OPINIÓN

Larreta: un jefe de Gobierno espiado que no se hace cargo de quién lo espiaba

Todavía el mandatario porteño no acusó recibo de que era seguido por la AFI de Mauricio Macri, con el que sigue compartiendo, de forma tensa, un mismo espacio político.



“¿Te diste cuenta, no?”, me dijo un alto funcionario porteño (el adjetivo no necesariamente describe su condición física). Y se quedó esperando mi repregunta. ¿Qué cosa? “Los espiados”. Sí, qué pasa. “Los espiados que salieron ahora, son todos del ala ‘dialoguista’”, comentó el hombre, que forma parte de las filas del larretismo. Y es así: si se repasa la lista de los dirigentes del propio espacio que fueron espiados por la AFI en la época de Mauricio Macri –según la denuncia que presentó Cristina Caamaño- la gran mayoría hoy están enrolados en el ala que el ex presidente aborrece. Está, por ejemplo, Emilio Monzó, que ya había empezado a tener diferencias con el esquema centralizado de Marcos Peña desde el primer año de gobierno. Pero también está Horacio Rodríguez Larreta. Hay una realidad que o no dimensionamos o ya tenemos naturalizada: al actual jefe de Gobierno lo espiaba la AFI de Macri. ¡Y siguen formando parte del mismo espacio político!

Larreta hizo lo imposible por esquivar el tema cuando le preguntaron: dijo que había recibido una citación judicial, pero que todavía no había tenido tiempo de estudiar la cuestión. Es una excusa algo pobre, que no le servirá por siempre. En algún momento, el jefe de Gobierno deberá afrontar la gravedad institucional de que a la persona que la mayoría de los porteños eligieron para gobernar la Ciudad la espiaba un aparato que dependía de la Presidencia. Por lo que me cuentan, además de hacerse los tontos en público, el tema ha sido poco transitado en las reuniones internas. “Nadie se anima a sacarlo”, dice uno que sabe de esos encuentros. Sin embargo, si ya había ruido entre los sectores del PRO que responden a Macri y a su ala dura y los de Larreta, esto no hace más que enturbiar las aguas.

Larreta y Macri vienen desde el final del mandato en una guerra fría poco admitida por ambas partes, pero que tuvo sus chispazos en las reuniones de la cúpula del PRO, que ahora están suspendidas sin nueva fecha, precisamente para no seguir teniendo esos encontronazos. En público, ambos mantienen las apariencias: Macri manda a decir en medios amigos que lo apoya a Larreta y que entiende el rol componedor que debe cumplir en esta época. Si bien, en encuentros partidarios, le envía a Patricia Bullrich a limarlo. La presidenta del PRO sostuvo que si ella hubiera estado sentada en la silla de Larreta cuando Axel Kicillof criticó en una conferencia de prensa a María Eugenia Vidal, ella (Bullrich) se hubiera parado y se hubiera ido. Una forma de tratar de pusilánime al jefe de Gobierno.

Será por eso que el mandatario porteño salió con tanto énfasis a defender a Macri cuando lo criticó el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. En rigor, prácticamente todos los integrantes del espacio salieron a responder. Larreta fue enfático, pero no se salió de su línea: “No me voy a enganchar en discusiones políticas”, dijo, y a otra cosa. Será por eso que del Call center que siempre afirman que no existe le empezaron a intentar instalar el hashtag #LarretaTraidor.

Pero, más que traidor, el jefe de Gobierno fue espiado (por ahí, a ver si estaba traicionando). Recién comenzamos a ver los primeros detalles de la denuncia penal por espionaje ilegal que afecta  a las autoridades de la AFI macrista y que podría volver a llegar hasta el ex presidente. Y digo “volver” porque todos y todas recordarán que Macri asumió procesado por presuntas escuchas ilegales contra opositores políticos (como lo era Sergio Burstein cuando Macri era jefe de Gobierno y tenía de jefe de Policía al Fino Palacios) y a familiares (como su cuñado Néstor Leonardo).

La causa fue llevada por el juez Norberto Oyarbide, quien negoció su salida del cargo apenas Macri llegó a la presidencia. Y el entonces presidente fue absuelto. Tiempo más tarde, la causa completa fue cerrada. Aquí no ha pasado nada. Eso pese a que las escuchas ilegales existieron, pasaron por juzgados de Misiones, estaban documentadas, también la participación del enigmático Ciro James, que recorría los despachos del Ministerio de Seguridad, muy cerca de las máximas autoridades y que –nadie nunca explicó cómo- tenía un contrato en el ministerio de Educación. La estrategia de Macri fue la misma que en otras ocasiones: culpar de todo a su padre, Franco, ahora difunto.

Si bien ya no está siendo investigado por esa causa, es difícil no ver una línea de continuidad entre lo que debió investigar mejor el Poder Judicial –y llevó a que existiera una investigación en la Legislatura sobre las responsabilidades políticas- en aquella época, y la gran cloaca de espionaje a periodistas, empresarios, y políticos que se está destapando ahora. Y ahí no figuran solo opositores, sino también los propios, algo que ya se había vislumbrado en su momento en la Ciudad también: cuando se descubrió que el entonces vicejefe de la Policía Metropolitana, Osvaldo Chamorro, hacía búsquedas con el sistema Nosis que podían constituir acciones de espionaje ilegal. Además de legisladoras opositoras, ¿saben quién era investigado? Sí, el entonces jefe de Gabinete porteño: Horacio Rodríguez Larreta. Entonces, nada nuevo en tierras macristas. Pero tampoco algo para dejar pasar.

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