a unas PASO con Donda y Recalde, como propuso Daniel Filmus, que lo llenó de elogios. No: el objetivo de Lammens es hacer una fórmula de unidad con todos adentro. “La idea es que el espacio aporte más que el kirchnerismo. No sirve que se convierta en una interna K”, dicen en su equipo de campaña.

Allí es donde, obviamente, las conversaciones se ponen duras. Según cuentan, los más reticentes a ir a una unidad sin PASO son el sector del presidente del PJ, Víctor Santa María, y el de Victoria Donda, mientras que Recalde estaría más dispuesto a negociar, aunque ya hizo un virtual lanzamiento de su propia precandidatura la semana pasada en la presentación de su libro Gobernar la ciudad. Las conversaciones de Lammens en los últimos días no fueron tanto con Recalde, sino con otro negociador de La Cámpora: Eduardo “Wado” De Pedro.

Ya debería ser suficiente para preocupar a Larreta que se de esta sumatoria de distintos espacios políticos, más el lugar que ocupa el candidato que replica muchas de las cosas que supo mostrar como virtudes el PRO en su llegada: viene del fútbol (como Macri), es novedoso para el sistema político, tiene maneras de expresarse que son cordiales, etcétera.  Son todas cuestiones que pueden impactar en el electorado de una manera que todavía no podemos predecir. Por supuesto, en el Gobierno porteño dicen que no les preocupa, que terminará pegado a los K y eso lo beneficiará a Larreta. Todo está por verse.

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