COMUNA 14

Mecánicos que resisten con sus talleres en Palermo

En los '70 los talleres mecánicos copaban el barrio de Palermo. Hoy, unos pocos conviven con locales de ropa, restoranes y hoteles boutique.


En el barrio de Palermo antes de que los bares, los restoranes, las casas de ropa y de regalos y los lugares de comida gourmet desembarcaran en el barrio, eran los talleres mecánicos o de chapa y pintura los que vivían momentos de esplendor, en medio de conventillos, calles tranquilas y empedradas y vecinos que se conocían de toda la vida.
 
Hoy, en medio de la comida gourmet, los jóvenes que van a divertirse, los turistas y los trapitos, todavía hay vecinos que se resisten a que sus talleres se conviertan en restoranes, panaderías boutique y casas de decoración. Son pocos dentro de la nueva escenografía palermitana, pero los dueños se mantienen firmes, desafiando a la nueva tendencia que de manera irreversible se impone en los últimos tiempos.
 
“En un momento llegó a haber como 180 talleres”, dice a Clarín Daniel Sinopoli desde la puerta de su local, en Nicaragua 4643. Y recuerda al barrio de su niñez: “Mis tíos empezaron a trabajar en este taller con mi viejo, y al final me quedé yo. Hace 40 años que estoy acá. Antes eran todos conventillos. En la esquina de Nicaragua y Armenia, había un gasómetro y nadie se animaba a pasar por ahí. Sólo los borrachos, porque había olor a gas y el miedo a que explotara era mucho”.
 
En la década del setenta, el gasómetro fue desmantelado y en el lugar se construyó la actual plaza Armenia. Aunque ofertas para que vendan sus propiedades no sobran, Sinopoli y Trolla aseguran que no van a irse. “Cada tanto me cargan y me dicen: '¿Cuando cerrás y te ponés un restoran?' Pero no, estoy bien acá, este es mi laburo”, cuenta Sinopoli.
 
“Hay un sentido de pertenencia con el barrio, si uno se va pierde la identidad”, agrega Trolla a Clarín, quien asegura que en más de una ocasión se cruzó caminando por la puerta de su taller al mismísimo Fangio. “Vivía a unas cuadras de acá, con sus sobrinas. Una vez lo paré y le pedí que me firmara un ejemplar de la revista El Gráfico”, dice orgulloso.
 
En Armenia casi El Salvador, el taller de Carlos se mantiene estoico rodeado de casas de bijouterie, tiendas de ropa y bares. “Yo estoy desde 1978. ¿Sabés las veces que vinieron a rogarme que les subalquilara el local? Ahora ya vienen menos, hay más negocios disponibles. Hasta hace unos años hacíamos un asado todos los viernes, en la puerta. Ahora tenés que tener mucho cuidado, que el auto no tire humo, que no haya olor a nafta...”, cuenta a Clarín.
 
Otro problema común para los talleristas es el espacio para estacionar “tenemos que usar los nuestros como 'escudos' para que no se te suban arriba de la vereda o te dejen el coche estacionado en la puerta. A veces llegás temprano y no podés entrar”.
 
A pocas cuadras, en Thames 1477, está Palermo Car: Carlos y Gabriel, hermanos e hijos de Coco, el fundador, no dudan en seguir con el taller que comenzó el papá: “Cada vez hay menos talleres de chapa y pintura, es un problema que va más allá del barrio. Acá todo cambió mucho. A nosotros siempre nos proponen si no queremos vender o alquilar, por ejemplo, para convertir el lugar en un estacionamiento. Pero este es nuestro oficio, lo consideramos algo artesanal, y estamos orgullosos de estar acá luego de tantos años”.
 
A la vuelta, en Serrano 1343, el Lubricentro Serrano está por cumplir 40 años. “Tenemos varias generaciones de clientes, vinieron los abuelos y ahora llegan los hijos y los nietos. Acá tenemos a la clientela y a muchos empleados que viven de este trabajo. Todos nos conocen. No pensamos en cerrar o mudarnos”, dice Martín a Clarín, que junto con su hermano Jorge y su hermana Perla están a cargo del negocio que heredaron de su tío.
 
No son muchos los talleres que todavía quedan en el corazón de Palermo. En los últimos años, porque sus dueños fallecieron y los hijos decidieron vender o cambiar de rubro, la mayoría cerró. Todavía pueden verse, en algunos carteles despintados, inscripciones con palabras sueltas como “carburación” o “chapa y pintura”.
 
Mientras tanto, los que siguen adelante afirman orgullosos que cuentan con trayectoria, confianza y experiencia como para subsistir con la clientela de toda la vida. Incluso, con los nuevos que se acerquen cuando descubran que Palermo no es sólo un barrio fashion y de moda.

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