CULTURA

El chalecito de la 9 de Julio se transformó en punto gastronómico y cultural

Hace diez meses la familia heredera abrió sus puertas para quienes quieran recorrer esta casa de casi 100 años que está ubicada en la cima de un edificio en la calle Sarmiento. Se hacen visitas guiadas, desayunos, meriendas, catas de vino, música en vivo, pizza parties, cumpleaños y todo tipo de actividades.


Esta es "una casa arriba del cielo". Un lugar realmente único en pleno centro de la Ciudad. El chalecito de la 9 de Julio —así conocido popularmente a pesar de estar ubicado en la calle Sarmiento— ha llamado la atención de los transeúntes durante casi 100 años por la particularidad de erigirse en la cima de un edificio.
 
Hace diez meses sus puertas están abiertas y puede ser visitado y recorrido por quienes lo deseen. Hay visitas guiadas, desayunos y meriendas para apreciar atardeceres y amaneceres con hermosa vista, catas de vino, pizza parties, música en vivo, cumpleaños y otras actividades. Una novedad es que acaban de ser inauguradas dos salas multiespacio en uno de los pisos del edificio de abajo. Es que la intención es transformar al lugar en un polo gastronómico-cultural.
 
"Lo que es increíble es el amanecer. Explota. Todo el mes se venden entradas anticipadas. Yo pensaba que la gente no se iba a levantar... pero a las seis y media de la mañana ya están todos acá", cuenta a Página 12 Diego Sethson, en la recepción del chalecito. Sethson es productor audiovisual y documentalista, es el bisnieto de Rafael Díaz, inmigrante español dueño de la que fuera la mueblería "más grande de toda Sudamérica", que funcionaba en los pisos que están debajo del chalet. Lo construyó en 1927 en la azotea porque vivía en Banfield, al sur del conurbano bonaerense, y quería contar con un lugar para dormir la siesta.
 
Inspirado en construcciones de Mar del Plata —ciudad amada por Díaz y su esposa—, consta de dos pisos, cinco habitaciones, un altillo y una terraza. Desde sus ventanas, a 360 grados, se ven los edificios más importantes de la Ciudad. A toda la casa ingresa luz natural. Una curiosidad es que el ascensor no tiene botón para marcar el piso 10: una llavecita especial es la que conduce hasta allí. El chalet es patrimonio cultural —declarado por la Ciudad de Buenos Aires—y por lo tanto no puede ser modificado estructuralmente sin autorización.
 
"Esta es una casa familiar que no íbamos a abrir nunca. Decidí hacerlo porque íbamos a la quiebra, literalmente. Estábamos por perderlo todo. Y estamos en la lucha, tratando de que no se pierda. Estamos dando la posibilidad de compra completa", detalla Sethson. En algunos de los nueve pisos de abajo funcionan oficinas, pero el 50 por ciento del edificio está desocupado, situación que es previa a la pandemia aunque en ese entonces se profundizó.
 
"Los inquilinos se van porque esta es una zona de protestas. Vinieron inversionistas extranjeros que iban a hacer un espacio de tango y se fueron por la misma razón", explica Sethson. La intención de la familia —con Diego y su hijo a la cabeza—, en caso de no vender, es "rescatar el edificio y transformar la mayor cantidad de metros cuadrados en un polo cultural-gastronómico". La consigna es que el espíritu sea "no elitista". Para cumplir el propósito, aplicaron al programa de mecenazgo del Gobierno porteño.
 
Rafael Díaz llegó a la Argentina en 1886, con 14 años de edad. Junto a su madre trabajó en los negocios de telas de Once. "Él dormía sobre los mostradores; ella sobre las telas", relata Sethson. Diez años después abandonó el negocio. Se fue a vivir a Banfield. Compró el terreno de Sarmiento al 1100, en el barrio de Monserrat, e inauguró "Muebles Díaz", exitoso negocio, pionero en dar créditos a sola firma y en la venta por catálogo, entre otras cosas.
 
En el showroom cada piso tenía un concepto. El primero, muebles de niñas; el segundo, de niños; el tercero, matrimonio; etcétera. Construyó el chalet para exhibir una casa completa decorada con sus muebles, y para descansar en los intervalos de la jornada laboral, ya que no le daba tiempo para ir y volver del conurbano. No vivió nunca allí, ni siquiera se quedaba a dormir a la noche; ningún familiar lo utilizó como vivienda. A veces sus hijos también aprovechaban el lugar: llegaban para hacer la tarea, comer, dormir la siesta también. Había un playroom. 
 
"El secreto de Díaz es hacer un edificio, de una sola vez, con el chalet y una antena de radio que daría vida a la historia de Radio Rivadavia", añade su bisnieto. La radio se llamaba LOK Radio Mueblería Díaz. Intercalaba música con publicidades de carácter narrativo.
 
"Esta casa tiene mucha historia. Todo el mundo la quiere conocer porque no entiende qué es este chalet", continúa Sethson. Desde las alturas, el español vio cómo se construía, en 1936, el Obelisco —a 100 metros de su local—. Un año más tarde, pudo apreciar la inauguración del primer tramo de la 9 de Julio. Desde el chalecito se ven el Palacio Barolo, el Congreso, el Ministerio de Desarrollo Social, el Teatro San Martín, la confitería del Molino, otros edificios históricos y el Río de La Plata.
 
Con las puertas abiertas, la curiosa historia del chalecito se combinó con las de quienes lo visitaban. "Una señora me dijo 'mi papá era chofer de la 67 y cuando pasábamos por acá me decía 'mirá, hijita, tu casita de las muñecas'. Otra señora me contó que creía que era la casa de Papá Noel. Otra: 'me sentaba en la 9 de Julio con mis amigas del colegio y jugábamos a qué hacía cada una en el chalecito'. Ese juego tiene 60, 70 años. Y en estas aperturas culturales-gastronómicas nos hemos encontrado con hijos de ex empleados y muchas personas que tienen muebles Díaz de 70, 80, 90 años, en todo el país", detalla Sethson, que no llegó a conocer a Rafael —murió en 1968, cuatro años antes de que él naciera—.
 
Por la figura de su bisabuelo siente una gran admiración. No sólo está a cargo de este proyecto, sino que además está filmando una película sobre el tema. "Fue un inmigrante que creyó en la Argentina, que nunca se fue, que defendió la decencia, la palabra, la constancia, el trabajo". Lo que busca Diego, con las puertas abiertas de la casa familiar, es reivindicar todo eso y "dar alegría a la gente". Se muestra abierto a las propuestas artísticas y culinarias que le hagan. Pone el acento en los "emprendedores".
 
Suma más anécdotas. Algunas las cuenta en la visita guiada. Conoce cada milímetro del chalecito, así como también cada detalle de la historia. "En 1957 estaba prohibido bailar el rock. Mi bisabuelo prestó su terraza para una película en la que actúan el padre de Carmen Barbieri y varios actores conocidos para que pudieran bailar. Mi idea es ir hacia ese lado: hacer un rooftop", desliza.
 
La última gran novedad en esta historia es la apertura de dos salas multiespacio en el piso 7, departamento B, "espacios ganados dentro del edificio". Son un auditorio acustizado y una sala para muestras de arte. "Obviamente necesito inquilinos para pagar cuentas, pero ya hemos decidido que el chalet mantenga estas actividades. Excepto que venga un inversor y lo quiera para un roofstop. La sala brinda la posibilidad a productores y artistas independientes para exponer lo que hacen, siempre con precios accesibles. Queremos dar cursos. Es un espacio abierto a la gente que lo necesite", dice Sethson. Actualmente se está ofreciendo un radioteatro. La sala se alquila para ensayos, conferencias, capacitaciones, streaming, grabación de podcasts y entrevistas con tres cámaras o más.
 
Para mayor información escribir en Instagram: @puntoceroproduccionesok
 
 


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