BARES PORTEÑOS

Bares de barrio que guardan la memoria porteña

La Flor de Barracas, el Bar de Cao en San Cristóbal, el Margot de Boedo y el Museo Fotográfico Simik de Chacarita, guardan la tradición y la memoria porteña.


Algunos cafés de la Ciudad de Buenos Aires son como máquinas del tiempo que llevan a otras épocas. Un ejemplo es el Bar de Cao, de los hermanos Cao, inmigrantes asturianos, que en la década de 1930, abrieron en San Cristóbal el bar y despensa “La Armonía”. La antigua máquina registradora nunca anduvo y parece que los dueños respondían siempre lo mismo: “Se nos descompuso ayer”. Del Café Margot de Boedo, es famosa la historia que cuenta que Perón desvió a su comitiva para buscar el sándwich de pavita en escabeche que aún es ícono del local, recuerda Clarín.
 
Según el Ministerio de Cultura porteño, la Ciudad cuenta con 86 cafés/bares notables, destacables por antigüedad y por valores arquitectónicos y culturales. “La institución Café como espacio de vínculo social es anterior a la Revolución de 1810. Dos de los más famosos fueron el de los Catalanes -fundado en 1799 y ubicado en lo que hoy es la esquina de Perón y San Martín- y el Café de Marco -abrió sus puertas en 1801 en las actuales Alsina y Bolívar”, escribió Carlos Cantini, investigador, autor del blog Café Contado y dueño del bar La Flor de Barracas (1906).
 
“Pero fue la irrupción del tango en la cultura popular lo que le otorgó un carácter simbólico único a estos espacios de ocio porteño, convirtiéndolos en sitios de cobijo emocional para miles de desarraigados de los movimientos inmigratorios de principios de siglo XX". Para Cantini “El Café es un ambiente más de nuestra casa. Ningún porteño se siente extraño en un Café. Están cargados de información que nos resulta familiar y abraza”.
 
Algunos ejemplos son: El Bar de Cao, o la refundación de La Armonía, donde los vecinos que llegaban de trabajar en las fábricas se reconfortaban con un plato de “caldo gallego” (hecho con carnes y verduras). El Margot, donde concurrían pensadores y artistas del Grupo de Boedo, rivales del de Florida. La Flor de Barracas, donde hubo y hay tango y otros géneros, libros y platos de "sueglios", así bautizaron a la pasta rellena, en general de osobuco o de cordero, con salda de vermut o "funyi", que homenajea a Sueglio, el pueblito del norte de Italia desde donde vino el bisabuelo de los Cantini en 1869. Además, está El Palacio, de Chacarita, allí funciona el Museo Fotográfico Simik, declarado de Interés Cultural por la Legislatura porteña.
 
El local de La Flor de Barracas abrió en 1906 y conserva su espíritu de bodegón y de tango. Allí hubo peleas de compadritos y hay homenajes a los ex vecinos Ángel Villoldo, padre del género, y Eduardo Arolas, “tigre” del bandoneón. Carlos Cantini, recuerda que por el local, pasaron payadores y orquestas típicas y que, desde 2011, es Bar Notable.
 
El Bar de Cao tiene estética de almacén y despacho de bebidas y calidez de familia. El local nació como bodegón en 1915 y unos diez años después llegaron los hermanos asturianos Cao y lo convirtieron en La Armonía: "Despacho de comestibles al por menor. Venta de bebidas en general y despacho de bebidas alcohólicas".
 
Su especialidad: el "caldo gallego", los fiambres y los quesos, además de las sardinas y el aceite de oliva español. Hoy la Picada Gran Cao trae queso de campo, aceitunas negras y verdes, jamón crudo, palmitos, cantimpalo, sopresatta, tortilla, roquefort, leberwurst y pan casero. "Comen dos, pican cuatro", aclaran.
 
Los fileteados de Guillermo Pérez Bravo, las visitas del artista plástico León Ferrari y del músico Pipo Cipolatti son parte de las memorias del Bar de Cao, Independencia al 2400, San Cristóbal. Fue declarado notable en 1998.
 
En los años '40 la Confitería Trianón, donde el matrimonio Torres creó el sándwich de pavita al escabeche que es emblema hasta hoy en el Café Margot, ubicado en Boedo 857. Los habitués además del Grupo de artistas y pensadores de Boedo, el político socialista Alfredo Palacios y el boxeador Ringo Bonavena. Además, hay una biblioteca Maestro Miguel Ángel Caiafa, en la trastienda Maestro Carlos Caffarena. Es notable desde 2007.
 
El bar Fotográfico Simik, ubicado en Federico Lacroze 3901, en el barrio de Chacarita, tiene 33 años, se pueden ver fotos y cámaras. Además, se dictan talleres y se organizan movidas de jazz.
 
El Museo Fotográfico Simik cuenta con alrededor de 2.500 objetos: desde daguerrotipos de 1840 hasta cámaras digitales pioneras. "Nació de casualidad", explicó a Clarín Simik, ex bombero que se enamoró de la fotografía haciendo pericias. "La idea apareció tras la crisis de 2001, cuando las mesas del local estaban vacías. En mercados de pulgas, encontré 50 cámaras. Mi cuñado hizo las vitrinas. Y a la gente le empezó a gustar", agregó.
 


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