CRISIS

Se viene el Librazo

Hoy en la Plaza de los Dos Congresos, escritores, libreros, editores, periodistas culturales, traductores e ilustradores realizarán una suelta de libros con mesas de debate, música y una lectura colectiva de “Fahrenheit 451”.


La estrepitosa caída de los salarios está transformando el consumo cultural en inaccesible para la mayoría de la población. Es por eso que hoy viernes desde las 17 horas en la Plaza de los Dos Congresos, se viene el Librazo, un plan de lucha de los trabajadores de la industria del libro –escritores, libreros, editores, periodistas culturales, traductores e ilustradores– que combinará suelta de libros, mesas de debate, lecturas y música.
 
Liliana Heker, Horacio Convertini, Jorge Consiglio, Mariano Quirós, Julián López, Débora Mundani, Ricardo Romero, Virginia Feinmann y Pía Bouzas, entre tantos otros, participarán de una lectura colectiva de “Fahrenheit 451”, la novela del escritor estadounidense Ray Bradbury que presenta una sociedad del futuro donde los libros están prohibidos. En la mesa de debate participarán el escritor y editor Damián Ríos, el escritor Marcelo Guerrieri y el librero de Caburé, Luciano Guiñazú.
 
Lxs Trabajadorxs de la Palabra, un nuevo colectivo que organiza esta movida para visibilizar los problemas que atraviesa el sector, piden el tratamiento efectivo de la Ley del Libro, políticas activas para la actividad editorial, cuestionan el vaciamiento de la cultura y la educación y rechazan el ajuste, el endeudamiento y la represión.
 
Para la escritora Débora Mundani: “Ninguna crisis nace por generación espontánea. Si hay crisis es porque están vigentes una serie de medidas económicas que, de una manera u otra, jaquean a la industria del libro y a todos los trabajadores que formamos parte de ella: dolarización del precio del papel, apertura indiscriminada de las importaciones de libros, inflación, recesión, aumento de tarifas, recorte en el subsidio a las Bibliotecas Populares, retención del 12% a las exportaciones de los libros. En este momento, no hay una sola medida que proteja al sector y sus trabajadores porque, al igual que en otros sectores de la economía, se optó por el camino de la desregulación en pos de un mercado salvaje, para quienes el libro y la lectura, como espacio de construcción de identidades, ocupan un lugar insignificante. Y esto es un tipo de política pública”, dice a Página 12.
 
El escritor y editor Ricardo Romero advierte que hay una crisis general que atraviesa a toda la sociedad argentina, una crisis que aclara “viene precarizando todo en todos los sectores. El mundo del libro, como una parte central del mundo cultural, sufre esta crisis también, pero a esto se suma la ausencia total de políticas de protección y apoyo a la industria. Lo más grave es que esta ausencia de políticas no solo precariza al sector desde lo económico, sino también desde lo simbólico. Transformar el Ministerio de Cultura en Secretaría es un claro ejemplo de esta devaluación”.
 
Diego Ardiles, escritor y editor de Indómita luz, precisa a Página 12 que las consecuencias del deterioro y precarización que está sufriendo la industria editorial ya se está viendo en el “achicamiento de planes editoriales, que abarca a editoriales emergentes, medianas e incluso grandes. A la vez se vuelven conservadores porque nadie se anima a apostar por los autores inéditos ya que, en un contexto de caída del consumo y aumento de costos, una inversión en un autor desconocido es de alto riesgo”.
 
“Por otro lado les está costando mucho a las librerías sostenerse y han cerrado muchas, algunas históricas, porque la caída del salario afecta las ventas en una sociedad para la cual el libro es un lujo. La precarización existe hace años, las relaciones de producción de la industria del libro son más cercanas a la de la economía informal”, agrega Ardiles.
 
María Inés Krimer, reconoce que la industria cultural está viviendo su peor momento: “El cóctel de la caída de la demanda y el aumento indiscriminado de las importaciones es un golpe duro para todos los trabajadores que integran el sector editorial y, en especial, para la supervivencia de las editoriales pequeñas y medianas. Si es duro para el sector, es letal para los escritores, que ven sus posibilidades de cobrar sus regalías o de ser editados cada vez más lejanas”.
 
Lxs Trabajadores de la Palabra afirman en el documento que leerán hoy en la Plaza de los Dos Congresos que la industria del libro mueve 700 millones de dólares al año, y que hay miles de puestos de trabajo en juego de forma directa o indirecta. “La verdad es que no sabría decir cuántos puestos de trabajo se han perdido, se hace difícil calcular en una industria en donde hay tanto freelancismo y tanto trabajo irregular”, plantea Romero.
 
“Muchas librerías cerraron o están por cerrar, dentro de la producción en las editoriales se han recortado gastos, sobre todo las tercerizaciones, y los planes editoriales se acortaron drásticamente. Lo que puedo decir es que hace dos años recibía dos o tres currículums por mes de gente que egresaba de alguna carrera relacionada con la edición o las letras, y que hoy recibo muchos más, por lo menos diez, y no necesariamente de gente que recién empieza sino de gente con mucha experiencia en el sector”, continúa Romero.
 

Ardiles reflexiona sobre las consecuencias de esta degradación: “El libro, que debería ser un derecho humano y que es una herramienta fundamental, sobre todo para los sectores populares, es inaccesible para ellos. Hay una idea en la sociedad, que tiene que ver con el neoliberalismo y que refleja muy bien esta gestión: el libro es un lujo, un bien suntuario: ‘Lo justo es que el que pueda pagar lea, si no váyanse a Cuba’”. Para democratizar el libro, Ardiles propone que el Estado debería tener una doble función: promover y facilitar los libros y regular la industria.
 
 


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