LOS GRISES DE LA VIDA

Aprender a separar

Esa necesidad que tienen muchos de poner todo en términos absolutos de blanco o negro hace que nos olvidemos de que casi siempre las vidas de todos transcurren dentro de la gama de los grises.

Mariano Heller
La situación que se generó esta semana con Hebe de Bonafini, su negativa a presentarse a declarar y las repercusiones de la orden de detención dictada por el juez federal Martinez de Giorgi fueron la inspiración para esta columna.

De ninguna manera me meteré en el fondo de la cuestión. Carezco de voluntad para pelearme con todo el mundo y realmente no es un tema que me interese abordar hoy. De todos modos analizaré un poco cuales fueron las reacciones de muchos frente a la mencionada orden de detención para intentar explicar una de las tantas enfermedades que creo tenemos como sociedad.

"Esa incapacidad de separar aquella lucha por los derechos humanos, sin dudas admirable y respetable, con esta situación de llamado a indagatoria con firmes sospechas por parte del juez, me parece demencial. Una no invalida a la otra".



Más allá de la discusión técnica sobre la declaración de rebeldía o si alguien puede ser obligado a ejercer un derecho, me impresionó mucho la reacción de una buena cantidad de gente que argumentaba que no se podían meter con Hebe por su lucha histórica en defensa de los derechos humanos. Esta incapacidad de separar aquella lucha, sin dudas admirable y respetable, con esta situación de llamado a indagatoria con firmes sospechas por parte del juez, me parece demencial. Una no invalida a la otra. Y las dos son cuestiones pesadas e importantes.

Otro ejemplo de este tipo de personajes es Diego Armando Maradona. Por ser el mejor jugador de fútbol de la historia, mucha gente ha decidido perdonarle todo. Incluso expresa esa situación a viva voz “yo al Diego le perdono todo”. Lamento no poder evitar separar su interminable e indiscutible talento futbolístico de su panquequismo político o las públicas barbaridades que conocemos e implican no reconocer hijos o maltratar a su familia. Se puede ser el mejor de la historia del deporte más popular del mundo y a la vez demostrar que en el resto de los órdenes de la vida dejás muchísimo que desear. No veo por qué hay que comprar el combo completo.

Para completar la lista de ejemplos de este estilo, se me ocurre uno que nos toca de cerca a los que tenemos algo que ver con el derecho. Es el caso del ex magistrado de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni. Se puede separar sin dudas al muy respetado y respetable académico del derecho penal (coincidamos o no con sus posturas) del personaje al que algunos deciden perdonarle su accionar como juez de la dictadura o tener prostíbulos en departamentos de su propiedad. También le perdonamos su falta de independencia al declarar sobre cuestiones políticas mientras era magistrado. Se le ha exigido mucho menos de lo que se le exige al resto de los mortales. Aún no me explico los motivos. Lo que tengo claro es que si imagino a otros personajes en situaciones similares no vislumbro perdón posible.

"Agrego a todo esto mi pequeña experiencia personal. Twitter está lleno de seres de luz que creen que porque me llamo Mariano Heller tengo que necesariamente ser pariente de Carlos Heller, el banquero comunista. Esto ha llevado a muchos a insultarme creyendo que tengo relación con él o a otros a seguirme por los mismos motivos".

 

Estas dificultades para separar se dan también en otros terrenos. Uno de los más comunes es el familiar. Muchos asumen, por ejemplo, que el hijo o la hija de un delincuente, necesariamente tomará un camino similar o que la descendencia de una persona exitosa o admirable por algún motivo necesariamente seguirá un camino idéntico. Está claro que puede pasar, pero también está claro que puede pasar todo lo contrario. Nos manejamos en este sentido con un nivel de prejuicios preocupante. Siempre recuerdo en relación a este tema a Máxima Zorreguieta y las críticas que recibió en su momento porque su padre había tenido relación con la dictadura militar, como si eso la hiciera cómplice a ella que era una criatura en aquella época. Absolutamente demencial.

Agrego a todo esto mi pequeña experiencia personal. Twitter, por ejemplo, está lleno de seres de luz que creen que porque me llamo Mariano Heller tengo que necesariamente ser pariente de Carlos Heller, el banquero comunista. Esto ha llevado a muchos a insultarme creyendo que tengo relación con él o a otros a seguirme por los mismos motivos. Incluso algunos indigentes neuronales llenos de odio me han insultado creyendo que soy él. No, amiguitos, no soy ni hijo, ni hermano, ni sobrino ni nada de Carlos Heller. No coincido en absolutamente nada con él salvo que ambos somos hinchas de Boca. Ahora bien, si fuera pariente de Carlos Heller, ¿tengo necesariamente que pensar como él?, ¿soy automáticamente miembro del mismo espacio político? ¿Es posible que haya gente tan básica?

"Esa necesidad que tienen muchos de poner todo en términos absolutos de blanco o negro hace que nos olvidemos de que casi siempre las vidas de todos transcurren dentro de la gama de los grises".



Debo agregar que este fenómeno se da no sólo respecto de personas. Lo podemos ver también por ejemplo en procesos políticos. Solemos tomarlos en términos absolutos cuando en muchos casos hay cuestiones positivas o negativas que sin dudas pueden ser resaltadas. Desde luego, en algunos casos lo negativo termina tiñendo todo.

Todos tenemos buenos y malos momentos en nuestras vidas. En general no llegan a extremos ni tan buenos ni tan malos como los que expuse recién. Pero en cualquier caso esa necesidad que tienen muchos de poner todo en términos absolutos de blanco o negro hace que nos olvidemos de que casi siempre las vidas de todos transcurren dentro de la gama de los grises.

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