COMUNA 15

Luego del incendio en Villa Crespo, 45 familias no pueden volver a su edificio

El 2 de junio se produjo un incendio y explosión en el local de la cadena de perfumerías Pigmento ubicado en Corrientes y Scalabrini Ortiz. Los vecinos del edificio tuvieron que evacuar sus departamentos y no saben cuándo van a poder volver.


Una valla perimetral con la policía que custodia no permite el ingreso ni tampoco el acercamiento de los vecinos del edificio ubicado en avenida Corrientes 5246, en el barrio de Villa Crespo. El 2 de junio pasado un incendio originado en el subsuelo de la perfumería Pigmento, donde había productos altamente inflamables, produjo dos explosiones. Tuvieron que ser evacuados los 45 departamentos del edificio de quince pisos. En el operativo murieron dos bomberos.
 
Alberto Romano tiene un local de ropa en La Paternal, vive en el 1°C desde hace 25 años. Tiene hijos grandes y convive con su mujer y su suegra. "Mi esposa se fue con su mamá a un departamento familiar en Boedo, que es muy chico para los tres. Estuvimos juntos unos días, pero fue imposible y yo me fui a alquilar algo módico en la calle Warnes. Pasé por todos los estados: enojo, bronca, angustia, malasangre y hoy me invaden la incertidumbre y la resignación. También mucha tristeza porque muchos vecinos están desesperados, dispersos vaya a saber dónde; otros quedaron en verdadero estado de vulnerabilidad. Mientras todo esto pasó, el Gobierno de la Ciudad se borró olímpicamente. Ni subsidios ni préstamos personales, sólo nos ofreció un préstamo con una tasa usuraria, en plena pandemia, de casi el 50 por ciento para la reparación del edificio", cuenta Romano a Clarín.
 
"Encima de todo el despiole por el que estamos atravesando, tuvimos que salir a juntar guita rápidamente para que una empresa de apuntalamientos empiece con las tareas estructurales para evitar cualquier desgracia. Si bien el edificio no está a punto de colapsar, es urgente que se realicen los arreglos de daños severos que produjo el siniestro, y luego empezar con la restauración de servicios. Esto es cloacas, caños maestros, luz, gas, servicios que fueron arrasados por la explosión", explica Romano.
 
Carolina y Cristóbal viven en el 2°C. Ella es profesora de inglés, él de música. El recuerdo de aquel martes funesto angustia a Carolina está con ataques de pánico y desde entonces se encuentra con asistencia psicológica. "Tengo muy presente el timbrazo del portero eléctrico y la voz del encargado pidiendo que evacuemos cuanto antes. Yo me paralicé, estaba sin poder reaccionar, temblaba y no podía parar de llorar y de gritar. Por suerte, mi novio tomó la iniciativa y abandonamos el departamento con lo puesto", dice a Clarín Carolina.
 
"Nos embarga todo tipo de sensaciones, impotencia por no poder hacer nada, incertidumbre por no saber cuándo volveremos a nuestras casas y desamparo por no tener la ayuda de nadie. Estamos desprotegidos y en este contexto de cuarentena nuestra situación se ahonda y a la vez se invisibiliza", enumera Carolina, que cuenta que se fueron quince días a la casa de sus suegros, "pero como es un dos ambientes chico y son personas de riesgo, tuvimos que salir a buscar de apuro un departamento para alquilar".
 
“Pasa que a un sueldo se lo lleva el alquiler. Si no fuera por la ayuda de nuestros padres, no sé dónde estaríamos. Además, debimos poner la plata para el apuntalamiento del edificio, que representa algo así como el triple de lo que pagamos por las expensas, que también tuvimos que abonarlas", expresa Cristóbal.
 
Mauro Ribero vivió toda su vida en el 3°B de este edificio, “hoy agradezco que toda mi familia y todos los vecinos estamos bien. Y lamento en el alma la pérdida de los dos bomberos fallecidos. Cuando vi la segunda explosión una nube de humo tapó todo.Yo pensé que se había venido abajo el edificio, me quería morir. Fue terrible la situación, pero por suerte el daño en las viviendas no es tan grave, y mi departamento está prácticamente intacto", subraya Mauro a Clarín. Y recuerda: "Esa tarde bajamos corriendo por la escalera con mi hermana Morena, el perro y el gato. Yo ni el documento pude agarrar, fue un momento espantoso".
 
"La verdad es que estoy muy preocupado, pero trato de mirar el vaso medio lleno. Por suerte un tío, que vive a dos cuadras, nos salvó y nos hospedó a mí y a mis dos hermanos y estamos viviendo relativamente bien. Iba a resultar imposible alquilar algo", continúa Mauro.
 
Pidió plata prestada a amigos y familiares para pagar los trabajos en el edificio. Lo que le llama la atención a Ribero "es la indiferencia de las autoridades de la Ciudad. Está claro que estamos muy solos, sin tener nada que ver nos tenemos que hacer cargo de un gasto impensado sin la menor ayuda del Gobierno de la Ciudad".
 
Mariel Caruso junto a su marido Rubén y dos hijos son inquilinos del 1°B, la noche del 2 de junio, no tenían donde ir a dormir, Rubén le consultó a su ex jefe, encargado del local de comidas de avenida Corrientes y Juan B. Justo, que se encontraba cerrado, si podían pasar la noche allí. "Fue toda una aventura, pero le pusimos garra y tiramos unos cartones y unas mantas en la recepción del lugar y nos amuchamos todos ahí. Hacía frío, pero había calor humano", recuerda Mariel a Clarín. "Fue duro pasar de dormir en una cama de tu casa al piso de un restaurante, pero no teníamos opción".
 
"Calentábamos agua en una pava y llenábamos varios baldes y así nos bañábamos. El lugar había cerrado en abril y los servicios estaban suspendidos", describe Mariel. En esas condiciones pasaron una semana. El Gobierno de la Ciudad les ofreció un hotel donde hay pacientes de coronavirus. "No aceptamos, les pedimos una ayuda, un subsidio, algo para vivir mientras tanto. Dijeron que nos contestarían, pero nunca nadie respondió nada. Muy triste".
 
Mariel y familia estuvieron viviendo en el local gastronómico casi un mes. Eran cuatro personas durmiendo en dos colchones y con un caloventor prestado. "Nunca había sentido un frío como el que tuvimos que pasar. Era un frío distinto, un frío interno, que te calaba los huesos. Nunca vivimos esto, no quiero dar lástima", se quiebra.  
 
Recién el 28 de junio, por un amigo de Rubén, consiguieron "dos cuartitos" en la parte de atrás de una escuela de artes marciales en Ciudadela, que tampoco contaba con los servicios por estar sin funcionar. "Hubo que hacer algunas instalaciones y si bien no pagamos alquiler sí nos hacemos cargo de los gastos. Por suerte mis hijos, de a poco, están mejor y pueden tomar sus clases de Zoom y hacer las tareas", cuenta Mariel.
 
"Los damnificados están en una situación muy delicada, debieron organizarse, juntar fondos para las tareas de apuntalamiento, aún con el mayor aporte de vecinos que 'cubrieron' a los que no podían. ¿Imputaciones? Por cómo se ha instruido la causa, la Fiscalía está analizando el grado de responsabilidad o no de Edesur y de Pigmento. El resultado final de todas las probanzas está en consideración del órgano judicial", explica a Clarín el abogado Alberto Malimovca, que representa a los vecinos del edificio.
 
El Estudio Malimovca está gestionando un aporte de las compañías de seguros involucradas. "Existe lo que se denomina 'la obligación de salvamento', que hasta el presente no fue ejecutada por la compañía que ampara al consorcio. De allí que hubo que apelar al aporte de los consorcistas. Con esta compañía y con la que protege a Pigmento es que se está actuando con la determinación de obtener cuanto antes los fondos necesarios para devolver lo ya puesto y rehabilitar el lugar definitivamente".
 


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