PROGRESISTAS

Partido chico (y con orgullo)

¿Por qué no hay en Argentina más partidos que sean, no sólo fáctica sino orgullosamente partidos chicos?

María Esperanza Casullo
¿Por qué no hay en Argentina más partidos que sean, no sólo fáctica sino orgullosamente partidos chicos? Esta es una pregunta que aparece recurrentemente en los últimos años de la política argentina al ver, sobre todo, los derroteros de figuras de la (digamosle así a falta de una mejor etiqueta) centroizquierda como Elisa Carrió, Pino Solanas, Victoria Donda y Margarita Stolbizer).  ¿Por qué no es posible para los varios dirigentes provenientes del radicalismo alfonsinista o de la militancia de derechos humanos o de la militancia ecologista o del movimiento de mujeres construir un partido que saque consistentemente algo así como entre un 6% y un 10% de los votos nacionales, tenga varias bancas en el Congreso, gobierne un par de municipios, y se concentre en lograr éxitos legislativos en temas como el aborto, los derechos humano y la defensa de la igualdad de género, la reforma impositiva o la educación y que se sienta que esto no es fracaso? ¿Por qué parece ser imposible lograr cambios políticos y sociales sin ser un partido de masas ni ganar la presidencia? Es decir, por qué no puede haber un partido centrado en policy más que en politics, que priorice lo legislativo por sobre lo ejecutivo y que elija, antes que la típica estrategia catch-all de los partidos argentinos con aspiraciones hegemónicas una estrategia de “partido de nicho” ideológico.

Esta ausencia se hace más evidente viendo la definición discursiva de la campaña de Margarita Stolbizer. Margarita Stolbizer optó por no plegarse a la estrategia de alianzas de la Unión Cívica Radical y apostó a la construcción de un partido que recogiera cierto alfonsinismo desencantando. Tan claro fue este propósito que a su nuevo partido le puso de nombre “Progresistas”. Habría sido esperable que, en esta campaña marcada por contendientes que representan coaliciones más bien heterogéneas y no demasiado programáticas (Mauricio Macri anuncia que no reprivatizará YPF; Daniel Scioli insinúa que le pagará a los fondos buitres o holdouts) Margarita Stolbizer se diferenciará con un discurso fuertemente propositivo basado en impulsar temas que hasta ahora han sido tabú: afirmar el derecho al aborto, solicitar una reforma impositiva, anunciar una política agresiva de nuevos derechos e igualdad de género, repudiar el discurso de militarización de la lucha contra el narcotráfico que se está instalando.



Pero esto no ha sucedido. En cambio, Stolbizer ha ofrecido un menú que podemos describir como de “republicanismo standard”. Se centró en críticas a este gobierno centradas en temas como el clientelismo o la corrupción; criticó medidas potencialmente socialdemócratas como las universidades nuevas del conurbano y promesas de controlar el “abuso del poder”. Un lector atento que analice sus pronunciamientos públicos encontrará pocas diferencias, por ejemplo, con la Elisa Carrió entre 2003 y 2007. Culminó esto con unas publicidades en donde dice “votando el 25 yo ya gané”, como si el voto de sus seguidores fuera algo puramente expresivo. ¿Qué quedará de este “Progresistas” luego de elegido el próximo presidente? ¿Quedará acaso una bancada en Diputados o la Legislatura de Buenos Aires capaces de impulsar una agenda legislativa? Suena dudoso.

Stolbizer ha ofrecido un menú que podemos describir como de “republicanismo standard”. Se centró en críticas a este gobierno centradas en temas como el clientelismo o la corrupción; criticó medidas potencialmente socialdemócratas como las universidades nuevas del conurbano y promesas de controlar el “abuso del poder”.


Se puede argumentar que el sistema político argentino pone obstáculos estructurales a fuerzas pequeñas pero programáticas, y que éstas medran en los sistemas parlamentarios. (Y sería cierto.) También que es muy difícil resistir a los llamados de los partidos grandes, que tienen a fagocitar a estas fuerzas. (Esto es más dudoso, porque ni el ARI ni ECO ni Proyecto Sur fueron “deglutidos” por el peronismo o la UCR sino que se diluyeron en sus propias contradicciones y devaneos de sus liderazgos.) Se señalará que izquierdizando el discurso se corre el riesgo de competir con el FIT. (Pero el FIT no da la discusión en términos de políticas públicas; es antisistémico.) Se marcará finalmente que un partido de este tipo tiene un techo bajo y nunca podrá llegar a ser una opción presidencial. La respuesta a este último argumento es, ¿cuál es el problema?

Las lecturas “estructuralmente pesimistas” que sostienen que estrategias como la aquí propuesta son imposibles o están condenadas al fracaso ignoran que otras fuerzas practican o han practicado con éxito esta estrategia. El Movimiento Popular Neuquino negocia sus dos votos en diputados y senadores desde 1963 a cambio de tener injerencia en lo que le interesa, que es la política hidrocarburífera. La UCeDe logró ser la cabeza de puente de la introducción de la agenda neoliberal en Argentina sin gobernar nunca un distrito grande. El FREPASO comenzó como un puñado de diputados.
Además hay más recursos de los que se imaginan. Para empezar, el socialismo gobierna una provincia. Hay diputados/as, legisladores porteñas y diputados provinciales en la provincia de Buenos Aires hoy electos o que lo serán. Y lo que es más: pareciera haber una demanda que es ignorada por los propios analistas. Solanas ganó una elección a senador y Martín Lousteau casi le gana al PRO en su propio territorio, sorprendiendo quizás a propios tanto como ajenos.
Nadie dice, por supuesto, que vaya a ser fácil. Pero no sería, creemos, imposible. Eso sí: empujar agendas legislativas desde una posición minoritaria implica tener cohesión programática y capacidad de negociación casuística, aún con el peronismo, con el que habrá de votarse en algunos momentos clave (no en todos.) Y tal vez sea esta la frontera infranqueable del progresismo.  

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