COMUNA 14

Polo Científico y Tecnológico de Palermo

El predio que ocupaban los edificios e instalaciones de las bodegas Giol y Santa Ana fueron recuperados para la construcción del flamante Polo Tecnológico en el barrio de Palermo.


El Polo Científico y Tecnológico de Palermo fue construido sobre los antiguos edificios y espacios de las ex Bodegas Giol y Santa Ana, el megaproyecto inaugurado a fines de 2015 por Cristina Fernández de Kirchner, cumple con roles diversos y ataca problemas de estructura barrial, rompe barreras, recupera identidad e historia, y genera programas de interés social y uso público.
 
Esta diversidad fue plasmada por el estudio de arquitectura Parysow Arquitectos + Hauser | Ziblat en un proyecto que aborda múltiples exploraciones, tanto en lo referente al diseño como a la materialidad y los procesos constructivos: antiguas fachadas recuperadas se combinan con nuevas estructuras de estilo contemporáneo, volúmenes de triple altura, juegos de llenos y vacíos, y una notable diversidad espacial conforman un nuevo hito de alto impacto a nivel doméstico y ciudadano, según pudo constatar Clarín.
 
Las bases del concurso nacional de anteproyectos convocado por la FADU-UBA hace casi diez años especificaban que el proyecto debía generar una estructura que permitiera su crecimiento sin colisionar con el funcionamiento de las áreas. Así, en 2011 se terminó la primera parte de la obra, conformada por las sedes del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT), la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y los Institutos Internacionales Interdisciplinarios, entre ellos la fundación Max Planck. El conjunto se completó en 2015 con la inauguración del Centro Cultural de la Ciencia (C3) y la sede administrativa del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
 
La operación arquitectónica, según explican los autores a Clarín, tuvo a la racionalidad como rasgo distintivo. Había que operar en distintos frentes, aprovechando al máximo los espacios vacantes. “Así logramos desarrollar un complejo de 45.000 m2 en un área de 8.000 m2 preexistentes a los que no había que ocultar sino revalorizar”, definen los autores. “Proyectamos entonces un edificio único que diera respuestas urbanas a las tensiones propias del barrio”.
 
Una mirada general sobre la obra permite distinguir dos antiguos volúmenes. Uno, el edificio blanco de las ex Bodegas Giol que ahora aloja a la Agencia de Promoción Científica, ubicado sobre la esquina de Paraguay y Godoy Cruz (ex bodega Santa Ana), es el típico exponente de la arquitectura fabril de la década de 1930, caracterizado por la simpleza propia de las factorías y la incorporación de las tendencias racionalistas de entonces.
 
Con una estética contrapuesta, el edificio rojo, ubicado sobre la calle Godoy Gruz, se inscribe dentro de las “construcciones utilitarias tardías y está más bien emparentado con la tradición funcional”, según explican los proyectistas a Clarín. La intervención implicó la preservación de los elementos distintivos del edificio blanco, como el acceso, el balcón saliente, la leyenda bajorrelieve “GIOL” y la carpintería vertical sobre la calle Paraguay, incorporando sobre las fachadas que dan a Godoy Cruz ventanas nuevas que permitieran conservar la relación de llenos y vacíos.
 
Una ampliación en dirección del parque alberga a los institutos de investigación, caracterizándose por sus fachadas tratadas con parasoles de configuraciones y tamaños diversos, y la disposición de un entrepiso para equipamientos especiales. En cuanto al edificio rojo (sede del MINCYT), su estructura de hormigón visto fue respetada, manteniendo el ladrillo hasta la altura del antepecho, incorporando desde allí grandes paños vidriados que recibieron un tratamiento de serigrafía roja. “Así buscamos recuperar la tectónica original del edificio, generando mayor luz natural en los espacios interiores. Este edificio está materialmente jerarquizado, conformándose a partir de cuatro plantas de oficinas de 1.460 m2 cada una, y con ambos frentes orientados para captar luz natural”, explican los arquitectos a Clarín. En sus niveles superiores se mantuvieron a la vista las estructuras de losas, vigas y columnas.
 
Incorporándose a los edificios existentes, sobre el otro extremo del predio, se ubica el Centro Cultural de la Ciencia, el C3. Se trata de un volumen organizado a partir de un gran hall en triple altura, con acceso directo al auditorio y a dos salas de exposiciones, ambos sectores resueltos mediante una estructura de grandes luces. Terrazas y expansiones completan el edificio, desde cuyo interior se captan distintas perspectivas de los pasajes que desembocan en la calle Godoy Cruz. Estas áreas se vinculan entre sí en sus dos frentes mediante dos estrategias distintas.
 
Sobre Godoy Cruz se desarrolla un espacio público de características más fragmentarias, con explanadas de acceso que mantienen la escala barrial. Del otro lado, entre la línea del edificio y el talud del ferrocarril se dispone el Parque de la Ciencia, un área verde lineal paralela a las vías del ferrocarril de 9.800 m2. En avanzado estado de obra, el parque se propone como un espacio lúdico de uso libre que incluirá un anfiteatro y gradas, y juegos infantiles con contenidos y estéticas relacionadas con el mundo de la física, la biología o la matemática. La prolongación peatonal de la calle Guatemala funciona como acceso desde la calle al parque, vinculando los dos espacios públicos.
 
En cuanto a las explanadas de acceso, según explican los autores a Clarín, se proyectaron espacios públicos que relacionan los distintos halles de acceso que conforman un nuevo espacio cívico y disminuyen a partir de ese punto elevado la probabilidad de inundación. El rasgo distintivo del C3 es “Lugar a Dudas”, un conjunto de tres espacios destinados a muestras permanentes bautizados como “El Tiempo”, “La Información” y “El Azar”. Se trata de salas multipropósito con módulos interactivos tratados por escenógrafos, diseñadores industriales, ingenieros en sistemas y licenciados en bellas artes. Este cuerpo también alberga laboratorios, biblioteca, el auditorio y las salas de convenciones. Los distintos sectores se caracterizan por su materialidad contrastante.
 
Mientras que las áreas de investigación están uniformizadas mediante el uso del blanco, el auditorio (con capacidad para 500 personas) es una caja en pendiente con tratamiento acústico casi íntegramente de madera.  Dos espacios destinados a convenciones unificables se suman al equipamiento.
 
Un mix de paneles solares y acumuladores de sostén fueron destinados al calentamiento del agua. Paneles fotovoltaicos se disponen a nivel de azotea en el edificio de nueve pisos que aloja la sede del CONICET. Como método de mantenimiento preventivo se adoptó un sistema BMS, por el cual se puede ejercer un control permanente de los dispositivos. “Propusimos un conjunto compacto y energéticamente eficiente, y lo desarrollamos dentro de un criterio de sustentabilidad a partir de un diseño funcional. El primer objetivo era la conservación y recuperación de los edificios existentes, lo que por sí mismo constituye una operación sustentable de ahorro de energía, más allá de su valor histórico”, concluyen los autores a Clarín.


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