BALANCES

Ocho años de Macri

Un balance de su gestión como jefe de Gobierno permite leer algunos antecedentes de las medidas que hoy se discuten como novedosas. El traslado de un estilo de Gobierno porteño al plano nacional no llega sin consecuencias.

Werner Pertot
Con todas las medidas que Mauricio Macri está tomando como presidente, se hace difícil recordar –y, más aún, hacer un balance- de su gestión como jefe de Gobierno. Sin embargo, un repaso por sus ocho años al frente de la Ciudad de Buenos Aires nos puede dar alguna idea de que  una parte lo que se decide y se discute hoy en día tiene antecedentes en los años pasados. Otras cosas, por supuesto, son novedosas dado que no es equiparable conducir la Ciudad a la Nación. Intentemos abstraernos por cinco minutos del turbulento presente para hacer un repaso de lo que fueron los ocho años de Macri en la Ciudad.

El ahora presidente comenzó su gobierno porteño con el despido de 2400 contratados a los que calificó de ñoquis. Se trataba de las últimas camadas de trabajadores precarizados que quedaban del gobierno de Jorge Telerman. En línea con este antecedente, el macrismo ahora promete revisar los contratos y hasta los pases a planta de empleados públicos de los últimos años. A esa medida en la Ciudad le siguió un choque con los sindicatos, cuando Macri decidió intervenir la Obsba. No obstante, tiempo después, llegó a una serie de acuerdos tanto con Amadeo Genta, el titular de SUTECBA, como con Hugo Moyano que dejaron esas primeras rencillas en el pasado. Parecen, desde hoy, más un gesto para mostrar autoridad que una convicción por enfrentar el statu quo del Gobierno porteño.

En la campaña de 2007, Macri había prometido cerrar el Canal de la Ciudad, cosa que luego no ocurrió. El líder del PRO aprendió de su experiencia y en esta campaña de 2015 se dedicó a afirmar que nadie iba a perder nada, que iban a mantener Encuentro, Paka Paka, y hasta Tecnópolis, pese a que fue uno de los ejes de conflicto con los gobiernos kirchneristas, cuando Macri impidió que se instalara en la Ciudad de Buenos Aires. Todo eso quedará en manos de Gabriela Ricardes, ex directora del Centro Cultural San Martín y del Polo Circo.

En la campaña de 2007, Macri había prometido cerrar el Canal de la Ciudad, cosa que luego no ocurrió. El líder del PRO aprendió de su experiencia y en esta campaña de 2015 se dedicó a afirmar que nadie iba a perder nada, que iban a mantener Encuentro, Paka Paka, y hasta Tecnópolis.


La gestión cultural porteña, a cargo de Hernán Lombardi, fue quizás la que más rescató y reutilizó las experiencias de los gobiernos anteriores: la Noche de los Museos, la Noche de las Librerías, entre otras, fueron marcas de la gestión macrista que provenían de experiencias previas. El otro antecedente es el programa Ciudadanía porteña –para las personas en situación de pobreza e indigencia-, que el PRO mantuvo. Los opositores cuestionaron que achicó el universo del programa. Ahora el Gobierno nacional sostiene que seguirá la AUH.

Quien se sorprenda en enero con el aumento de las tarifas de luz y gas o durante 2016 con el aumento del transporte, debería recordar que Macri durante sus ocho años como jefe de Gobierno aumentó el impuesto inmobiliario y el ABL en un promedio de 756 por ciento. El subte, luego de otro conflicto con el kirchnerismo, también tuvo un aumento del 309 por ciento. Ahora se irá a un esquema de tarifa única y plana, que permitiría justificar un aumento de trenes y colectivos a valores que se pagan en Córdoba o Santa Fe.

Si hay alguien que vio con preocupación la represión a los trabajadores de Cresta Roja en la Autopista Ricchieri, un repaso por la historia porteña tampoco deja lugar a dudas. Desde el comienzo de su gobierno, Macri dijo que iba a eliminar los piquetes: “No importa si tienen mucho o tienen poco, el espacio público no se negocia”, afirmó el entonces jefe de Gobierno cuando se cumplieron sus primeros cien días frente a la Ciudad. Al primero que le encargó la tarea de actuar contra los cortes de calle fue a su primer fiscal general, Germán Garavano, hoy ministro de Justicia nacional. Se dio una política de criminalización de las protestas, que se amplió luego de que Macri no consiguiera el traspaso de la Policía Federal –en enero, finalmente, se dará- y creara la Policía Metropolitana. La represión en el Parque Indoamericano, donde fueron asesinados tres inmigrantes mientras el jefe de Gobierno clamaba contra la “inmigración descontrolada”, la represión en Sala Alberdi –donde dos periodistas recibieron balas de plomo- y la represión sin antecedentes en el Hospital Borda -que incluyó a trabajadores, pacientes, legisladores opositores y una vez más a los periodistas-  son suficientes avisos de lo que se viene.

Si hay alguien que vio con preocupación la represión a los trabajadores de Cresta Roja en la Autopista Ricchieri, un repaso por la historia porteña tampoco deja lugar a dudas.


Claro que la Metropolitana le trajo otros dolores de cabeza a Macri. Especialmente, a partir de que –contra lo que le aconsejaban todos sus asesores- nombró al frente de esa fuerza a Jorge “Fino” Palacios. El resto es conocido: la causa por las escuchas ilegales –por la que sigue procesado, aunque sería sobreseído en los próximos días- hizo tambalear su gobierno y su carrera política. Macri incluso llegó a pedirse el juicio político a sí mismo, en busca de una absolución por parte de sus propios legisladores.

Hay que decir, sin embargo, que Macri aprendió de sus errores. En su gabinete nacional, no tuvo ministros nombrados como Abel Posse, que por sus posiciones sobre los delitos de lesa humanidad generó un escándalo tal que duró en el cargo unos pocos días. Esteban Bullrich tuvo una extensa cantidad de críticas a sus gestión –con un 0800 para perseguir la actividad política en las escuelas, polémicas por la censura a contenidos que consideraba marxistas, entre otros hitos- pero supo manejarse con mucha más cintura política. De hecho, encauzó una relación con los gremios docentes que en los primeros años de Macri fue muy problemática.

Los carriles exclusivos, junto con las bicisendas, fueron uno de los sellos del macrismo. Luego de la experiencia exitosa sobre Juan B. Justo, lo extendió a toda la Ciudad. El más discutido fue el de la 9 de Julio, que le cambió el rostro a una zona emblemática de Buenos Aires para siempre.


Durante un tiempo, como jefe de Gobierno, no encontró cuál sería la obra transformadora que le dejaría a la Ciudad. El subte era muy costoso y no conseguía financiamiento (o cuando lo conseguía terminaba usándolo para otras cosas, como ocurrió en 2009). Hasta que dio con el Metrobus. Los carriles exclusivos, junto con las bicisendas, fueron uno de los sellos del macrismo. Luego de la experiencia exitosa sobre Juan B. Justo, lo extendió a toda la Ciudad. El más discutido fue el de la 9 de Julio, que le cambió el rostro a una zona emblemática de Buenos Aires para siempre.

Las áreas de Salud, Educación y Vivienda fueron siempre las más postergadas en el presupuesto porteño.  Habrá que analizar, en los próximos años, si ahora que hay sintonía política con el Gobierno nacional, Horacio Rodríguez Larreta encara el cambio en estas zonas postergadas.

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