OPINIÓN

"Para vos ¡sí hay!", por Sami Alonso

7 de cada 10 personas en Argentina tiene problemas para encontrar talles. Una actividad que debería ser recreativa se convierte en un calvario cuando concurrimos a los negocios de ropa y no encontramos lo que deseamos ¿Cuál es el estado de la reglamentación? ¿Se cumple la ley de talles? ¿Por qué tenemos que exigirle al estado que regule la industria textil? Una mirada desde el activismo gordx.

Si vamos de compra a un centro comercial, particularmente en la ropa para mujeres, los talles rondan entre el 34 y el 40, en algún caso mágico 42/44. ¿Por qué las tablas de medidas que utilizan las marcas son tan chicas? El primer problema que tenemos en Argentina es que no sabemos cuánto mide el varón y la mujer promedio. Actualmente la industria se basa en las normas IRAM, que representan otros tipos de cuerpos. Hace más de tres años que el INTI está llevando a cabo el estudio antropométrico para poder operar con cuerpos argentinos. Lamentablemente aún no está terminado, pero si tuviéramos esa muestra de información, podríamos armar un sistema normalizado de talles, es decir, armar una tabla de talles genérica para todxs. ¿Vieron que en nuestro closet tenemos ropa de distintos talles y nunca sabemos qué talle somos? Eso es porque cada marca opera a gusto personal ¡Y no debería ser así!

Ahora bien, ¿qué pasa con la Ley de talles? No tenemos una ley nacional de talles en Argentina. Actualmente existen 14 leyes provinciales que la mayoría no son 100% claras y se pisan entre sí generando que las marcas que tienen locales en más de una provincia reglamentada terminen no cumpliendo con ninguna. Any Body Argentina es una ONG, parte de Endangered Bodies (“cuerpos en peligros de extinción”) que lucha contra la epidemia de odio corporal y viene trabajando con el proyecto de ley de talles. El proyecto actualmente cuenta con media sanción por unanimidad en el senado y finalmente hoy obtuvo dictamen en el plenario conjunto con las comisiones de Comercio, Industria y Legislaciòn General para ser tratado en la sesión citada para el miércoles 20 de noviembre. El proyecto presentado propone terminar con el estudio antropométrico (que incluso debe repetirse cada 10 años) y en base a esto, armar un sistema único y normalizado de talles (SUNITI), donde cada una de las prendas deberá mostrar en sus etiquetas la tabla de talles para que el consumidor pueda tener la información que le corresponde.

Que “lo distinto” sea lo normal

Cada vez que incorporamos una nueva reglamentación, el Estado está reconociendo un derecho vulnerado, en este caso, la elección de vestirnos como queremos que, para lxs gordxs es una victoria cantada. Pero no queda solo ahí. Somos muchos lxs activistas cuestionando a un sistema que quiere disciplinar nuestros cuerpos obligándolos a adelgazar para entrar en la norma, a querernos conformar con lo que hay porque nuestras corporalidades son desobedientes. “Callate, gordx de mierda” “Te vas a morir de un paro cardíaco” son algunas de las violencias a las que está expuesta nuestra gordura. Sumado a todo esto, los espacios públicos que están pensados solo para flacxs (el asiento del bondi, las camillas de los hospitales, por ejemplo). Devenir gordx en una sociedad que nos pretende magrxs, es difícil. Ser el blanco de las burlas, las apuestas, la marginalidad por el simple hecho de tener grasa. ¿Cómo hacemos para sobrevivir a la mirada del otrx que nos estigmatiza y nos excluye? ¿Qué pasa con autoestima? ¿Cómo hacemos para construir amor propio? Nuestros cuerpos son fruto de la história política, no solo “lo natural”.

Entonces, a lo largo del tiempo, todas las construcciones y la percepción que se tiene sobre “ser gordx” es negativo. Autodenominarnos de esta forma es poder hacerle frente al sistema que nos quiere moldear a su medida y lucrar con nuestras inseguridades. Que nos obliguen a querernos no es más que un acto individualista, en donde se pretende focalizar en que esto lo atraviesa alguna persona y no un grupo de personas: ser gordx y posicionarse como tal es una identidad política. Y no es un adjetivo más, es el resultado histórico de las vergüenzas que hemos atravesado y nos sigue pasando día a día en la esfera de lo público.

Por eso, tengo el deseo de que podamos habitar el mundo de lo visible: novelas, películas, publicidades, porno: ver la disidencia gorda gozando libremente como lo hacen lxs otrxs. No podemos ser el descarte del mercado, el mercado tiene que operar en base a las corporalidades. Por eso, el próximo 20 de noviembre ¡qué sea ley! Que a partir de ahora sea, “para vos, sí hay”.

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