CULTURA

El Orgullo Diferente

En todo el mundo Orgullo Gay significa que todas las personas tienen derecho a vivir su sexualidad como les plazca sin que ninguna autoridad ni el capricho de terceros quiera someterlos a cualquier norma. Y así sería bueno que siguiéramos pensándolo.

Daniel Molina


Durante mucho tiempo se celebró en la Ciudad de Buenos Aires la Marcha del Orgullo Gay que convocaba -bajo solo ese rótulo- a todas las disidencias sexuales. Eso ya no existe más. Ahora hay una semana del Orgullo LGBTIQ (lesbiano, gay, bisexual, trans, intersex y queer) patrocinada por el Gobierno porteño en conjunto con algunas agrupaciones de la disidencia sexual: se está realizando desde el sábado 27 de octubre y concluirá el sábado 3 de noviembre; tiene una programación muy amplia, con muchas actividades militantes y culturales en distintos puntos de la ciudad.

También habrá una marcha “oficial” del Orgullo (promovida por la mayoría de las organizaciones que venían participando del comité organizador), que está confirmada para el sábado 17. Además habrá una marcha del Orgullo ¿“no oficial”?, convocada para el sábado 10 por cuatro agrupaciones -entre las que está la CHA- que se apartaron, por disidencias insalvables, del comité organizador oficial.

De un bando y del otro esgrimen muchas razones para explicar la ruptura, pero la principal parece ser la toma de posición partidaria que caracteriza a la Marcha “oficial”, que es muy “cercana” al kirchnerismo.

Además de las diferencias partidarias hace ya unos años que, entre los militantes argentinos de las disidencias sexuales, está muy mal visto hablar de “lo gay” como una generalización de las identidades sexuales no normativas (es más, está muy mal visto hablar de lo gay en general: los gays son varones, y hoy ser varón es algo que, en ese ámbito, se ve como un disvalor). Por eso la Marcha (y la Semana) se llaman del Orgullo LGBTIQ.

Es una gran paradoja de la lucha emancipatoria que haya sido aquello que inventó el sistema opresivo para dominar a los disidentes (la identidad sexual como parte esencial de la personalidad y a la homosexualidad como la identidad “enferma”) lo que ahora toman los propios disidentes sexuales para crear nuevas divisiones, según identidades sexuales cada vez más exclusivas, de tal forma que exista una para cada deseo (no sea que se mezcle con el de al lado).

La Marcha del Orgullo porteña surgió en 1992 como del Orgullo Gay. Antes de esa primera marcha (que convocó a menos de 300 participantes, la mayoría de los cuales fueron enmascarados por temor a ser reconocidos) se habían realizado algunos actos en espacios públicos como forma de celebrar el Orgullo Gay -aunque el contexto de los 80 era realmente muy represivo y violento contra los homosexuales-. Recuerdo, entre esos primeros actos públicos, una mateada en Parque Lezama convocada por la CHA en junio 1988 (o quizá de 1987, la memoria puede fallarme), en la que éramos unas 20 personas portando banderas con el Arco Iris y repartiendo unos volantes en los que invitábamos a los poco amistosos transeúntes que se nos acercaban a no temernos por ser homosexuales.

La Marcha del Orgullo Gay internacional (la primera se realizó en junio de 1970 en Nueva York para conmemorar el aniversario de las luchas de Stonewall) tuvo desde el inicio un objetivo claro: mostrar que las identidades sexuales no son algo natural, dado de una vez y para siempre, sino una construcción social que ha sido establecida para poder perseguir a los que no se adaptan a las normas que se pretenden imponer para tratar de domesticar el deseo.

La idea de que la homosexualidad es una identidad sexual fue inventada por la psiquiatría en 1860 y le hizo la vida imposible a todos los varones que eran catalogados como tales (incluso, en la mayoría de los países se la penaba con prisión). A comienzos del siglo XX ya hubo algunos pocos psiquiatras que cuestionaron esta idea, pero fue recién cuando se publicó el informe Kinsey sobre la sexualidad (a mediados de 1950) que se comenzó a pensar el deseo sexual humano como algo fluido, que no se adapta a ninguna norma.

Kinsey demostró -estudiando más de 100.000 casos; no hay ninguna otra investigación semejante- que hay un continuum en el que pueden verse al menos seis grandes grupos, divididos según su deseo sea mayoritariamente homosexual o heterosexual. En una punta de esa línea coloca a un poco más de 15% de homosexuales absolutos (los que bajo ninguna situación desean a los del otro sexo), en la otra punta a un poco más de 15% de heterosexuales absolutos (los que desean solo a las personas de otro sexo), y en el medio hay cuatro grupos (en los que hay un poco más de un 15% de la población en cada uno). Dos de esos grupos tienen deseos homosexuales pero aceptan (al menos hipotéticamente) relaciones con personas de distinto sexo del suyo, y lo inverso sucede con los otros dos grupos: prefieren relaciones heterosexuales pero podrían tener relaciones con personas del mismo sexo.

Kinsey no hizo más que comprobar en la puritana sociedad norteamericana de los años 30 lo que los antropólogos encontraron en todos los pueblos a lo largo de toda la historia: los seres humanos no siguen una norma sexual única y lo que hoy llamamos relaciones homosexuales han sido masivas y consideradas “normales” por la mayoría de las culturas de todas las épocas. Entonces, ¿por qué se prohibió la homosexualidad y se condenó a los homosexuales al maltrato? La invención de la homosexualidad como identidad sexual (es decir, lo que determina la esencia de una persona) fue la producción de un gigantesco aparato de control social. Remplazó a fines del siglo XIX a la que hasta entonces había sido la sexualidad maldita: la masturbación.

La historia cambió el 28 de junio de 1969: una redada policial en el bar Stonewall de Nueva York, uno de los pocos que aceptaba homosexuales (estaba prohibido que los gays entraran a los bares porque no se les permitía tomar bebidas alcohólicas; ¡sí, en 1969 en Nueva York!). Los hombres que iban a ser detenidos por la policía se amotinaron. Los homosexuales que yiraban en las calles aledañas (dado que era una zona tolerante durante la noche) se sumaron a la lucha y durante horas los vecinos del Greenwich Village se solidarizaron y apedrearon a la policía, que tuvo que retirarse.

Esa lucha -que siguió durante las noches posteriores hasta que se llamó a una comisión para rever las prohibiciones contra los homosexuales y garantizar que la policía no volvería a perseguirlos- se considera el hito fundador de la lucha por la diversidad sexual en todo el mundo.

Así nació el Orgullo Gay: inclusivo, abiertos a todos y luchando contra la discriminación. Desde entonces en todo el mundo Orgullo Gay significa que todas las personas tienen derecho a vivir su sexualidad como les plazca sin que ninguna autoridad ni el capricho de terceros quiera someterlos a cualquier norma. Y así sería bueno que siguiéramos pensándolo.

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