Pereré: “creo que la música que hicimos acorta la distancia entre los países y los continentes”

[caption id="attachment_30363" align="alignleft" width="150"] Foto: Lais Rodrigues[/caption]

Por Sebastián Scigliano
Alguna vez Caetano Veloso dijo algo así como que si alguien va a Bahía, va a África; si va a San Pablo, va a Europa; pero si va a Minas Gerais, entonces va a Brasil. De esa tierra mineira llegó, por primera vez a la Argentina, Sergio Pereré, a terminar de grabar un disco con el grupo local de percusión No Chilla y a dar una serie de conciertos y clases. Multifacético, inquieto e incansable, cuenta cómo fueron esos encuentros con los músicos argentinos y por qué esta experiencia forma parte de un recorrido “que el arte arma, sin que yo me de cuenta”.

¿Cuál es el balance que hacés de tu paso por Buenos Aires?

De modo general, me siento satisfecho, porque logramos cubrir las espectativas, que eran las grabaciones con No Chilla y esta convivencia que tuvimos. La música siempre me da sorpresas, y esta vez también, porque terminamos grabando cosas que yo no imaginaba. Las experiencias fueron muy buenas, tuve la chance de conocer a No Chilla desde un ángulo más personal, pude participar indirectamente dentro de la vida de cada uno, y me hicieron sentir en casa, en ningún momento tuve la sensación de estar haciendo turismo, o de ser extranjero. Incluso, a veces me despertaba a la noche y pensaba que estaba en Brasil. Eso es a causa del cuidado que tuvieron conmigo. Artísticamente, fue muy rico poder intercambiar estas experiencias, y conseguir ver cómo esa música de raíz africana, está fluyendo fuerte aquí, y da la sensación de que acorta la distancia entre los países y los continentes. Creo que conseguimos unir Brasil y Argentina todavía más, y al mismo tiempo, conseguimos unir Brasil y Argentina con África, y con el viejo mundo, con oriente, porque conseguimos hacer una música que tiene elementos de pueblos antiguos. Tengo la sensación que este momento es de un encuentro entre personas jóvenes, pero con la mente mirando aquello que es tradición. En varias de las músicas que grabamos, conseguimos traer elementos de pueblos que no existen más.

¿Eso es algo que buscaron o es producto de “la magia del arte”, de la que te gusta hablar?

Siempre pasa algo inesperado, estoy acostumbrado a eso. Siento que hay una parte que sabemos que estamos haciendo, y otra que no, que no nos damos cuenta. Creo que también hay una parte que imaginamos, y que va a suceder si tenemos la misma idea. Estamos delante de la magia del arte, y yo siempre viví con eso, con la parte mística del arte, que siempre me acompañó.

Te apoyás mucho en esa tranquilidad de que alguna cosa va a pasar si la disposición de las personas frente al acontecimiento artístico es genuina.

Es como si fuese mi religión, mi creencia en el poder del arte y la belleza. Yo no soy ese tipo de artista que busca cosas, en realidad siempre permito que el arte me proponga algo delante y ahí voy. No existe planificación, el trabajo sucede. Siempre y cuando uno se logra colocar ahí, ahí sucede de modo genuino, y se hace grande. Sentí que conseguimos en los encuentros con No Chilla, tanto el los shows como en las grabaciones, abrir mucho espacio para dejar salir la capacidad de escucharse, de abrirse al otro, creo que de cierta forma nos conectamos con ese espíritu del arte.

La colaboración entre artistas en Brasil es muy común, y aquí no tanto. ¿Cómo sentiste que se dio eso esta vez?

Confieso que estoy encantado, estoy impresionado de percibir la escucha del grupo entre sí, y la disposición a escuchar lo que yo proponía. Ese es el gran diferencial de No Chilla: la capacidad de escuchar, de tocar juntos, escuchándose entre todos, y esa es quizás la razón de que yo esté acá ahora, también, para ejercitar esa posibilidad. La sensación que tenía era tribal, de una ceremonia de bastón, de esas en que se pasa de mano a mano en una tribu, para hablar. Sentí exactamente esa energía. Hasta siento que la historia de estar aquí tiene que ver con eso, con el hecho de pasar el bastón. Es una cultura que tenemos en Minas Gerais, en la cultura del congado, en la que el que está con el bastón, canta, y el resto canto con él cuando corresponde. Siento que tuvimos ese ritual. Y lo interesante es cómo esa tradición que nosotros tenemos dentro de la cultura afrobrasileña, y que está en muchas culturas, estuvo aquí también. Siempre pudimos compartir de ese modo las ideas y la musicalidad.

¿Pensás que esa dinámica influyó en la música que consiguieron hacer?

Creo que sí, creo que creamos cosas dentro de mucha diversidad, terminamos haciendo una cosa que no sabíamos que iba a ser así. Son todas músicas distintas, unidas por la poesía y el ritmo, y creo que es relación de todo el mundo junto consiguió eso.

¿Cuál creés que va a ser la influencia del tu paso por Buenos Aires para su carrera?

En este momento, mis relaciones con hermanos de otros países se están ampliando. Hice un disco con un amigo de Senegal, otro con una amiga de Boston. Esas relaciones están formando parte de mi camino, que está quebrando las fronteras. Este trabajo aquí está dentro de ese camino que se da de un modo invisible, y que yo no imaginaba. Creo que va a tener una repercusión futura en mi carrera, es una cosa muy rica para mí, porque está formando parte de un acervo que va a la marcar mis relaciones con el mundo. Creo que dentro de unos años voy a grabar un disco en el que voy a querer envolver a todos estos hermanos. Creo que estoy plantando una semilla, y una poderosa.

¿Es algo buscado o algo que se dio?

Normalmente, creo que yo busco con el corazón. Tal vez este momento era el de crear un vínculo más fuerte con América Latina. Yo vengo tocando el charango, por ejemplo, hace muchos años. Y si me pregunto por qué toco ese instrumento, creo que fue porque el corazón me lo pidió. Y cuando empecé a viajar para Europa, nadie me preguntaba nada, porque para ellos era normal, era de América Latina. Desde afuera, nos ven más juntos, y la verdad es que Brasil nunca estuvo muy junto con los otros países de América. Y creo que el arte, sin que yo lo percibiese, me colocó delante de esa relación con la cultura de los andes, de otros países de América Latina, inclusive Argentina. Eso pasó sin que me diese cuenta, y ahora se da de una forma práctica.

¿Cómo empezó tu historia con el charango?

Hace muchos años, cuando era muy chico, creo que vi a alguien de Bolivia tocando, y quedé impresionado, y me dije que quería tocar eso algún día. La primera chance que tuve de tener uno fue por unos amigos que viajaron a Colombia, y les pedí que me trajeran uno. Ahí empecé a estudiar. Al mismo tiempo, escuchaba mucho un instrumento africano que se llama kora, y mi intención era tocar el charango y conseguir el sonido de la kora, como si el arte ya lo hubiera hecho y me pusiera en contacto con eso. Este año grabé ese disco que te dije, con un músico senegalés que toca kora, y ahora vengo a hacer este trabajo con No Chilla. Es como si el arte escribiese ese recorrido perfecto, y yo estoy con la una venda en los ojos y lo voy siguiendo, confiando. Lo más interesante es que no tengo miedo de lo que va a pasar. Aprendí dos cosas: a confiar y a no preocuparme. Las cosas andan. Ningún encuentro o desencuentro sucede si no tiene que suceder.

¿Cuál es la próxima estación de ese camino?

Puedo imaginar, pero tengo el mundo entero ahí, todavía. Siento que oriente está preparando algo. Creo que estoy preparando una música que va a hacer sentido en el mundo.

¿Te gustó Buenos Aires?

Me sentí en casa, como si estuviese en mi ciudad.


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