OPINIÓN

La Reforma Política y la fascinación mecánica

La reforma, a pesar de ser necesaria, parece haberse obsesionado con el dispositivo de votación (cuestionado en todo el mundo). La prioridad debe ser crear instituciones fuertes capaces de implementar los cambios, y luego recién llevarlos adelante.

Natalia Fidel
Actualmente, en la Cámara de Diputados de la Nación, se debate un proyecto de Reforma Política para nuestro país que, entre varias cuestiones, pone el foco en la modificación de nuestro instrumento de votación. El cambio propuesto consiste en pasar de las tradicionales boletas de papel multipartidarias a una boleta única, impresa por un dispositivo electrónico.

Es innegable que este tipo de iniciativas tienen buena aceptación entre los ciudadanos ya que, a priori, facilitan la logística del proceso de votación. Más aún con las deficiencias del actual mecanismo de boletas. No obstante, si bien la máquina aporta rapidez tiene un costo invisible: la pérdida de capacidad de control y la fiscalización que pueden hacer las personas con otros instrumentos. Si bien es cierto que el escrutinio manual es susceptible de errores, estos pueden ser identificados y advertidos por las propias personas que los cometen o por quienes luego hacen el escrutinio definitivo. El error que comete un software difícilmente pueda ser percibido por un ciudadano común.

Si bien no hay dudas de que era necesario mejorar el mecanismo, esta reforma parece haberse obsesionado tan sólo con el dispositivo de votación (no ajeno a cuestionamientos en todo el mundo), olvidando que este es simplemente la punta del iceberg de un sistema más complejo que debe tener la solidez necesaria para asegurar, en última instancia y en cualquier caso, procesos trasparentes y legítimos.

Por ejemplo, ¿por qué no se avanzó, en primer lugar, en fortalecer y dar mayor independencia a las autoridades electorales vigentes si se sabe que la implementación de la boleta electrónica a escala nacional implicará encarar un proceso muy complejo y riesgoso? Con la propuesta anunciada se le está pidiendo a las autoridades electorales que asuman una tarea descomunal, pero sin dotarlas de las herramientas necesarias y los plazos razonables para lograrlo. La lógica indicaría que la prioridad debía ser crear instituciones fuertes capaces de implementar los cambios, y luego recién llevarlos adelante. No al revés.

Otra cuestión fundamental que olvidó tratar esta reforma tiene que ver con la Ley de Partidos Políticos. Actualmente, en Argentina hay 632 partidos reconocidos, un promedio de 26,33 por provincia. Muchos. El sistema necesita que se generen incentivos para conformar alianzas más sólidas, que permitan dar una discusión seria respecto a qué tipo de partidos queremos para el siglo XXI (debate que aún tenemos pendiente desde la crisis del 2001). En cambio, la reforma que se presentará anuncia cambios en las PASO, pero solo para “podar” un poco la oferta de candidatos, y lo hace, a rigor de verdad, para que se adapte al nuevo mecanismo de Boleta Electrónica. Otra vez, se invierte la secuencia lógica.

La fascinación por la máquina (que muchos países con sistemas democráticos centenarios ya han probado y abandonado por la boleta única manual) ha hecho que se pierda el eje de lo que realmente importa: contar con instituciones fuertes e independientes capaces de implementar procesos complejos que gocen de legitimidad y credibilidad ante la sociedad. Objetivo fundamental para un verdadero fortalecimiento de cualquier sistema político.

Natalia Fidel es Diputada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por ECO y presidenta de la Comisión Especial de Reforma Política de la Legislatura Porteña.

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