ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO

Sobre el aborto

¿Cómo es posible que aún no se haya legalizado el aborto en la Argentina? Para comprenderlo hay que conocer el poder que tiene la alianza de lo peor de la política conservadora con las instituciones que usufructúan con el dolor de la gente y los beneficiarios económicos del fabuloso negocio que mueve al menos 500.000.000 de dólares anuales: el aborto clandestino.

Daniel Molina
Si uno toma el mapa del mundo y pinta de verde todos los países que permiten que las mujeres puedan realizarse un aborto sin ninguna restricción, encuentra que aparecerán pintados de verde los países de América del Norte, de Europa (con la única excepción de Polonia), de gran parte de Asia (en especial China, que tiene un sexto de la humanidad viviendo en sus fronteras), y otros de otras regiones (como Australia, Uruguay o Sudáfrica). Es decir, los países que han legalizado plenamente el aborto son los más desarrollados y los que tienen mayor índice de Desarrollo Humano. Por el contrario, si uno mira el mapa de los países pintados de rojo (es decir, aquellos en los que el aborto aún sigue siendo ilegal) se encuentra con los países menos desarrollados y aquellos en los que el Desarrollo Humano es una deuda pendiente.

Cuando hace 8 años la Argentina legisló a favor del matrimonio igualitario fue vanguardia mundial. Estuvo entre los primeros países en reconocer que los homosexuales son seres humanos con iguales derechos que los demás. Sin embargo, en el tema del aborto, si el miércoles 13 la Cámara de Diputados diera media sanción al proyecto que legaliza el aborto, apenas si saldríamos de la retaguardia de países retrógrados, que prefieren ver morir a sus mujeres por culpa de un aborto mal realizado antes que reconocer que tienen derecho a su sexualidad, su cuerpo y a decidir si quieren o no continuar un embarazo. Ni pensemos en qué lugar lamentable quedaría la sociedad argentina ante el concierto internacional si la mayoría de los diputados vota en contra de los derechos de las mujeres.

Obviamente, no es para quedar bien (o mal) con el mundo que se debería aprobar la legalización plena del aborto. Es porque todas las evidencias y argumentaciones racionales están del lado de los que defienden el derecho a interrumpir el embarazo (y es por eso que hace décadas todos los países desarrollados ya lo legalizaron). Y en un debate sobre derechos humanos y salud pública las únicas argumentaciones que tienen peso histórico son las se basan en evidencias y en la razón. Las creencias de todo tipo, por respetables que sean en el ámbito privado, no tienen nada que hacer cuando se discute una política pública.

Además, no todas las creencias religiosas (por limitarnos a este ámbito) están de acuerdo con prohibir el aborto. Durante casi 1900 años, los principales padres de la iglesia católica no se oponían al aborto, ya que consideraban que el feto no era una persona. En el judaísmo y en el islam las posiciones también están divididas: algunas corrientes de ambas religiones apoyan la legalización y otras no. Y lo mismo sucede con las demás creencias religiosas. Entonces, si hacemos caso omiso de la Constitución, emparentamos la Argentina a una Teocracia y legislamos según preceptos religiosos, ¿a cuál grupo religioso deberíamos someternos, dada la disparidad de criterios?

Por otro lado, todas las encuestas muestran que más del 65% de los argentinos están a favor de que el Congreso legalice el aborto de una buena vez. Las mayores diferencias se producen por edad: los adultos menores de 35 años apoyan la legalización en un 80%, es decir que a medida que pase el tiempo la mayoría de los que están a favor de los derechos de las mujeres será aun más abrumadora que en la actualidad.

Técnicamente, los diputados son los representantes de los ciudadanos, pero eso no sucede en la realidad. Un ejemplo alcanza para verlo más claro. En la ciudad de Buenos Aires casi el 80% de los adultos apoya la legalización del aborto, sin embargo la diputada Carrió obtuvo el 50% de los votos (es decir, representa a la mitad de los ciudadanos de la ciudad en el Congreso Nacional, y se supone que a muchos de los que están a favor de que se legalice el aborto), pero como ella es una militante en contra del derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo dijo que votará en contra de la legalización. No solo eso: su partido, la Coalición Cívica es el único en el que casi todos los diputados (salvo uno) votarán a favor de que el aborto se siga haciendo de manera clandestina.

El kirchnerismo y el actual Gobierno discrepan en casi todo, pero hay un punto en el que los Ministros de Salud de ambos gobiernos argumentaron igual: a favor de la legalización del aborto. Tanto Ginés González García (por el kirchnerismo) como Adolfo Rubinstein (por Cambiemos) se presentaron ante las comisiones de Diputados y con evidencias comprobables, datos de fuentes inobjetables y argumentos racionales apoyaron la plena legalización del aborto.

Si un marciano llegara a nuestro país y viera todo esto se preguntaría, ¿cómo es posible que aún no se haya legalizado el aborto en la Argentina? Para comprenderlo hay que conocer el poder que tiene la alianza de lo peor de la política conservadora con las instituciones que usufructúan con el dolor de la gente y los beneficiarios económicos del fabuloso negocio que mueve al menos 500.000.000 de dólares anuales: el aborto clandestino.

El aborto nunca fue plenamente legal en la Argentina. Desde hace casi 100 años se admitieron un par de causales que lo tornan posible de manera legal (y la interpretación de esas causales se fueron ampliando en la última década). Pero aún ahora hay que realizar una batalla judicial para poder realizar un aborto, incluso los que el Código permite.

Sin embargo, la prohibición no ha logrado jamás que los abortos no se realicen. Las investigaciones muestran un mínimo de 300.000 abortos y hasta medio millón de abortos anuales en la Argentina. Es decir, con la prohibición no solo el aborto no se deja de realizar sino que es masivo. Lo que la prohibición hace es que se los realice de manera insegura, clandestina y poniendo en peligro la vida de miles de mujeres.

El Ministro Rubinstein dijo que casi 50.000 mujeres cada año requieren asistencia urgente del sistema sanitario público por abortos mal realizados (y varias decenas de ellas mueren por esa causa). La inmensa mayoría de estas mujeres que deben ir al hospital público por complicaciones surgidas de abortos clandestinos son pobres, que no tienen los 1000 a 2000 dólares que cobran en promedio las clínicas privadas para hacer abortos en condiciones aceptables de higiene. Aun a riesgo de perder su vida, aun a riesgo de sufrir el peso de la ley, medio millón de mujeres cada año aborta. La prohibición no sirve para nada más que para favorecer el negocio del aborto clandestino.

El 13 de junio la Cámara de Diputados ¿votará a favor de las mujeres o en contra de ellas, apoyará que la Argentina sea un país más digno, respetuoso de los derechos humanos, o preferirá que se siga sometiendo a las mujeres a interrumpir los embarazos no deseados de manera horrible, clandestina e insegura?

El 14 de junio, cuando se juegue el primer partido del Mundial de Fútbol, tendremos la respuesta a esta pregunta.

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