ELECCIONES 2015

De ganar y no perder

A dos semanas de las elecciones presidenciales.

María Esperanza Casullo
Dentro de dos semanas terminará una campaña que habrá sido diferente a todas las que hubieron hasta hoy. Nunca desde 1983 hasta hoy existieron chances de que un peronista suceda a otro peronista mediante el voto. Nunca desde 1983 hasta hoy el partido radical se presentó a una elección nacional sin un candidato a presidente o al menos a vicepresidente propio. Nunca había habíamos tenido a un relativo outsider de la política como Mauricio Macri que llegara tan lejos. Nunca había existido un ciclo político de doce años de duración. Nunca había pasado que ninguno de los candidatos con chances fuera egresado de una universidad pública. Y seguro se podrían agregar más ítems a la lista.

Y dado esto no es una sorpresa que la campaña en sí (lo que los norteamericanos llaman “horserace”, el día a día de la competencia) está rara: al mismo tiempo furibunda y demasiado tranquila. Dominada por imprecaciones fulminantes acerca del fin inminente de la república, el rampante fraude y la destrucción institucional y al mismo tiempo saturada de imágenes de los perritos de los candidatos, sus esposas y niños, de canciones pegadizas y memes de internet semi-espontáneos.

Los temas de esta campaña que ya parece eterna se suceden, explotan, se discuten con fervor en las redes sociales (soy culpable de esto sin duda) y luego se olvidan.

El viaje de Daniel Scioli a Italia en medio de las inundaciones. El escándalo de las elecciones tucumanas. La anulación de las mismas por la justicia electoral de esa provincia. La anulación de la anulación. El escándalo de los pagos a la consultora ¿fantasma? de Fernando Niembro. La renuncia de Fernando Niembro. La expectativa sobre el primer debate de candidatos presidenciales de la historia. La negativa de Scioli de participar en el debate. El minuto de silencio de Massa en el debate por la ausencia de Scioli. Y así. Los temas se van sucediendo.

Algunos de estos temas aparecen como sucesos que llaman a la atención de la ciudadanía legítimamente. Las elecciones de Tucumán dejaron imágenes de violencia y desmanejos más que preocupantes, agravadas aún más por la represión del gobernador policial. Asimismo, las dudas sobre los pagos realizados a Fernando Niembro ameritan la atención de una ciudadanía preocupada por la corrupción. Pero como se entremezclan en la opinión pública con otros temas que salen de las mismas agendas mediáticas, sus efectos parecen diluirse.

Vimos este efecto hoy mismo. Carlos Pagni, tal vez el editorialista más importante de La Nación y uno de los intérpretes más afinados de los sentires opositores al kirchnerismo, dedica su nota a plantear una (supuesta) incógnita sobre la manera en que se contabiliza el voto en blanco en las elecciones presidenciales. Dice Pagni: “La incógnita debería estar saldada. Pero la jurisprudencia ofrece una laguna”, sobre si corresponde o no contar a los votos en blanco para calcular los porcentajes de los candidatos a fin de determinar si hay o no ballotage. Claro, la jurisprudencia ofrece una laguna porque hasta ahora a nadie se le había ocurrido dudar del criterio que los artículos 97 y 98 de la Constitución Nacional lo dicen taxativamente: deben contarse los votos válidos y afirmativos (es decir, se deben excluir los votos en blanco). (La cuestión está bien explicada en este paper de Paula Alvarez) Hay que admirar, sin embargo, el chutzpah, el arrojo, de Pagni al transformar en problema (la preocupante falta de jurisprudencia) una fortaleza jurídicopolítica (el consenso sobre el sistema imperante.)

¿Por qué discutir apenas dos semanas antes de la elección un tema que nunca había sido conflictivo en más de treinta años de democracia? ¿Por qué se dedicaron en el debate de los candidatos bloques enteros a discutir reformas del sistema político y electoral mientras hubo apenas un par de preguntas de economía y ninguna de política exterior en un momento en el que, por dar sólo un par de ejemplos, Rusia intervino en la guerra civil siria y peligra la continuidad de Dilma Rousseff en nuestro vecino estratégico, Brasil? ¿Por qué los temas que salen primeros en todas las encuestas, como seguridad, inflación, desempleo, educación no se ven reflejados en esta atípica campaña? ¿Qué podemos esperar de un próximo gobierno en áreas sensibles como la negociación con los hold outs, el MERCOSUR, la situación de Venezuela? La pregunta que queda repicando es ¿tan bien estamos?

Parece configurarse así una situación paradójica: los tres candidatos piensan que pueden ganar, los tres candidatos piensan que pueden perder. Daniel Scioli piensa que va a salir primero, pero las encuestas lo ponen o bien un punto arriba o bien un punto abajo del 40%. Mauricio Macri piensa que puede ganar en una segunda vuelta, pero teme perder en primera. Y Sergio Massa por un lado se ve subiendo en las encuestas (algunas lo ponen inclusive por encima de Mauricio Macri) pero no puede parar el lento éxodo de dirigentes.

En esta campaña tan atípica los candidatos realizan movimientos para ganar y para no perder al mismo tiempo: deben mirar hacia adelante y hacia sus dos costados al mismo tiempo.

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