PEQUEÑA SALTAMONTES

El oficio de ser papá

Ser papá es exactamente como dicen todos los clichés conocidos. Te cambia la vida y te llena de alegría, pero también es un quilombo importante y no tenés forma de desenchufar el módem para resetearlos cuando algo se complica.

Mariano Heller
Podría escribir sobre el fallo de la Corte Suprema que puso un freno a los aumentos en el gas, sobre los últimos días de los Juegos Olímpicos o sobre algún bobo vaivén que haya sacudido las redes sociales, pero hoy voy a ir por el lado personal.

¿Por qué tomaré este camino? Simple, hoy mi hija de DIEZ años, mi pequeña saltamontes, tiene una fiesta. Es el cumpleaños de una de sus amiguitas, pero lo novedoso es que habrá baile, una actividad recreativa prácticamente de adolescentes.

Entiendo que muchos dirán que le doy demasiada trascendencia a algo que no es tan especial. Es probable, pero hay cosas que uno no maneja, y ésta es una de ellas. Sé que algunos de los que son padres me entenderán y sentirán en momentos así que fue el mes pasado cuando estaban aún en la cuna y hace una semana que empezaron a caminar y de repente están yendo a una FIESTA. 

"Ser papá es exactamente como dicen todos los clichés conocidos. Te cambia la vida, te llena de alegría, te pone en ese lugar increíble de decir “por esa pequeña persona haría cualquier cosa”.

 

Ser papá es exactamente como dicen todos los clichés conocidos. Te cambia la vida, te llena de alegría, te pone en ese lugar increíble de decir “por esa pequeña persona haría cualquier cosa”. Esa es la parte que contamos. La que muchas veces no transmitimos es que nos la complican bastante también. Ser padre es un quilombo importante. En varios sentidos. En estos tiempos por ejemplo, mi tarea primordial como padre aparte de educar y acompañar a mi hija en su crecimiento es la de ser remisero y llevarla de acá para allá.

Y obviamente, también lo comenta todo el mundo, las criaturitas no vienen con instrucciones. Ya vienen armadas en general, lo cual no es un dato menor, pero hacerlas funcionar apropiadamente es un lío importante. Y no hay botones para apretar, y no tenés forma de desenchufar el módem para resetearlos cuando algo se complica. 

Yo ya no estoy en el punto donde la quiero apagar por momentos. Lo que quisiera ahora es retrasar sustancialmente su crecimiento. No dejarla pequeña para siempre, eh! Para nada. Me encanta verla crecer. Pero, ¿por qué tan rápido? La sensación es que cierro los ojos y un día inexplicablemente voy a estar en su ceremonia de graduación universitaria. Me aterra eso, aunque por otro lado me encanta imaginarla logrando los grandes objetivos que se vaya planteando.

Uno cree que cuando es padre va a poder ir “moldeando” a sus hijos según las propias convicciones, inculcando valores generándole intereses. Algo de eso hay, pero lo cierto es que estos pequeños demonios vienen con sus propios chips y uno termina lógicamente cediendo en muchas cosas para verlos felices. A título de ejemplo les cuento que voy religiosamente todos los miércoles a buscarla a circo, la última actividad que alguna vez hubiera querido que haga. Pero le encanta, y quien soy yo para quitarle ese disfrute que a ella tanto le gusta.

"Ser padre es una tarea complicada. Lo vivo con mucha alegría casi siempre y con algo de sufrimiento otras veces. Verlos crecer es tan maravilloso como angustiante y nada te va preparando para enfrentar las distintas etapas".



Se vienen tiempos difíciles. Esta preadolescencia temprana en los tiempos de las redes sociales y la hiper comunicación permanente me aterra. Y la muy cercana adolescencia me da pánico. Obviamente por los “peligros” de que empiece a tener su propio vuelo, pero también porque se me acaba esa época de poder llenarla de besos en la puerta del colegio porque le empiezo a dar vergüenza o de que tenga muchas más ganas de pasar sus fines de semana o vacaciones con amigas y amigos que conmigo. En fin… 

Y ni empecemos a hablar de los momentos de la llegada de los novios. Lejos estoy de sentirme cerca del estereotipo de padre “guardabosques” que muchos mencionan, pero muchas veces siento que me voy a parecer al personaje “padre progresista” de Capusotto. Qué pesadilla. De existir Dios, sé que me va a castigar por no creer en él enviándole a mi pequeña saltamontes un novio peronista y de River lo cual seguramente me hará caer en el alcoholismo para intentar superarlo. Hace años imaginaba a un joven delincuente juvenil conquistándola, robándome el diario a la mañana y vaciando la heladera aparte de hurtarme a mi hija. Ahora al menos leerá el diario en el celular. Una tortura.

En definitiva, como les decía, ser padre es una tarea complicada. Lo vivo con mucha alegría casi siempre y con algo de sufrimiento otras veces. Verlos crecer es tan maravilloso como angustiante y nada te va preparando para enfrentar las distintas etapas. Esta noche tenemos baile y casi que usé esta columna a modo de sesión terapéutica. Sé que varios de ustedes me entenderán y comprenderán mis angustias. Yo me iré a cenar durante la fiesta, cortaré clavos esperando para ir a buscarla poniendo cara de nada me preocupa.

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