PANAMA PAPERS

Honestismo

Con las revelaciones de Panama Papers, se dispara esa Argentina del doble standard a la que estamos acostumbrados. Los que se sentían escandalizados por las escalas en Seychelles, no encontraban algo tan dramático en los Panamá Papers y viceversa.

Mariano Heller
A ver alumnos, repitan conmigo: Robar está mal. Siempre está mal, no a veces. No está mal porque es delito, aunque esto efectivamente ayude a que lo valoremos negativamente. Está mal y punto.

Hace algunos años se inauguró en Argentina un debate que me parece total y absolutamente inverosímil. Muchos han empezado a cuestionar si la honestidad es o debería ser valor importante o trascendente en nuestra sociedad. Comenzamos a escuchar hablar de algo llamado ‘honestismo” como modo de criticar a los que consideramos que la integridad de los dirigentes es una característica fundamental a la hora de elegirlos para que ocupen distintos cargos de relevancia.

De la recuperación de la democracia en 1983 para acá, el deterioro institucional de Argentina ha sido enorme. Ese deterioro ha sido acompañado por la calidad de dirigencia que nos ha tocado observar en todos los ámbitos.

Y remarco esto último, todos los ámbitos. Así como los argentinos tenemos una enorme facilidad para echarle la culpa de casi todo lo malo que sucede a otros, también hemos adquirido una gran pericia para excluirnos de los grupos a los que criticamos. Es así que quien no hace política culpa a los políticos, el que hace política culpa a los “poderes fácticos”, a los medios o a otros partidos políticos, otros que jamás emprendieron nada culpan a los empresarios y así sucesivamente.

Es fundamental que esto quede claro. La culpa de la debacle argentina no es sólo de los políticos. Es de los empresarios, los sindicalistas, los medios, los deportistas, los docentes…. Es culpa de todos. Todos hemos aportado nuestro granito de arena para que nos vaya pésimo. De hecho creo que es un milagro que no nos vaya aún peor.

Está claro que a la hora de asignar responsabilidades no todo es lo mismo. Si fuiste líder durante años de un proceso político no tenés la misma responsabilidad que el que sólo lo votó y después miró para el costado mientras esos a los que votó se llevaban dineros públicos a su casa en carretillas.

Todos hemos aportado nuestro granito de arena para que nos vaya pésimo. De hecho creo que es un milagro que no nos vaya aún peor.



En todo hay niveles y grados, pero esos niveles y grados no nos eximen de responsabilidad. Corrupción no sólo es robar con la obra pública, también es coimear a un policía que nos quiere hacer una multa. Entiendo que sea incómodo, pero tenemos que hacernos cargo y obviamente vale recordar que para que se termine de configurar un hecho de corrupción (el que fuere) hacen falta dos o más partes en prácticamente todos los casos.

Esta semana surgió el nuevo escándalo de los Panamá Papers. No es un escándalo local, hablamos de algo con repercusión mundial. Y con estas revelaciones, el tema retoma protagonismo y se dispara esa Argentina del doble standard a la que estamos acostumbrados. Los que se sentían escandalizados por las escalas en Seychelles, no encontraban algo tan dramático en los Panamá Papers y viceversa. Lo cierto es que, seamos buenos y sinceros, aunque tener sociedades off shore no configure delito alguno en sí mismo, todos sabemos que normalmente ese tipo de sociedades se suelen crear como mínimo para evadir impuestos y como máximo para lavar dinero. Está claro, en cualquier caso, que no sabemos a qué efectos fueron creadas las sociedades de las que venimos hablando estos días.

¿Cuál es mi nivel de esperanzas en cuanto a saber para qué eran las sociedades en las que el presidente era director o aquéllas en las que la ex presidenta está supuestamente implicada? Cero. No hay más que ver las estadísticas de cantidad de condenas por casos de corrupción en Argentina. La regla es la impunidad por más Lázaros o Jaimes que nos hagan ilusionar un poco.

Resta intentar entender porque vivimos en esta situación de impunidad, y creo que la explicación de esta compleja realidad es, sin embargo, bastante simple. El sistema de premios y castigos en Argentina está quebrado, no funciona, no sirve. Hay que darlo vuelta como una media.

Los países en los que se cumple con las normas como regla no están compuestos por gente buena y simpática que ama acatar la ley. Simplemente tienen un sistema que castiga al que no la cumple. El ejemplo más simple que se me ocurre es el de los impuestos. En los países que funcionan, si uno no paga los impuestos, seguramente será fuertemente multado y muy probablemente imputado por la comisión del delito de evasión impositiva que hasta lo puede llevar tras las rejas. En los países como Argentina, quien no paga los impuestos sabe que, más temprano que tarde, tendrá alguna moratoria que le permitirá ponerse al día pagando intereses marginales que no le generarán perjuicio alguno. Conclusión: ¿para qué voy a pagar si total no sólo no se premia al que paga sino que se beneficia justamente al que no lo hace? Como este caso hay muchos más. Y es dramático.

 El sistema de premios y castigos en Argentina está quebrado, no funciona, no sirve. Hay que darlo vuelta como una media.

 

Quedan entonces algunas reflexiones finales. Es realmente notable cómo le exigimos a la dirigencia estándares que nosotros mismos no estamos en muchos casos dispuestos a alcanzar ¿Está bien que esto suceda? No lo tengo del todo claro pero tiendo a pensar que en parte sí. Por eso justamente los elegimos como dirigentes.

Otra supina pavada que estuvo dando vueltas estos días es aquélla que afirma que los que tienen dinero son más confiables para ocupar cargos públicos porque no necesitan robar. Pocas veces he escuchado una estupidez tan grande.

Les ruego, nos ruego, que no adoptemos como válidas afirmaciones como el “roban pero hacen” o esa alternativa nueva de los que te explican que no es tan malo que alguien haya robado porque dejó muchas obras o legados para los que menos tienen ¿Qué? ¿Estamos todos locos? No me importa que haya conseguido la paz mundial, si lo hizo robando debe pagar por lo que hizo. Siempre. Menos aún esa otra variante que justifica cosas explicando que los otros eran peores. Impresentable.

El día que demos definitivamente por perdida esta batalla habremos perdido la guerra. Está claro que con la honestidad sola no alcanza, pero debe ser una premisa indispensable a la que debemos aspirar para nuestra dirigencia.

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