- Archivo
- 14.01.2014
La ciudad desalojará a los manteros de Once
El gobierno porteño intentará sacar de las calles a los vendedores ambulantes del barrio de Once, como ocurrió en la calle Florida.
Lencerías, artículos de electrónica, indumentaria y hasta juguetes cubren las veredas de Pueyrredón, entre Lavalle y Rivadavia, y en Rivadavia, entre Pueyrredón y Pasteur, además de todas las calles linderas a la plaza Miserere. Y el descontento vecinal es muy grande.
El jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, tomó la decisión de hacer cumplir la ley: pretende sacar de las calles a los vendedores ambulantes, como ocurrió hace un año en la peatonal Florida. Claro que la venta callejera en el barrio Once echó sólidas raíces y los intentos anteriores de prohibirla siempre derivaron en situaciones de suma violencia.
Según el informe de diciembre de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), hay 463 puestos de venta ilegal en Once, lo que representa el 16,82% del total de puestos ilegales en la Capital. Los manteros de este barrio acumulan ingresos anuales de unos 52 millones de pesos de los más de $ 300 millones de pesos que movilizan los casi 2800 puestos de venta ilegal en territorio porteño.
Así, con la excusa de renovar el mobiliario urbano y las dársenas de colectivos de la plaza Miserere, la Ciudad prevé avanzar, en muy pocos días, con un operativo para desalojarlos, encabezados por los inspectores de Ambiente y Espacio Público y con efectivos de la Policía Metropolitana. Primeros en la lista están los que ocupan la popular recova sobre la avenida Pueyrredón, ícono de la venta ambulante, y por donde caminar suele ser una verdadera odisea.
Fuentes del gobierno porteño sostienen que detrás de los vendedores callejeros hay "mafias" que obtiene jugosos dividendos; que contarían con la connivencia de las fuerzas de seguridad, y que hasta gozan del respaldo de algunos comerciantes que serían "socios" en los negocios de la venta ilegal. Esto explicaría por qué algunos vendedores formales de Once no se quejan por la usurpación de las veredas ni por la competencia desleal, algo que sí ocurrió con los comerciantes de Florida.
Fuente: La Nación
Lencerías, artículos de electrónica, indumentaria y hasta juguetes cubren las veredas de Pueyrredón, entre Lavalle y Rivadavia, y en Rivadavia, entre Pueyrredón y Pasteur, además de todas las calles linderas a la plaza Miserere. Y el descontento vecinal es muy grande.
El jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, tomó la decisión de hacer cumplir la ley: pretende sacar de las calles a los vendedores ambulantes, como ocurrió hace un año en la peatonal Florida. Claro que la venta callejera en el barrio Once echó sólidas raíces y los intentos anteriores de prohibirla siempre derivaron en situaciones de suma violencia.
Según el informe de diciembre de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), hay 463 puestos de venta ilegal en Once, lo que representa el 16,82% del total de puestos ilegales en la Capital. Los manteros de este barrio acumulan ingresos anuales de unos 52 millones de pesos de los más de $ 300 millones de pesos que movilizan los casi 2800 puestos de venta ilegal en territorio porteño.
Así, con la excusa de renovar el mobiliario urbano y las dársenas de colectivos de la plaza Miserere, la Ciudad prevé avanzar, en muy pocos días, con un operativo para desalojarlos, encabezados por los inspectores de Ambiente y Espacio Público y con efectivos de la Policía Metropolitana. Primeros en la lista están los que ocupan la popular recova sobre la avenida Pueyrredón, ícono de la venta ambulante, y por donde caminar suele ser una verdadera odisea.
Fuentes del gobierno porteño sostienen que detrás de los vendedores callejeros hay "mafias" que obtiene jugosos dividendos; que contarían con la connivencia de las fuerzas de seguridad, y que hasta gozan del respaldo de algunos comerciantes que serían "socios" en los negocios de la venta ilegal. Esto explicaría por qué algunos vendedores formales de Once no se quejan por la usurpación de las veredas ni por la competencia desleal, algo que sí ocurrió con los comerciantes de Florida.
Fuente: La Nación
- SECCIÓN
- Archivo
COMENTARIOS