DIEGO FERNÁNDEZ, SECRETARIO DE INTEGRACIÓN SOCIAL Y URBANA

“Si alguien cree que se pueden urbanizar las villas en dos años que nos de la fórmula”

De ser CEO de una cadena de helados pasó a integrar el Gobierno porteño: hoy es el encargado de la urbanización de la Villa 31. Promete que las obras estarán terminadas a fines de 2018.

Werner Pertot
Foto: Eliana Waiser
Siempre que entro al barrio, me muerde un perro. Nunca zafo”. Diego Fernández camina por la Villa 31 y saluda a los vecinos que ya se acostumbraron a su presencia: es el encargado por el jefe de Gobierno para la urbanización de la 31 y la 31 bis, una de las promesas que hizo Horacio Rodríguez Larreta al comenzar su gestión. Llegado del mundo gerencial, Fernández transitó la gestión porteña de Mauricio Macri como jefe de gabinete del Ministerio de Educación y hoy es el secretario de Integración Social y Urbana. En este reportaje, hecho en el medio de la villa, responde a las críticas de la oposición a los proyectos que viene impulsando el Gobierno porteño: “Si hubiéramos empezado con la 1-11-14, nos dirían que por qué no empezamos por la 31”, advierte.

-¿No falta un proyecto integral para las villas?

-¿Qué sería un proyecto integral?

-Una de las críticas que se plantea es que falta una suerte de plan maestro para todas las villas.

-Es un error eso. Si creemos que hay una integralidad sobre cómo solucionas urbanamente la 21-24, la 1-11-14, la 31 y la Rodrigo Bueno, yo creo que eso es producto de no conocerlas. Que es lo que sí hacemos de manera integral: los modelos de integración social y acompañamiento familiar. Eso sí lo trabajamos de manera integral. Los planes de urbanización y de integración social en cada barrio deben ser específicos para cada barrio. La realidad de cada barrio es distinta. Las poblaciones son diferentes. No tratarlo de manera individual, para mí, es nivelar para abajo.

-Otra crítica habitual es que empezaron a urbanizar las villas relacionadas con algún proyecto inmobiliario. La 31 con el valor de la tierra en Retiro, la Rodrigo Bueno con el barrio Solares Santa María del grupo IRSA…

-¿Y la Villa 20?

-Lo relacionan con la Villa Olímpica. Dicho de otra manera, ¿por qué no hay hoy un proyecto para la 1-11-14?

-Porque si hubiéramos empezado por la 1-11-14, nos dirían: ¿por qué no empezaron por la 31? Si hubiéramos hecho uno para la 21-24, nos dirían: ¿por qué no hicieron para la 1-11-14? La verdad es que el jefe de Gobierno tiene un objetivo bien claro: trabajar para que Buenos Aires sea una ciudad sin villas. Si alguien cree que se puede hacer en dos años que nos den la fórmula. No creemos que las ideas tengan un color político. Las ideas sirven o no sirven. Nosotros planteamos una Ciudad sin villas: la 31, Rodrigo Bueno, Fraga, camino de sirga, villa 20 están pasando por procesos de integración. Estamos trabajando con (Juan) Maquieyra, del IVC, en el proceso de integración de la 1-11-14. Vamos a ir a integrar todas las villas.


El jefe de Gobierno tiene un objetivo bien claro: trabajar para que Buenos Aires sea una ciudad sin villas. Si alguien cree que se puede hacer en dos años que nos den la fórmula.



-El PRO viene gobernando hace nueve años. ¿Por qué la urbanización empieza con Horacio Rodríguez Larreta y no comenzó con Mauricio Macri en 2008?

-Las tierras no eran nuestras. Acá (en la 31) no podíamos licitar.

-Pero en las otras sí…

-No, en casi todas teníamos un problema de tenencia de tierras. Y en esta en particular, un problema grave. En el año 2009, la Ciudad le inició un juicio al Gobierno nacional pidiéndole que nos de las tierras. Igual que con la policía. Pedíamos que nos entreguen las tierras. Después si hacemos las cosas mal, la gente no nos elegirá. Ese es nuestro trabajo.

-¿No avanzaron antes con la urbanización porque el kirchnerismo se negaba?

-No… Yo trato de no plegarme a teorías conspirativas. ¿Cuál es la realidad? Les dijimos: ‘Dennos las tierras’. No nos las dieron. Les hicimos un juicio para que nos permitan hacer obra. Para eso tenía que tener posesión del terreno. Un juez ordenó que se frene el ingreso de materiales y se controle la construcción. El kirchnerismo tuvo una semana la policía acá y Aníbal Fernández la sacó. Y nunca más se hizo nada.

-En todas las otras, en la 20, en la 21-24, ¿también había un conflicto de tierras con el Gobierno nacional?

-Bueno… Hubo conflictos con el Gobierno nacional en todas. Lo que hicimos fue ir trabajando ordenadamente para armar un plan, que lo pudimos hacer ahora que tenemos la colaboración del Gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires. La problemática es global.

Foto: Eliana Waiser


La sede de la Secretaría de Integración Social en la entrada de la Villa 31 es un hervidero. Se trata de un módulo estilo container, donde los empleados -la mayoría jóvenes- trabajan sin cesar en una extensa hilera de mesas con computadoras. Sobre las paredes hay ploteos con sectores de la villa: Bajo autopista, Cristo Obrero, Güemes, Playón Oeste. Entre ellos, hay carteles de ATE convocando a las protestas contra Macri. En una mesa con folletos de ATE, hay una planta de plástico. Alguien le colocó arriba un cartel que dice: “Aquí esta es la única planta permanente”. En contraste, la oficina de Fernández (que está en plena villa) es mucho más apacible. Esta sobre el CEDEL, un centro de capacitación y desarrollo laboral. Un plasma de 40 pulgadas contrasta con la telaraña de cables y las casas de material que se ven por la ventana. Fernández cuenta que es el despacho que usa Larreta para hacer reuniones en el barrio.

-¿Cómo viene avanzando el proyecto en la Villa 31?

-El proyecto viene avanzando super fuertemente. Hoy tenemos 17 obras de forma simultánea. Vamos a llegar este año a tener 47 obras ejecutándose en forma simultánea. Es un plan de obras super ambicioso. Lo primero que encaramos, hace dos meses, es lo que no se ve: lo que va debajo de la tierra, la infraestructura. Son seis cosas: agua potable, desagües cloacales, pluviales, pavimento, iluminación pública y tendido de redes de servicio (fibra óptica y electricidad). Eso lo estamos haciendo con los diseños aprobados por las compañías de servicios públicos (Edenor, Edesur, Aysa). Tienen que ser redes que tengan las mismas características técnicas que el resto de la Ciudad.

-¿Cuánto tiempo les va a llevar que tengan los mismos servicios?

-Hasta el mes de noviembre de 2018. Un año y medio más. Lo último que se conecta es la red de electricidad, porque se hace todo junto. Tenemos que rehacer la red de media tensión y cambiar los cables de baja tensión que se ven ahora y que no cumple con los requisitos de seguridad. Eso vuela todo. La red cloacal va sector por sector. También estamos trabajando con espacios públicos: estamos haciendo la cancha 9 con sintético, para que el barrio la pueda utilizar. También plazas y el playón. También estamos con las obras de mejoramiento de vivienda: ahora en marzo, estamos terminando 76 obras en una prueba piloto que iniciamos en 2016. Por último, los edificios públicos como el CEDEL, que antes era un antro narco y hoy es un edificio público. Estamos abriendo un centro de salud nuevo en el galpón (el centro cívico del barrio) y todos los servicios del Estado (ANSES, RENAPER, ATAJO). Además, el Ministerio de Educación se va a mudar a la mitad del barrio 31. Es tal vez la definición política más importante.

Según la Encuesta Permanente de Hogares, el 80 por ciento de los jóvenes de 18 a 25 años en la Ciudad tienen el secundario completo. Y en la 31, el 73 por ciento no lo tienen.



-¿Por qué?

-La 31 tiene un problema serio de educación. Uno hoy entra y lo que le llama la atención es que los cables están puestos mal, que las calles son más chicas, que las casas no tienen el revoque. Esa no es la diferencia más importante: la Encuesta Permanente de Hogares dice que el 80 por ciento de los jóvenes de 18 a 25 años en la Ciudad tienen el secundario completo. Y en la 31, el 73 por ciento no lo tienen. Esa es una de las diferencias que tenemos que solucionar. Los chicos de la 31 tienen que tener los mismos niveles educativos que el resto de la Ciudad. En el edificio que vamos a construir para el Ministerio de Educación, va a haber una escuela inicial y una escuela primaria. Además, vas a tener 3000 personas que van a venir a trabajar a la 31. Eso hoy no pasa. Hoy los habitantes del resto de la Ciudad vienen muy poco a la 31. Y con esa actividad económica, florece todo: el café, la verdulería, el tipo que vende empanadas…

Foto: Eliana Waiser


Fernández no es un recién llegado al PRO (no le gusta el término “macrismo”; quizás le suena personalista). Fue uno de los creadores en 2008 de G25, la ONG con la que Guillermo Dietrich y Esteban Bullrich buscaban atraer gerentes del sector privado a la actividad política. Fernández mismo tenía ese perfil: fue CEO de las heladerías Persicco, tuvo una empresa de productos lácteos que se llama Main Process S.A. (la vendió a un grupo austríaco) y hasta su propio restorán de sushi Dashi (del que también se desprendió). Cuando asumió como jefe de Gabinete de Bullrich en el Ministerio de Educación porteño, en diciembre de 2009, le dijo que le iba a dar dos años de su vida a Estado y luego volvía a la actividad privada. Pasaron ya ocho años y sigue en la gestión PRO. Su pareja llegó incluso antes que él: se trata de Mercedes Miguel, actual secretaria de Innovación y Calidad en el Ministerio de Educación nacional. Ella comenzó asesorando en educación a Francisco De Narváez y luego formó parte de la gestión porteña como directora del Planeamiento Educativo. Terminaron trabajando juntos en el mismo ministerio, pese a que llegaron por caminos distintos. De ser CEO, finalmente, Fernández pasó a estar a cargo de la urbanización de la villa 31. “La transformación que esto produce en vos es más grande de la que vos producís. Hoy siento que tengo el mejor proyecto del planeta tierra y que vamos a generar la mayor transformación urbana de los últimos cien años”, se entusiasma Fernández.

-¿Cómo se están dando las conversaciones con los vecinos de la 31?

-Estamos trabajando mucho para que los vecinos de la 31 tengan los mismos derechos y las mismas responsabilidades. Hay instalado en algún sector de la sociedad la creencia de que los vecinos de la 31 no quieren pagar impuestos y es absolutamente errada. El vecino de la 31 es el primero que te reclama poder pagar la luz, el agua. Porque eso les da derechos. Si yo pago, les puedo reclamar. Hoy como vecino de la 31 no le podes reclamar a Edenor, porque no sos cliente formal. El vecino es el primero que reclama eso.

-¿Está funcionando el diálogo con las comisiones de vecinos?

-Cada obra, la logística es un lío. Eso genera tensiones, necesidad de conversar y dialogar. La realidad es que si estás y estás dispuesto a escuchar, te terminas poniendo de acuerdo. Los casos en los que no nos ponemos de acuerdo son mínimos.

Fue CEO de las heladerías Persicco, tuvo una empresa de productos lácteos que se llama Main Process S.A. y hasta su propio restorán de sushi Dashi. De ser CEO, finalmente, Fernández pasó a estar a cargo de la urbanización de la villa 31.

 

-Y, en particular, ¿cómo son las conversaciones con los habitantes del bajo autopista, que quieren reubicar?

-Esa parte es la más delicada de todas. Y está bien que así sea. Estamos conversando en todos los sectores de reubicación: desde el extremo norte del barrio, en Cristo Obrero, en el que estamos haciendo una redefinición de ese barrio, construyendo 140 obras nuevas, y las conversaciones son un continuum. Está bien: es un tema que es difícil, que hay que hablarlo vecino por vecino. Lo importante es que estamos haciendo viviendas nuevas, de alta calidad, basadas en el proyecto que hizo el arquitecto Javier Fernández Castro.

Foto: Eliana Waiser


Fernández camina por la villa mostrando renders en su celular último modelo. “Eh, te lo van a arrebatar”, le avisa un pibe con gorra. Nada de eso sucede. Incluso, algunos vecinos se le acercan a saludarlo. La 31 todavía se sigue pareciendo a la 31, pero se ven más obreros con casco picando la vereda. La mayoría son cooperativas de trabajo integradas por los propios habitantes. Lo que se licitó a empresas privadas fue el trabajo con las fachadas de las casas. Sobre el playón oeste, se ven las primeras fachadas restauradas y otras todavía con andamios. También que las escaleras caracol de las casas tienen ahora una protección. No todas están en obra: los habitantes deben aceptar la refacción y hay sectores que se niegan. El trabajo se hace sobre el edificio original, dado que son muy pocas las casas con peligro estructural: menos del 3 por ciento son irrecuperables, según los cálculos del Gobierno porteño. Contra los prejuicios de siempre, queda claro que las construcciones están bien hechas. Después de todo, muchos de los que habitan allí tienen el oficio de albañil y saben lo que hacen. Fernández indica que el principal cambio hasta ahora es la retirada de los narcos, luego del megaoperativo que comandó el juez Ariel Lijo en abril de 2016. No obstante, todavía el barrio está muy lejos del ideal que se proyecta y se promete.

-Hace un par de semanas, después de las lluvias, se inundaron las manzanas que habían inaugurado usted y el jefe de Gobierno. ¿Cómo se explica?

-La calle 104 se conecta al resto de los desagües pluviales del barrio. Fue una semana de muchas lluvias y ¿qué es lo que pasó? Estaba tapado el caño no de la obra nueva sino de la obra anterior que estaba a continuación. Esa inundación –que, lamentablemente, ocurrió- puso sobre alarma de decir: “Ojo, hay algo que está obstruyendo el caño de adelante”. Se desobstruyó el caño, volvió a llover y no pasó nada. Fue un tema coyuntural de ese momento.

-Desde el Observatorio del Derecho a la Ciudad cuestionan que se hagan inauguraciones de manzanas “mientras la red cloacal sigue conectada a la precaria red de desagües”.

-Respeto su opinión, pero creo que es importante festejar el comienzo de las obras. La inauguración es el comienzo. La conexión a AYSA va a ocurrir con el final de las obras. La verdad es que conozco a los vecinos de la 104 y están felices con lo que ya se hizo. Ese lugar era kafkiano. Empezamos por ese lugar, que no lo ve nadie y no lo conoce casi nadie fuera de la 31, porque era el peor lugar. La primera vez que entré caminando ahí en octubre de 2015 era un barrial los 365 días del año. Sabía que lo primero que teníamos que hacer es solucionarle la vida a esas familias. Hoy les cambió la vida: se juntan a la noche a tomar mate en la vereda. Los chicos pueden jugar a la pelota. No inauguramos una calle, sino ese tipo de vida.

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