La lucha de los vecinos por los cines de barrio

Los vecinos se organizan para mantener abiertos los antiguos cines de barrio y evitar que se conviertan en templos o se demuelan.

Unos 50 vecinos se congregan todos los sábados en la puerta del Cine Teatro Urquiza en el barrio de Parque Patricios. Desde hace dos años buscan la expropiación para que vuelva a funcionar como cine y además crear un centro cultural.

La estructura tapiada poco recuerda a la sala emblema del barrio inaugurada en 1921. Los vecinos recolectan firmas, organizan festivales y aprenden sobre trámites legislativos para recuperar los cines caídos en desgracia y así revivir algo de la identidad cultural de cada barrio. Los vecinos del Urquiza tienen espejos donde como lo son las otras luchas por el Aconcagua, el Taricco o el Gran Rivadavia.

"Hay una titularidad del cine que respetamos, por ello planteamos que se declare de interés público para que se pueda expropiar", comenta a La Nación Manuel Vila García, presidente del Foro Memoria Parque Patricios. Cuando en 2013 el supermercado que allí funcionaba cerró porque la constructora dueña del lugar planeaba demoler, empezaron a organizarse. Sin respuestas oficiales, encararon la vía judicial y consiguieron una medida cautelar que impide alterar la estructura y apariencia del cine.

En marzo de este año presentaron ante la Legislatura porteña el proyecto para expropiarlo. La Comisión de Cultura lo puso en agenda y ya fue tratado en reunión de asesores. El trámite es extenso y en un año electoral se podría alargar aún más.

Para los vecinos del Urquiza, donde se presentaron figuras como Carlos Gardel, Aníbal Troilo y Tita Merello, recuperarlo no solo se vincula con la memoria barrial sino con evitar que la zona se vacíe luego del horario de oficinas. "Parque Patricios está tendiendo a una actividad diferente a su identidad característica. No renegamos, se han recuperado sectores degradados y la aparición de la línea H de subtes significó una movilización importante. Pero también tiene que crecer la grilla residencial. Para eso tiene que haber elementos culturales, si no a las cinco de la tarde se vacía el barrio", agrega Vila García a La Nación.

El cine Taricco, en el barrio de La Paternal, fue de los primeros en apagar sus proyectores en los 70, cincuenta años después de su inauguración. El lugar fue ocupado por distintos supermercados hasta fines de los 90. En 2001 se iniciaron las tareas para reabrirlo y en 2005 se aprobó la expropiación. La reglamentación indica que la norma debe ejecutarse en el plazo de tres años. La salida anticipada de Aníbal Ibarra y la finalización del mandato por Jorge Telerman demoraron el trámite. Durante el primer año de la gestión de Mauricio Macri tampoco se llevó a cabo y se venció.

Desde entonces, un grupo de vecinos no cesaron en su lucha para recuperarlo. Además de festivales y reuniones abiertas todos los primeros martes de cada mes este año presentaron por tercera vez el proyecto, al que le agregaron la posibilidad de que el lugar sea administrado por la ONG que conformaron con participación de varios actores sociales.

Entre presentaciones acudieron también a la administración porteña. "Decían que se necesitaba mucha plata para ponerlo en valor. Nosotros dijimos: «Cómprenlo y nos hacemos cargo del resto, con sponsors, como sea»", cuenta el vecino Norberto Zanzi a La Nación. Saben que tienen a favor resoluciones de la Defensoría del Pueblo que indican que el lugar está estructuralmente en condiciones. "Lo bueno es que, cuando los vecinos quieren, se pueden dejar las ideologías y partidismos de lado por el bien común, que es superior al bien particular", agrega.

José Luis Alesina pasó gran parte de su juventud en el cine Aconcagua, en Villa Devoto. Su abuelo lo había construido en 1945 con las mismas características que los cines de Lavalle, los más modernos de la época. En 1996 apagó las luces definitivamente. Atrás llegó la Iglesia Universal, que lo reabrió como templo evangélico hasta 2009, que volvió a tapiarse.

Román Bonanni, por entonces un adolescente de 16 años, fue el primero en creer que todavía tenía potencial y armó el grupo de Facebook "Para que el cine Aconcagua vuelva a ser el cine/teatro que alguna vez fue". La recepción entre los vecinos fue inmediata y empezaron a organizarse.

Tuvieron suerte: el entonces legislador Rubén Campos (UCR) era vecino y les armó un proyecto para que se expropie el lugar y reabrirlo como centro cultural. Tenían a favor que la dueña, miembro de la familia Suñé (un clan históricamente vinculado a la gestión de cines) estaba de acuerdo. A finales de 2011 se aprobó por unanimidad. "Cuando nos enteramos diez días después que estaba vetado no entendíamos nada", recuerda Alesina. El Gobierno de la Ciudad alegó cuestiones de partidas presupuestarias y exceso de oferta cultural en el barrio.

"Es difícil saber la realidad sobre por qué lo terminan vetando. Me tengo que agarrar de lo que dijeron ellos. Para mí los asesoraron mal", afirma a La Nación el nieto del fundador. En la actualidad se conformaron como Asociación Civil para el día de mañana poder hacerse cargo de la gestión. Mientras tanto, se reúnen cada quince días en el bar de una estación de servicio para trabajar en un nuevo proyecto.

El cine Gran Rivadavia, en el barrio Floresta, es uno de los pocos que pudieron recuperarse y hoy funciona con una programación teatral digna de la calle Corrientes. En 2009 apareció el cartel de demolición y se encendieron las alarmas. Los vecinos se movieron rápido y armaron un proyecto que fue aprobado.

"Pedimos frenar la demolición. Nunca propusimos la expropiación porque sabíamos que no iba a avanzar y tampoco crear un centro cultural. Queríamos que vuelva a ser lo que fue", cuenta a La Nación Gabriel De Bella, referente de la lucha.

Lo solución llegó de la mano de privados tras golpear sin éxito despachos porteños y nacionales. En 2013 una sociedad anónima lo compró y restauró. En abril pasado reabrió con éxito. Di Bella advierte sobre el día después para evitar repetir la historia: "No es cuestión de pedir nada más, hay que usarlo, sacar la entrada. Pelearemos el precio de la entrada, pero hay que sacarla".


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