OPINIÓN

Una jugada magistral el 24 de marzo

El jefe de Gobierno rompió con lo esperable en un discurso de derecha: hizo un video en el que relató el secuestro de su padre en la dictadura y condenó el terrorismo de Estado. Así se diferenció de Macri, que siempre tuvo una postura retrógrada hacia las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.

Werner Pertot

Y, entonces, después de más de una década de escupir sobre los organismos de derechos humanos y cuestionar cualquier consenso básico social sobre lo que ocurrió en la última dictadura cívico militar, uno de los dirigentes del PRO se diferenció. Y se trata nada menos que del jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. En esta nota, no voy a dedicarme a especular sobre la honestidad o conveniencia política de lo que hizo. Sí me interesa analizar lo que constituye un hito en la discursividad de los dirigentes del PRO, que siempre fueron o bien reacios al discurso vinculado a la última dictadura, o bien directamente negacionistas y críticos del proceso de juzgamiento de los genocidas. Mauricio Macri, sin ir más lejos, nunca pudo hacer nada parecido a empatizar con las Madres y Abuelas. Por eso, lo de Larreta surge como un aggiornamiento de la derecha que merece atención.



Pongamos lo que ocurrió esta semana en una breve historia de los derechos humanos y el PRO. Desde su llegada al Gobierno porteño, y luego al nacional, fue una fuerza política que fue entre fría y hostil con la lucha de los organismos de derechos humanos. Y estuvo plagada de negacionistas. Uno de los primeros fue el elegido por Macri para la Agencia de Control, Federico Young, que organizó una charla con Cecilia Pando y tildó de “terrorista” al entonces presidente Néstor Kirchner.

Después vino el efímero ministro de Educación Abel Posse, que llamó "residuos de subversivos" a los ex detenidos desaparecidos y cuestionó los juicios a los represores una y otra vez hasta que Macri no tuvo más remedio que pedirle que dejara el cargo que acababa de asumir.

Le siguió, ya con Larreta en la Jefatura del Gobierno de CABA, el ministro de Cultura Darío Lopérfido, quien aseguró que el número 30 mil fue arreglado en una mesa para cobrar indemnizaciones. El actual jefe de Gobierno tardó meses y meses de protestas y reclamos en tomar la decisión de pedirle la renuncia a Lopérfido. Luego tuvo una beca de oro en Alemania.

Pero no terminó ahí la pequeña historia de negacionistas. Continuó en el gobierno nacional de Macri con el militar retirado a cargo de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, quien negó la existencia de un plan sistemático durante la última dictadura y sostuvo que "no es lo mismo 8 mil verdades, que 22 mil mentiras". Gómez Centurión se la pasó el último aniversario agitando el hashtag #NoFueron30Mil, a la par de dirigentes del PRO que atacaban a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y de Patricia Bullrich, que comparaba la dictadura con Formosa.

Por último, el propio Macri, al referirse a la causa Sueños Compartidos, habló de que con él se terminaba el "curro de los derechos humanos".

Esto que acabo de resumir es lo habitual en el discurso del PRO. Algunos son más medidos, otros más desembozados, pero la derecha que se quiere ver como moderna no tiene un discurso más o menos aggiornado a nuestros tiempos en materia de derechos humanos. Por eso me llamó tanto la atención lo que hizo Larreta.

Por un lado, el jefe de Gobierno difundió un discurso cuidado en el que planteó que "el 24 de marzo empezamos a vivir el capítulo más doloroso de nuestra historia en el que la violación a los derechos humanos fue una constante de un gobierno de facto responsable de crímenes de lesa humanidad y terrorismo de Estado". "El Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el que recordamos a las víctimas de la última dictadura en nuestro país, es una fecha para el ejercicio de la memoria colectiva, una memoria indispensable para construir nuestro presente y futuro como Nación", afirmó, ya en plan de presidenciable. Larreta sostuvo que "hemos alcanzado un gran consenso social que nos compromete de manera permanente a defender la vigencia plena del Estado de Derecho".

Hasta aquí, no es tan novedoso, aunque hay que observar que no hubo en ese discurso ni “peros” ni alusiones a la guerrilla argentina, al kirchnerismo, a Venezuela, a Formosa u otros lugares comunes en el que cayeron fácilmente otros sectores de la derecha nativa. Lo mismo que Larreta hizo, por ejemplo, el vicejefe Diego Santilli en su mensaje para los 45 años del golpe de Estado.

Pero a ese discurso institucional le sumó un reportaje --que le hizo su equipo de comunicación--, donde el mandatario porteño optó por narrar el secuestro de su padre: "Me desperté a las 3 de la mañana. Papá se levantó, fue a ver quién es y no volvió. Bajó a abrir y se lo llevaron en un Falcon verde. Y desapareció. No tuvimos más noticias". La música triste que acompañó el video y la forma que adquirió el relato hasta ese momento lo convertía a Larreta en una víctima más, en un hijo de desaparecido.

"Sentí que perdí a mi viejo. Era íntimo del cura Mujica. Lo casó a mi viejo y nos bautizó a nosotros", contó Larreta. También relató que el secuestro se hizo público porque era presidente de Racing. "Eso le salvó la vida", dijo Larreta. "Se cree que estuvo en el Pozo de Banfield", dijo. "Me dejó muy marcado. Mi familia tuvo la 'suerte' de que la visibilidad de mi viejo le salvara la vida. Muchos no tuvieron esa suerte", dijo, en un video que mostró fotos de él con su padre para tratar de transmitir empatía.

Desde distintos lugares podrán discutir si es honesto o sobreactuado, pero lo importante para mi es lo que marca un hito en los discursos de los líderes del PRO. Y esto lo digo a sabiendas de que, en la práctica, la Policía de la Ciudad ha sido denunciada por violaciones a los derechos humanos tanto con Macri como con Larreta en el gobierno. Es decir que ahí la línea de corte no es tan clara.

Pero hay que atender a que Macri, en sus ocho años como jefe de gobierno porteño y sus cuatro como presidente, nunca pudo armar algo parecido a ese discurso de Larreta. Podría haber dicho que él fue secuestrado por la banda de los comisarios y que entendía el sufrimiento de las Abuelas (lo intentó en un reportaje servicial la semana pasada, de hecho, pero no lo hizo en todos sus años como gobernante. Y su planteo pareció ser más para decir que las Abuelas no podían perdonar que otra cosa). 

Ni siquiera lo hizo cuando visitó el Parque de la Memoria a pedido del presidente de los Estados Unidos Barack Obama. En ese acto, donde ambos hablaron, Obama pareció más consustanciado con la causa de los organismos de derechos humanos que Macri, quien lo máximo que hizo fue ensayar una condena a la “violencia política” en general. Y en el aniversario 45º del golpe, Macri optó por no decir nada.

A todo esto hay que sumarle la intervención de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que le dedicó un inesperado elogio a Larreta: “Mas allá de las públicas diferencias políticas y económicas que tenemos, resulta reconfortante que uno de los dos principales dirigentes de la oposición comparta sensibilidades, vivencias y mirada similares sobre la tragedia de la dictadura cívico militar”. Los integrantes del PRO a los que menciona leyeron rápido ese intento de generar una grieta entre ellos, quizás por eso se vio una foto de Macri y Larreta juntos la semana pasada (fue para hablar de las políticas en conjunto que mantuvieron, como tener inglés en las escuelas, pero fue también una señal de unidad).



En conclusión, lo que hizo Larreta fue astuto y fue distinto a lo que se esperaba de un dirigente del PRO –en la línea de lo que ocurrió a lo largo de estos años-, por lo que no hay que dejar de observarlo. Es pragmático y se mueve con soltura donde Macri se mostraba más rígido. Recordemos este hecho cuando tengamos que analizar las tácticas electorales por venir.

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