OPINION

Los bárbaros ilustrados

El populismo es una enfermedad dice Vargas Llosa. Opina Longobardi. Aplauden varios. Córdoba, los radicales y el viejo populismo cordobés. La "grasa militante" del ex Ministro de Economía y más en otra semana en la Ciudad de la furia.

Sebastián Fernández
 Hace unos días, la Fundación Libertad, una cofradía de lobbistas conservadores que se definen como liberales, organizó su cena anual en Parque Norte. En esa Feria Masticar para ricos, luego de pagar entre $7.000 y $250.000 el cubierto según la ubicación de la mesa elegida, unos 800 comensales pudieron compartir la panera con invitados selectos: miembros del gabinete nacional, diputados oficialistas, jueces, empresarios exitosos y viejas glorias devenidas en operadores corporativos, como Felipe González,
 
Entre todos, se destacó Mario Vargas Llosa como la figura central del ágape. Entrevistado por Marcelo Longobardi, el autor de Lituma en los Andes confesó que durante su juventud fue un "demócrata confuso". "En Argentina, demócrata confuso se dice peronista", interrumpió Longobardi ante las carcajadas del público. Una aseveración al menos curiosa, teniendo en cuenta que el peronismo –siendo uno de los partidos que mejor salud electoral ha tenido desde su creación- sufrió 2 golpes de Estado y 18 años de proscripción.
 
Vargas Llosa continuó explicando que “el gran enemigo de la libertad es el populismo, un fenómeno que no es fácil de definir porque a veces adopta el extremismo de derecha y otras veces el extremismo de izquierda”. Un colectivo que incluye tanto a Fidel Castro, CFK y Marine Le Pen como a Lula, Donald Trump o el presidente de Irán, Hasán Rouhaní, no parece fácil de ser combatido, y por eso “tenemos que saber que la guerra no la vamos a ganar nunca, sólo vamos a ganar batallas”. Con la certeza de Dr. House, el invitado estelar concluyó que “el populismo es una enfermedad”.
 
Hace casi 90 años, otro escritor, Carlos Ibarguren, pronunció una conferencia en el teatro Rivera Indarte de la ciudad de Córdoba. Es posible que su auditorio fuera tan selecto como el de la Fundación Libertad, aunque el recinto no debía tener el lujo estridente del Golden Center de Parque Norte. El orador había sido enviado por el general golpista José F. Uriburu como interventor de la provincia de Córdoba poco después del golpe que derrocó a Hipólito Yrigoyen, en septiembre de 1930. El objetivo de la conferencia, que sería transmitida por radio a todo el país, era explicar el proyecto político del nuevo gobierno.
 
En aquella época desprovista de peronistas, los demócratas confusos y los populistas corruptos eran los radicales.
 
Ibarguren explicó que el objetivo de los golpistas fue “la destrucción y derrocamiento de la banda rapaz que explotaba el país” y su inspiración, “la necesidad de una revolución que barriera y limpiara el ambiente”. El yrigoyenismo había implantado “una burocracia demagógica (…) para nombrar empleados extraídos de los bajos fondos de la politiquería” y había que llevar adelante “la necesaria limpieza de los órganos infestados”.
 
La burocracia surgida de la politiquería aborrecida por Ibarguren no difiere mucho de la “grasa militante” denunciada por el ex ministro Alfonso Prat Gay. La solución en ambos casos consiste en “limpiar el ambiente” a través del gobierno de los mejores que reemplace a la banda rapaz del populismo. Mauricio Macri buscó a esos mejores por todos lados y los encontró entre sus compañeros de escuela, los gerentes de sus empresas familiares y sus amigos. El general Uriburu, otro entusiasta de la meritocracia, también buscó a los más idóneos y los encontró entre sus familiares, como su primo Carlos Ibarguren.
 
El populismo, hoy como hace 90 años, es un mal que acecha, una banda rapaz, una guerra que no se puede ganar pero cuyas batallas se deben dar y, sobre todo, una enfermedad que infecta los órganos de la sociedad.
 
La barbarie ilustrada consiste, hoy como ayer, en eludir la discusión política- el debate sobre la distribución de la renta y el proyecto de país- y reemplazarla por calamidades imaginarias, categorías imprecisas e indignaciones morales. 

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