RIO 2016

Todos somos Bonadeo

La derrota, digna o no, tiene en los Juegos Olímpicos un valor importante. Esto sucede incluso para nosotros, los campeones mundiales del exitismo. La existencia del podio, hace que se festeje la medalla dorada pero también la de plata y la de bronce.

Mariano Heller
Me vengo drogando duro y parejo con los Juegos Olímpicos. Debo reconocer que no es algo novedoso para mí. Los sigo con bastante interés desde Los Ángeles 84 y me parecen apasionantes. Ahora, con la posibilidad de poder seguirlos por un millón de canales distintos y encima por Internet, estoy absolutamente adicto. Me relajaré un poco entonces y saldré de la vorágine de la realidad nacional para contarles un poco mis sensaciones respecto de los mismos.

Amo que me expliquen un millón de veces la diferencia entre olimpiadas y Juegos Olímpicos. Obviamente corrijo con ahínco al irrespetuoso que utilice mal los términos. Sigo las ceremonias de inauguración con preocupante atención, no tanto los bailes autóctonos pedorros y los espectáculos, pero sí el interminable desfile de las delegaciones donde hago fashion emergency respecto de los atuendos de los deportistas y me ilusiono viendo a algunos participantes que son incluso bastante mayores que yo. No descarto ponerme a entrenar tiro o alguna cosa así para llegar a los próximos juegos. Aparte me enloquece descubrir la participación de países cuya existencia prácticamente desconocía o de otros que tiene realidades horripilantes pero que igual participan.

"La derrota, digna o no, tiene en los Juegos Olímpicos un valor importante. La existencia del podio, hace que se festeje la medalla dorada pero también la de plata y la de bronce".

 

Adentrándonos ya en las prácticas deportivas, me maravillo de verme a mí mismo siguiendo cualquier tipo de deporte que, si fuera transmitido en otro contexto, no vería ni con orden de un Juez federal. Me he encontrado viendo tiro, esgrima, natación, saltos ornamentales, cualquier cosa. Reconozco que he quedado pseudo trastornado intentando comprender cuándo se gana un punto en esgrima o en judo. Se prenden luces, se levantan banderas. No entiendo nada, pero festejo a lo pavote que les vaya bien a mis favoritos.

Por supuesto que merece un párrafo aparte la pasión con la que seguimos cualquier competencia en la que participa un connacional. Lloré con el oro de la Peque Paretto, cómo no hacerlo. Y seguí a los Pumas, las Panteras, las Leonas, los Leones y demás animalitos que llevaran la celeste y blanca.

No sé si lo notaron, pero la derrota, digna o no, tiene en los Juegos Olímpicos un valor importante. Esto sucede incluso para nosotros, los campeones mundiales del exitismo. La existencia del podio, hace que se festeje la medalla dorada pero también la de plata y la de bronce. Y también están los diplomas olímpicos. El clima que se vive en este sentido es distinto. Tiene que ver con valorar la superación de la propia marca personal, la posibilidad de meterse y codearse con la élite del deporte mundial. Recuerdo los primeros días a una joven compatriota, no recuerdo en qué deporte, llorando emocionada porque había salido vigésima. Me encantó. Incluso para muchos, el sólo hecho de estar allí es un triunfo espectacular. Cruzarse con deportistas de élite que caminan igual que ellos por la villa olímpica, compartir momentos inolvidables aunque salgas último.

También me impresiona mucho la locura de los argentinos que están en Río. No suelo sentirme muy orgulloso del accionar de nuestros compatriotas en el exterior, pero en este caso emociona. No hay partido que juegue algún equipo o deportista argentino en el que las tribunas no sean un espectáculo. Esa cultura del aguante en el buen sentido, de alentar a los nuestros, de estar siempre, me resulta espectacular. 

"Todavía necesito que alguien me explique cómo hace Bonadeo para saber tanto de tantos deportes. Y más aún, cómo hace para estar todo el santo día transmitiendo sin parar. Debe tener tres o cuatro clones, sino no se explica".

 

Y lo cierto es que aunque nuestros representantes se sienten acompañados con tanto aliento, muchos deportes van llegando a niveles admirables de profesionalismo. Escuchar a Velasco, el entrenador del voleibol o a Manu Ginobil explicando que todo bien con la actitud, que es importante “poner huevos” pero que lo trascendental pasa por la lucidez de los deportistas, es una bocanada de aire fresco. Se gana con actitud pero sobre todo con inteligencia y jugando bien. Al deporte que sea. 

Merecen obviamente su propio comentario aquellas presencias que vemos hasta en la sopa en los Juegos Olímpicos. Todavía necesito que alguien me explique cómo hace Bonadeo para saber tanto de tantos deportes. Y más aún, cómo hace para estar todo el santo día transmitiendo sin parar. Debe tener tres o cuatro clones, sino no se explica. Casi todos queremos ser como él durante los Juegos. Y también están los ex deportistas que comentan en todos los canales o un Cachito Vigil que rompe en llanto por algún gol agónico del hockey.

Quedan aún unos días más de Río 2016. Ojalá ustedes estén disfrutando estos juegos tanto como yo. Entendiendo algunas cosas, tocando de oído muchas otras. Intentando también comprender por qué en algunos deportes están los mejores del mundo y en otros no. Por qué no vemos a un Messi o Cristiano Ronaldo en fútbol o a un LeBron James en basquet. Pero en cualquier caso rescatando ese espíritu único que tiene esta competencia. Disculpen por este emotivo final. Me tomo el cuerpo Cachito Vigil.

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