COMUNA 1

La transformación del barrio de San Telmo

San Telmo experimentó una gran transformación en el último tiempo, de rincón de anticuarios a polo gastronómico. Cerraron casi la mitad de los locales de venta de antigüedades, mientras se multiplican restós, heladerías y cervecerías; la feria de Defensa gana espacio.


En los años 70 en San Telmo se organizaba los domingos, en la plaza Dorrego la Feria de Antigüedades y en torno de ella, se instalaron una infinidad de anticuarios, que entonces renovaron la identidad barrial. 
 
Hoy este barrio experimenta una nueva transformación: el éxodo de los anticuarios, la instalación de feriantes y músicos en la calle Defensa los domingos, y la consolidación de un polo gastronómico que sumó cadenas internacionales.
 
Desde hacía casi 50 años los anticuarios ocupaban los locales más codiciados. Pero, acosados por la inflación y los altos costos de las tarifas, sumado a la crisis mundial que viven este tipo de comercios, en los últimos cinco años desapareció casi el 50%, según datos de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo.
 
Los anticuarios que abarrotaban la calle Defensa hoy son reemplazados por negocios de todo tipo como peluquerías, heladerías, bazares y cervecerías. En dos de las esquinas del emblemático cruce de Defensa con Humberto 1º, frente a la plaza Dorrego, funcionan ahora un café Starbucks y una heladería.
 
"La identidad de San Telmo se está yendo por la cañería", lamentó a La Nación Héctor, que atiende el anticuario Duggan y Krause en Defensa 1154, y que pronto cerrará sus puertas para abrir una cervecería. "O cerrás o evolucionás con el entorno", se resignó. El barrio, consideró, se está "palermizando" por la proliferación de la oferta gastronómica.
 
Matías Guevara, que atiende un anticuario en la misma cuadra, expresó que "Antes la gente venía a buscar antigüedades. En cambio, ahora viene más a pasear, a tomar una cerveza o un helado", dijo, y recordó que Burguer King ofreció alquilarles el local.
 
Edio Bassi, presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Histórico, explicó a La Nación que San Telmo se está convirtiendo en un "polo de consumo general", donde la gastronomía es el rubro que más crece. Opinó que, para evitar que se ponga en riesgo la identidad del barrio, el Estado debe establecer reglamentaciones. "Aunque la llegada de Starbucks suma, el hecho de que se ubique en una de las esquinas más emblemáticas del barrio no es positivo", agregó.
 
La ley 4121, sancionada en 2011, autorizó el funcionamiento de siete ferias en San Telmo los domingos, casi todas dedicadas a las manualidades. Además, prohíbe expresamente ejercer el comercio en la vía pública fuera de los espacios rigurosamente consignados. Sin embargo, no se cumple y los feriantes ocupan cinco cuadras de la calle (del 700 al 1100), que deberían estar libres.
 
Bassi dijo que la asociación que preside efectúa reclamos constantes al Gobierno de la Ciudad para que los artesanos sean reubicados en las ferias existentes o que se hagan otras nuevas. En tanto, la opinión de los vecinos está dividida entre los que rechazan a los artesanos y los que dicen que la convivencia es posible.
 
También el Mercado de San Telmo, inaugurado en 1897 y declarado Monumento Histórico Nacional, está sufriendo cambios. Desde su origen y hasta la década de 1970, todos los puestos eran de venta de frutas, verduras y carne. Luego se instalaron anticuarios y negocios de todo tipo. Y ahora la firma dueña del lugar está abriendo una serie de locales gastronómicos orientados al turismo.
 
En las calles alrededor del mercado, como Estados Unidos y Carlos Calvo, abrieron una serie de pequeños restaurantes que ofrecen sofisticaciones, como Los Infernales, donde pueden comerse hamburguesas de pato y choripanes de ñandú.

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