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- 20.03.2014
Santiago Vázquez: “las canciones son ahora el centro de mi universo musical”
Por Sebastián Scigliano
Hasta ahora, su nombre estaba asociado claramente a la Bomba de tiempo, ese experimento rítmico gregario que dirigió hasta hace poco y que se convirtió en uno de los destacados del circuito cultural porteño, y en menor medida con Puente celeste, una exquisita aventura sonora. Sin embargo, desde siempre Santiago Vázquez viene atesorando un mundo de canciones propias que, finalmente, decidió mostrar. De eso se trata, en parte, la salida del disco que se llama como él y que está presentando por esto días. “Es un lugar muy genuino y de mucha vulnerabilidad”, dice sobre su nueva etapa.
¿En qué momento de tu carrera te encuentra la salida del disco?
En un momento bastante bisagra, porque el disco es un disco de canciones ciento por ciento, con un sonido eléctrico, de guitarra batería, bajo y teclados, y tiene también una orquesta de cuerdas, una cosa musical fuerte. Pero es un momento bisagra porque, si bien yo vengo haciendo canciones desde siempre, en realidad, hasta ahora las mostraba con cuenta gotas en Puente Celeste o en algún otro proyecto, y ahora creo que es un momento en que esas canciones están pidiendo su propio espacio, su propia cancha. Es un cambio para mí bastante importante.
Sin embargo, para muchos de los que siguen tu carrera, no parece resultar tan extraño es te giro. ¿Para vos sí?
No es nada brusco el cambio, de todas formas. Es algo que se viene madurando y macerando desde siempre, y es un pasito que siento muy natural. Lo que pasa es que lo que se veía de mí últimamente es todo el tema de la percusión, de la dirección con señas y La bomba de tiempo. Por ahí para los que me conocen de Puente celeste sí es más esperable el cambio. Pero, es verdad, no es cambio brusco. Sí algo que estaba adentro ahora es lo que va a pasar a estar en público, pero es algo que ya estaba ahí.
Leí por ahí algo que dijiste acerca de que la música no era, hasta ahora, “tu expresión”, ¿de verdad pensás eso?
Me refería a que, en muchos casos, estaba trabajando en proyectos en los que había una idea y esa idea era, de alguna forma, el cauce del trabajo, era sobre lo que hablaba ese trabajo. Por ejemplo, en Mbira y pampa – un disco que grabó con la mbira, el instrumento nacional de Zimbawe, del que él es uno de sus principales difusores -, el trabajo estaba en relación con el instrumento, la mbira, y a su música tradicional, y también a la música argentina, que para mí tienen una relación. En la Bomba de tiempo, es claramente un trabajo sobre el ritmo y la improvisación, para bailar, y con el lenguaje de señas que inventé. Puente celeste tiene que ver con esa cosa de poder borrar las fronteras falsas y dejar que las músicas se relacionen libremente arriba del escenario igual que lo hacen en la cabeza de uno, en realidad. Siempre hubo una idea que iba rigiendo el trabajo. En este caso, básicamente, se trata de expresarme con mis canciones, en algún sentido es algo más “convencional” lo que estoy haciendo, como concepto, que no tiene ningún concepto atrás, en realidad, sino que es mostrar estas canciones y este costado mío que hasta ahora era una zona más íntima.
¿Y cómo se siente eso, que las canciones protagonicen?
Por un lado, siento algo muy genuino, que a algunos les gustará y a otros no, y también un lugar de cierta vulnerabilidad, porque estoy mostrando emociones. Las letras tienen algo emocional que de alguna manera es más íntimo, más personal que la música instrumental. Es, entonces, un lugar de vulnerabilidad pero al mismo tiempo muy genuino, y eso hace que tenga una fuerza que me parece que se escucha, y que yo al cantarlo también lo siento, como una cosa sanadora, y estoy disfrutándolo mucho.
¿Te sentís más vulnerables cantando canciones que conocés que dirigiendo una improvisación que nos sabés como va a ser al instante siguiente?
Sí. Al dirigir una improvisación, la temática es el ritmo y es algo que está fuera de uno. Uno está coordinando el flujo natural de un grupo de músicos y de una música que está sonando. Con las canciones, en realidad, hay algo muy específico que tiene que ser dicho, entonces requieren de más mimos, de alguna manera, de un cuidado especial que la música instrumental, en general, no requiere, que se puede interpretar de muchas maneras y puede estar bien de todas esas maneras. En cambio las canciones tienen un mensaje muy específico que tiene que logar transmitirse.
¿Te faltaba en tu carrera este rol de frontman, de cantante que lidera una banda?
Es algo que siempre quise para mí. Desde que empecé a hacer música empecé a hacer ritmo y a cantar simultáneamente, y a componer melodías. Sí es algo que me debía en cuanto a un proyecto que esté dedicado enteramente a eso, en el que yo esté al frente de los escenarios todo el tiempo. Igual, tengo la se sensación de que no es algo pasajero, de que es una vuelta de página importante para mí, que por algún motivo no lo hice antes, y creo que voy a continuar por acá, que este es el centro, ahora, de mi universo musical, y que en estos conciertos voy a ir volcando un montón de cosas que tienen que ver con también con ese universo más, si se quiere, de investigador o también de música instrumental, pero el eje está pasando a ser la canción.
¿Qué instrumentos vas a tocar? Por que sos de “pasear” por varios, habitualmente.
Estoy tocando guitarras, piano, y cantando. No me muevo tanto. Toco algo de percusión en algún momento, en el show, como un pequeño agregado, pero no es para nada lo principal. Sí hay alguna canción con mbira, y seguramente tocaré el berimbau en algún tema, porque es uno de mis instrumentos favoritos, pero básicamente, guitarra, piano y a cantar.
Acabás de sacar también un libro sobre el lenguaje de dirección con señas. ¿Es un poco un cierre de esa etapa para vos?
Un poco sí. No es que esté cerrando la etapa de trabajar con el lenguaje de dirección con señas que inventé, porque en realidad me interesa seguir ayudando a su divulgación a desarrollarlo, también. El libro sí cerró una etapa de una transmisión de un lenguaje que tiene ya un nivel de completitud interesante, pero yo sigo haciendo viajes para entrenar a grupos que utilizan el lenguaje y que necesitan o les interesa una especialización, o doy seminarios. Me interesa muchísimo que se desarrolle el Centro de estudio de ritmos y percusión con señas, que es mi escuela ahí en el Konex, y el motivo de esa escuela es divulgar ese lenguaje, no solo con La bomba de tiempo, sino también en muchos otros ámbitos. Sí siento que con el libro hay toda una parte de transmisión de las señas de la cual se hace cargo el libro, justamente, y también ya hay muchos profesores enseñándolo, lo que me permite concentrarme en mi siguiente etapa artística.
A propósito, ¿qué balance haces de todos estos años de la Bomba, que coincidieron también con una explosión de la percusión en Buenos Aires?
La verdad es que está buenísimo. Fueron unos años intensos y maravillosos de poder concretar y materializar una idea que, si bien era muy ambiciosa desde el principio, se pudo realizar. Y era esa: contribuir a la ciudad con un ámbito social en el que la percusión sea el eje del encuentro entre las personas. Y eso es algo que pasa en muchas ciudades del mundo, y en Buenos Aires eso le correspondía a la murga porteña, que por algún motivo no llegó a calar en diferentes estratos culturales, sino que es algo un poco de nicho. Creo que con este invento del ritmo con señas y de armar el grupo como armé la Bomba, el espacio está generado, de hecho sigue ya sin mí y se sigue produciendo ese encuentro, y sigue desarrollándose la música de La bomba, y hay también un montó de grupos ya, que tocan. Ese sueño inicial de poder contribuir con una forma nueva y local de hacer percusión y que sirva para reunirse, está logrado y es increíble.
¿Cómo te imaginás dentro de dos tres años?
Seguramente haciendo canciones, seguramente haciendo discos nuevos, tratando de hacer cada vez mejor música y tratado de disfrutarla cada vez más, de poder vivir la magia de cuando uno está haciendo una música que lo conecta mucho con su interior y con las otras personas, y logrando que eso se transmita al público cada vez más. Es una búsqueda medio sutil, porque es algo de calidad, no de cantidad. Lograr que la magia del momento musical y de su transmisión sea cada vez más puro.
Hasta ahora, su nombre estaba asociado claramente a la Bomba de tiempo, ese experimento rítmico gregario que dirigió hasta hace poco y que se convirtió en uno de los destacados del circuito cultural porteño, y en menor medida con Puente celeste, una exquisita aventura sonora. Sin embargo, desde siempre Santiago Vázquez viene atesorando un mundo de canciones propias que, finalmente, decidió mostrar. De eso se trata, en parte, la salida del disco que se llama como él y que está presentando por esto días. “Es un lugar muy genuino y de mucha vulnerabilidad”, dice sobre su nueva etapa.
¿En qué momento de tu carrera te encuentra la salida del disco?
En un momento bastante bisagra, porque el disco es un disco de canciones ciento por ciento, con un sonido eléctrico, de guitarra batería, bajo y teclados, y tiene también una orquesta de cuerdas, una cosa musical fuerte. Pero es un momento bisagra porque, si bien yo vengo haciendo canciones desde siempre, en realidad, hasta ahora las mostraba con cuenta gotas en Puente Celeste o en algún otro proyecto, y ahora creo que es un momento en que esas canciones están pidiendo su propio espacio, su propia cancha. Es un cambio para mí bastante importante.
Sin embargo, para muchos de los que siguen tu carrera, no parece resultar tan extraño es te giro. ¿Para vos sí?
No es nada brusco el cambio, de todas formas. Es algo que se viene madurando y macerando desde siempre, y es un pasito que siento muy natural. Lo que pasa es que lo que se veía de mí últimamente es todo el tema de la percusión, de la dirección con señas y La bomba de tiempo. Por ahí para los que me conocen de Puente celeste sí es más esperable el cambio. Pero, es verdad, no es cambio brusco. Sí algo que estaba adentro ahora es lo que va a pasar a estar en público, pero es algo que ya estaba ahí.
Leí por ahí algo que dijiste acerca de que la música no era, hasta ahora, “tu expresión”, ¿de verdad pensás eso?
Me refería a que, en muchos casos, estaba trabajando en proyectos en los que había una idea y esa idea era, de alguna forma, el cauce del trabajo, era sobre lo que hablaba ese trabajo. Por ejemplo, en Mbira y pampa – un disco que grabó con la mbira, el instrumento nacional de Zimbawe, del que él es uno de sus principales difusores -, el trabajo estaba en relación con el instrumento, la mbira, y a su música tradicional, y también a la música argentina, que para mí tienen una relación. En la Bomba de tiempo, es claramente un trabajo sobre el ritmo y la improvisación, para bailar, y con el lenguaje de señas que inventé. Puente celeste tiene que ver con esa cosa de poder borrar las fronteras falsas y dejar que las músicas se relacionen libremente arriba del escenario igual que lo hacen en la cabeza de uno, en realidad. Siempre hubo una idea que iba rigiendo el trabajo. En este caso, básicamente, se trata de expresarme con mis canciones, en algún sentido es algo más “convencional” lo que estoy haciendo, como concepto, que no tiene ningún concepto atrás, en realidad, sino que es mostrar estas canciones y este costado mío que hasta ahora era una zona más íntima.
¿Y cómo se siente eso, que las canciones protagonicen?
Por un lado, siento algo muy genuino, que a algunos les gustará y a otros no, y también un lugar de cierta vulnerabilidad, porque estoy mostrando emociones. Las letras tienen algo emocional que de alguna manera es más íntimo, más personal que la música instrumental. Es, entonces, un lugar de vulnerabilidad pero al mismo tiempo muy genuino, y eso hace que tenga una fuerza que me parece que se escucha, y que yo al cantarlo también lo siento, como una cosa sanadora, y estoy disfrutándolo mucho.
¿Te sentís más vulnerables cantando canciones que conocés que dirigiendo una improvisación que nos sabés como va a ser al instante siguiente?
Sí. Al dirigir una improvisación, la temática es el ritmo y es algo que está fuera de uno. Uno está coordinando el flujo natural de un grupo de músicos y de una música que está sonando. Con las canciones, en realidad, hay algo muy específico que tiene que ser dicho, entonces requieren de más mimos, de alguna manera, de un cuidado especial que la música instrumental, en general, no requiere, que se puede interpretar de muchas maneras y puede estar bien de todas esas maneras. En cambio las canciones tienen un mensaje muy específico que tiene que logar transmitirse.
¿Te faltaba en tu carrera este rol de frontman, de cantante que lidera una banda?
Es algo que siempre quise para mí. Desde que empecé a hacer música empecé a hacer ritmo y a cantar simultáneamente, y a componer melodías. Sí es algo que me debía en cuanto a un proyecto que esté dedicado enteramente a eso, en el que yo esté al frente de los escenarios todo el tiempo. Igual, tengo la se sensación de que no es algo pasajero, de que es una vuelta de página importante para mí, que por algún motivo no lo hice antes, y creo que voy a continuar por acá, que este es el centro, ahora, de mi universo musical, y que en estos conciertos voy a ir volcando un montón de cosas que tienen que ver con también con ese universo más, si se quiere, de investigador o también de música instrumental, pero el eje está pasando a ser la canción.
¿Qué instrumentos vas a tocar? Por que sos de “pasear” por varios, habitualmente.
Estoy tocando guitarras, piano, y cantando. No me muevo tanto. Toco algo de percusión en algún momento, en el show, como un pequeño agregado, pero no es para nada lo principal. Sí hay alguna canción con mbira, y seguramente tocaré el berimbau en algún tema, porque es uno de mis instrumentos favoritos, pero básicamente, guitarra, piano y a cantar.
Acabás de sacar también un libro sobre el lenguaje de dirección con señas. ¿Es un poco un cierre de esa etapa para vos?
Un poco sí. No es que esté cerrando la etapa de trabajar con el lenguaje de dirección con señas que inventé, porque en realidad me interesa seguir ayudando a su divulgación a desarrollarlo, también. El libro sí cerró una etapa de una transmisión de un lenguaje que tiene ya un nivel de completitud interesante, pero yo sigo haciendo viajes para entrenar a grupos que utilizan el lenguaje y que necesitan o les interesa una especialización, o doy seminarios. Me interesa muchísimo que se desarrolle el Centro de estudio de ritmos y percusión con señas, que es mi escuela ahí en el Konex, y el motivo de esa escuela es divulgar ese lenguaje, no solo con La bomba de tiempo, sino también en muchos otros ámbitos. Sí siento que con el libro hay toda una parte de transmisión de las señas de la cual se hace cargo el libro, justamente, y también ya hay muchos profesores enseñándolo, lo que me permite concentrarme en mi siguiente etapa artística.
A propósito, ¿qué balance haces de todos estos años de la Bomba, que coincidieron también con una explosión de la percusión en Buenos Aires?
La verdad es que está buenísimo. Fueron unos años intensos y maravillosos de poder concretar y materializar una idea que, si bien era muy ambiciosa desde el principio, se pudo realizar. Y era esa: contribuir a la ciudad con un ámbito social en el que la percusión sea el eje del encuentro entre las personas. Y eso es algo que pasa en muchas ciudades del mundo, y en Buenos Aires eso le correspondía a la murga porteña, que por algún motivo no llegó a calar en diferentes estratos culturales, sino que es algo un poco de nicho. Creo que con este invento del ritmo con señas y de armar el grupo como armé la Bomba, el espacio está generado, de hecho sigue ya sin mí y se sigue produciendo ese encuentro, y sigue desarrollándose la música de La bomba, y hay también un montó de grupos ya, que tocan. Ese sueño inicial de poder contribuir con una forma nueva y local de hacer percusión y que sirva para reunirse, está logrado y es increíble.
¿Cómo te imaginás dentro de dos tres años?
Seguramente haciendo canciones, seguramente haciendo discos nuevos, tratando de hacer cada vez mejor música y tratado de disfrutarla cada vez más, de poder vivir la magia de cuando uno está haciendo una música que lo conecta mucho con su interior y con las otras personas, y logrando que eso se transmita al público cada vez más. Es una búsqueda medio sutil, porque es algo de calidad, no de cantidad. Lograr que la magia del momento musical y de su transmisión sea cada vez más puro.
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