Miss Bolivia: “musicalmente, soy promiscua, pero respetuosa”

Por Sebastián Scigliano
Figura en franco ascenso de un universo musical decididamente desprejuciado, ecléctico e innovador, Miss Bolivia va camino consolidarse como una referencia de esa “fusión urbana”, como ella la llama, bailable y comprometida. Mezcla de reagge, cumbia, dub, rap y electrónica, su música también recupera un lugar de la mujer que no sea condescendiente ni con su cuerpo ni con su cabeza. “Hay que terminar con eso de que mujer que baila no se deja el cerebro puesto”, dice. Su último disco, Miau, la está haciendo girar por el país y el continente. Mañana, lo presenta en el Club Cultural Matienzo, con Villa Diamante y Pimentón como invitados.

¿En qué momento de tu carrera estás?

Siento que estoy en un momento de mucha responsabilidad, para diferenciarlo de otros momentos. Siempre me consideré una artista responsable, pero en este momento siento como que asumo, y también de algún modo me llega, se configura o está el espacio para asumir más responsabilidad. También siento que estoy en un momento de parto reciente; no tengo ya depresión pos parto, por suerte, que ya la tuve cuando terminé el disco. Es una nueva etapa, acompañada del nuevo disco, como si fuera Miss Bolivia 2.0, como si fuera un up grade. Tiene que ver con el disco, sí, pero el disco es la visibilización de un decantado de cosas mías y del mundo.

¿Responsabilidad frente a qué?

Yo siempre busco un estilo de vida éticamente responsable, en el que el hacer sea consecuencia de lo que pienso y de quien creo que soy. Ahora hay un momento de mayor visibilidad. Son dinámicas y olas, en este momento toca eso, y significa también que hay una mayor apertura del canal de expresión, de lo que uno dice y de hasta dónde llega, y a quién y cómo. Ahí aplica la responsabilidad del artista. ¿Qué hacés con eso, para qué vas a usar eso que tenés, para tu narcisismo, para decirte a vos o para decirnos a todos, para socializar un poco el canal? Esa es mi responsabilidad, si bien soy autobiográfica y autorreferencial muchas veces, cuando hay apertura de canal, para mí es momento para poner eso al servicio, para ser solo canal, para decir eso que no se dice o para decirlo del modo en que hay que decirlo. El artista es un comunicador, y más un artista del palo mío, que somos bastante trova y decimos lo que pasa, tenemos esa responsabilidad y ahí hay que aplicar la ética.

¿Qué valor le das a la independencia en este contexto?

En este momento es mi modus operandi. En el principio lo fue, también, y después pasé por mementos en los que trabajé con “la corpo”, que estuvo re bueno, también. Pero siempre mi médula fue la independencia en el hacer. Le doy el valor de la libertad, y también de la responsabilidad, otra vez, de tener más herramienta al alcance de la mano, y tener que decidir qué hacer con ellas, de qué modo vas a encarar tu trabajo, si es sponsoreado, autogestionado, independiente, o vendido absolutamente todo, y vos solo vas a interpretar… esa es una posición política, para mí, y yo creo en la independencia como estilo de vida. Ahora bien: para mí, independencia quiere decir que tenés la libertad y la potestad de usar las herramientas hasta del sistema corporativo más garca, a tu servicio y disponer de ellas cuando quieras. Si yo quiere distribuir con tal porque me ride más, está bien, tenemos solo un business para eso. Otro que me fabrica, es el pirata del barrio, ponele, y tengo otro tipo de contrato, pero hay uno, y si no se cumple, está todo mal. La independencia me da la pluralidad de códigos, puedo ir y venir a donde yo quiera, pero el control remoto lo tengo yo. Eso fue el mix que mejor me rindió. El hecho de que yo utilice herramientas del sistema, y siempre que el agente sea yo, eso no anula la independencia, la incluye, y a veces la potencia.

De todas formas, la disyuntiva entre la independencia y el sistema, para un proyecto que aspira a cierta repercusión, se plantea siempre, en algún momento.

Yo estoy en la industria discográfica, porque soy independiente pero tengo una productora, estoy en la industria. Y puedo vivir de eso y otras personas también están empezando a vivir de eso. Después, si vos querés aplicar técnicas comerciales como las que aplica “la corpo”, pero de forma independiente es otro tema. Si vos querés rotar en las radios, por ejemplo. ¿Cuánto sale? 50 lucas, ponele. Bueno, dale. Pero no, porque está todo ocupado hasta agosto. Ahí es cuando aparece la presencia del monopolio a otro nivel, que ya se transforma en un monopolio simbólico, que produce es rigidez en la grilla de contenidos que es la que nos fumamos cuando prendemos la radio o la tele. La independencia te da libertad, pero hay que ser cocientes del techo.

¿Y está todo bien con ese techo?

Yo, igual, soy una boquetera (risas). Pero lo conozco al techo, y para hacer boquetes tenés que conocerlo, y moverte con respeto y elegancia. Creo mucho en eso, también, en poder estar adentro, y desde ahí tirar mi bomba, que es mucho más efectiva, políticamente, que si me quedara para siempre en mi cuadra, en la que, sí, el mensaje le va a llegar a un par, y siempre desde los márgenes. Pero hasta ahí. Y yo no tengo problema, porque es hasta a veces un sacrificio el que hacés, como una acción altruista. Entrar y tirar la bomba ahí.

Tu música se nutre de muchos estilos distintos, todos juntos. ¿Por qué?

Creo que tiene que ver con el recorrido de mi escucha, que es muy plural porque mi vida es muy plural, y lo sigue siendo, muy polifacética. Tengo un recorrido muy variado, y escuché de todo. Mi familia es del interior, de Río Cuarto, en Córdoba, y ahí se escuchaba folclore. No escuchaban a los Beatles. Había otra música, como Leo Dan, ponele. Y yo tuve mi época bien punki, en la adolescencia, y pasé por Sumo, por el ska, y así llegué al reggae. Toda esa época punk, me la pasé consumiendo mucho producto importado, y tenía mucha reticencia con la cumbia, por ejemplo, que también era la música de mi casa, contra la que reaccionaba. El cambio tuvo que ver con empezar a viajar, me parece, a conocer también a tipos como Manu Chao, por ejemplo, que me hicieron revalorizar algunas cosas, y ahí volví con todo, me fui a aprender la copla, al norte, a Jujuy directo, bien a las células, y empecé a escuchar eso, cosas más roots y originarias. Tengo cero prejuicio y soy muy promiscua musicalmente y estilísticamente.

¿Ese es tu estilo, la promiscuidad musical?

Sí, musicalmente soy promiscua, pero respetuosa. Creo mucho en eso, también. Para mí, cuando hago fusión, que le digo así de fiaca, para ahorrarme un montón de palabras, está el respeto ahí, y no significa ni copy paste ni uno más uno, dos. Es más sinérgico, es más que las sumas de las partes, de los elementos. Eso es para mí la música de Miss Bolivia. Y sí, está la cumbia, el reggae, el dub, la música baja, el folclore, y ahora incorporando funk y house. Es mucho, digo que es fusión urbana, porque no dejo de usar la técnica del flow, por más que haga cumbia o que cante, ese estilo predomina. Puedo decir que es una fusión urbana, quizás.

¿Te parece que, junto con el crecimiento de artista como vos, también hay una escucha más permisiva para ese tipo de propuestas?

Sí, ahora sí. Me parece que somos un pueblo de escuchas rígidas, de compartimentos, somos muy clánicos. Entonces eso fue difícil. En un momento, para mí pasaron dos cosas: por un lado, a nivel comercial, empezaron a darse cuenta de que la cumbia garpaba, de que era muy prolífera económicamente, también. Aunque igual seguía ese estigma de la “cumbia cabeza”. Pero cuando empezaron ver que eso rendía, empezaron a utilizar una nueva camada de artistas, que creo que acá empieza con Dick el demasiado, que tiene diez años, casi, y otros colegas que empezaron a hacer dialogar a cumbia con lo digital. Creo que esa combinación fue, a nivel de la evolución de los etilos, el puente social que hizo que en Niceto Club, por ejemplo, se pudiera empezar a escuchar música de güiro bailada por gente de clase media, mínimo, mezclada con su otro mantra, más pastillero, más electrónico. A partir de ahí, empezó a pasar algo, se pluralizó la escucha. Puede gustarte o no, pero esos pibes se merecen ese crédito, de hacer el link en la evolución de ese género.

¿A quiénes reconocés como esos precursores?

Para mí, los que lo hicieron primero fueron Dick el demasiado, El Remolón y El hijo de la cumbia también tuvo que ver, empezando a remixar, a hacer mash up. Y para mí Villa Diamante es el gurú de eso, uno de los artífices de ese puente. Y humildemente me voy a incluir en una camada de artistas a los que nos fue bastante difícil transitar desde el micrófono eso. Yo quizás, las primeras veces que cantaba, iba a eventos de rap, a tirar algo, y mis bases desde el principio siempre tuvieron algo distinto, y esas veces me fumaba una miradas terribles, que ni se mosqueban, o en fiestas de cumbia, que tirás algo de rap y se te cae. Para empezar a tirar en esos eventos algo del otro universo hubo que poner el cuerpo, y hubo muchas resistencias. Ahora cualquiera lo hace, y es lo esperado porque es un estilo que está de moda, y está buenísimo. Me siento parte de esta generación, y ahora está todo permitido, y está buenísimo, con la música a 8 bits, o los sonidos del Atari, todo. Y a mí me pone orgullosa, eso, también, porque es industria nacional. No tiene que ser industria nacional solo el bife ancho. El estilo evolucionado sigue siendo de acá.

Tus letras proponen una reivindicación de la mujer y sus derechos y, al mismo tiempo, eso se hace desde una imagen de la mujer muy sensual. ¿Cómo combinás esas dos cosas?

Es re loco, porque toda las feministas, dicen que soy feminista, y yo digo que no. Me pasa con todas las tribus, y yo no, no tengo idea. Creo que también hay un arcaísmo colectivo de nuestro pensamiento que es “mujer que baila, no se deja el cerebro puesto”. Y la propuesta es poder hacerlo, y si querés, no, si querés, te volás, pero también tener la posibilidad de generar conciencia dentro de la pista. Y es esto que decía antes, de estar adentro del sistema y hablar desde ahí. Una herramienta muy de autonomía y de poder de la mujer tiene que ver con su sensualidad, utilizada no en su valor de objeto, sino como mujer guerrera. Por otra parte, yo nunca tuve problemas, siendo mujer, de hacer lo que hago, siempre fue un placer, nunca hubo discriminación. Por lo menos, dentro de lo que es laburo, nunca tuve que “pelar” eso del cuerpo, yo. Ese es el lugar de otras mujeres que yo quiero utilizar eso en mi lírica. Por ejemplo, hablar de Las Madres, es hablar de un guerrero, también. Y también puedo hablar de una mujer a la que le gusta otra mujer en la bailanta, por ejemplo. Me gusta descentralizar la perspectiva de la mujer y sobre la mujer, desde una mujer. Ojo con la mujer tipo bloque, porque es muy peligroso eso. La mujer es ilimitada, es hiperpluraral, no acaba, es infinita. Yo busco visibilizar todas estas distintas aristas.

Tu música tiene también la impronta de la colaboración con otros músicos. ¿Te parece que esa es una característica de tu generación, también?

Sí, es una tendencia que empezó a estar mucho más popularizada. Y sí es algo generacional, pero ojo, hay muchas de esas colaboraciones que son estrategias de Business, también. Pero sí me parece que hay más apertura y es una forma de crear unión entre tribus, algo que no sea bélico, por lo menos. Este tipo de cosas son ejercicios comunitarios de tolerancia, herramientas que ayudan a practicar la tolerancia. En los recitales empezás a ver que caen tribus re eclécticas, y conviven. Y también está lo artístico, que es que a veces aburre todo el tiempo el mismo timbre en un disco. Hay que cortar con algo, como un arreglo musical. Yo muchas veces lo pienso así, como si fuera una receta de cocina: tal tema me pide tal voz, por ejemplo.

¿Para dónde vas?

Estoy recién parida de mi hijo Miau, y lo quiero hacer crecer, que salga un poco, que conozca el país. Este año va a ser movido, voy a estar viajando mucho por Sudamérica, voy a volver a México. Y si hago zoom out, me gustaría el camino de empezar a producir a otros. Armé mi propio sello, que lo hice para mí, para tener la estructura, pero es también una plataforma para empezar con eso. Y voy también camino a vivir menos en la ciudad, y empezar a vivir tres o cuatro meses en otro país. Este año voy a empezar a probar, en México. Voy rumbo a re encontrarme con la naturaleza, que también es mi nafta para seguir adelante. Yo dejé todo, casi, por la música, porque es inevitable, por que es mi pasión, no tengo otra alternativa psíquica, insiste. Antes estaba tratando de descomprimir mucho, pero si insiste tanto, le doy. Con confianza de que todo lo que hacemos es con amor absoluto, y a la vez soy una obsesiva de la calidad, con la que la perfección del sonido también es mi obsesión, casi la única que tengo.


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