INFORME ESPECIAL

Trapitos y cuidacoches: Ricky de Parque Centenario

Cuida la misma cuadra hace 14 años, empezó en 2001 cuando fundió el comercio que tenía y la muerte de su mujer. A la mayoría los conductores los saluda por el nombre de pila, conversa con los vecinos y hasta los policías lo saludan. “A ellos les sirvo. Saben que no se tienen que preocupar por esta cuadra. Eso sí, plata no les doy”. Conozcan a Ricky de Parque Centenario.

Werner Pertot

Gorra con visera, azul, arito en la oreja y  trapito en mano, Ricky es verborrágico. Cuenta que cuida la misma cuadra hace 14 años. “Yo empecé en 2001. Antes tenía un comercio, pero cerró. En esa época se murió mi mujer y pocos años después mi hermana. Yo vine a hacer esto por dos días y me quedé hasta hoy”, se ríe. Cada tanto corta su relato y sale al trote a recibir el dinero de algún automovilista que se va. A la mayoría lo saluda por el nombre de pila. También le conversa a los vecinos que pasan caminando.

“Ese que pasó es el doctor.  Me hizo un favorazo. Uno de estos días le tengo que regalar una botella de vino”, dice. De piel curtida por el sol, Ricky antes lavaba autos también. “Hasta que me jodí el ciático.  Y eso que usaba faja. Pero no conviene lavar autos. Mientras lavás, te puede pasar que le rompan un vidrio a un coche y ahí la culpa la tenés vos. Ya tengo 60 pirulos. Yo hay cosas que ya no las hago. No me cago de frío. No vengo cuando llueve. Vengo 6 o 7 horas y me voy. Hay otros que tienen muchos hijos y que no les alcanzan las horas del día”, afirma.

Cuenta que en la calle las vio todas. Que hasta los policías lo saludan. “Si a ellos les sirvo. Saben que no se tienen que preocupar por esta cuadra. Eso sí, plata no les doy”, sostiene. Cuenta que una vez un policía que estaba de consigna lo quiso echar de su cuadra. Pararon los de la patrulla y lo levantaron en peso. Incluso, salieron tres vecinos de sus casas a defenderlo.  “Esto no es para cualquiera. Yo estoy acá y me conocen todos los vecinos.  Para sacarme de acá tenés que venir con algo muy fuerte. Tampoco es que soy un nene de pecho”, advierte. Pero Ricky es entrador: de verlo dialogar con los vecinos, gastarle una broma a uno, hablar de fútbol con otro queda claro que su estrategia es la seducción, integrarse al barrio.

La lógica del barrio, cuenta, es muy distinta de ir a cuidar coches cerca de una cancha o en un recital. “Ahí te arrancan la cabeza. Además, si vas a trabajar ahí viene la barra y te saca guita. ¿Cuánto? Lo que ellos decidan cada día. Al tipo que te sacó la plata y no hizo nada después lo ves colgado del paraabalancha”, relata. “En los recitales, es peor. Ahí directamente recauda la cana. Son ellos los que se llevan la guita”, afirma.

Los peores momentos, dice Ricky, son cuando alguno de los casos de violencia que protagoniza algún cuidacoche vuelve a los medios.  Ahí es cuando los que no lo conocen le rehúyen si se les acerca al auto. “Incluso, me ha pasado de que un tipo en auto pasara y me insultara”, cuenta. “Lo corrí tres cuadras hasta que lo agarró el semáforo, a ver si me lo decía en la cara. Yo acá trabajo con dignidad”, sostiene.

Cuando el tema vuelve a los medios, suele ser por situaciones violentas protagonizadas por cuidacoches. No hay casi ningún artículo en el que no se los presente como delincuentes. Como pasa con quienes venden en la vía pública, no hay separación entre el mundo social de subsistencia y las mafias organizadas en torno a espectáculos deportivos o musicales. Así, se sucedieron este año las noticias sobre el cuidacoches que noqueó a un automovilista en San Martín, el que apuñaló a un policía en un operativo en River  o que procesaron a otro que amenazó de muerte a un conductor. Un periodista de La Nación se hizo pasar por un cuidacoches para conseguir meterse en lo que llamó “las redes de extorsión y chantaje”. Así y todo, registró algunas historias: uno era un barrabrava; otro, un albañil que hacía changas y no llegaba a fin de mes. Todos hablaron del peaje que les cobra la policía por semana.

De lo que no suelen hablar los medios es de las personas en situación de calle que realizan la actividad. Un dirigente de un comedor señaló a Nueva Ciudad que la mayoría son apretados por la policía, que le quita buena parte de sus recursos. El director de una entidad que trabaja con sin techo indicó: “Muchos con lo que juntan llegan a pagar el hotel a la noche”. Un dirigente social resaltó a un grupo que cuida y lava autos en Palermo y que tienen una relación de confianza con los vecinos del barrio: hasta les dejan las llaves para que muevan el auto si viene la grúa. En tanto, otras organizaciones vecinales hablan de mafias que recaudan cuatro millones de pesos por mes en los espectáculos deportivos. Son dos realidades que conviven. 


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