Marcelo Bermolén, sobre el programa 'Mi voto, mi elección': "Estamos educando a los chicos para capacitar a los mayores"

Por Dafne Strobino Niedermaier y Sebastián De Toma

Nueva Ciudad se entrevistó con Marcelo Bermolén, director general de Reforma Política del Ministerio de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y uno de los impulsores del programa "Mi voto, mi elección", que trata de explicar en los colegios secundarios, a los chicos de entre 16 y 18 años, cómo se ejerce el derecho al voto.

Los capacitadores, profesores de la Facultad de Derecho de la UBA, llevan adelante un simulacro de elección, en el que compiten listas por materias. Los contendientes son Matemática, Literatura y Geografía. La idea es sencilla: brindarle a los chicos que nunca ejercieron sus derechos políticos las herramientas necesarias para que puedan hacerlo a conciencia, con una idea clara de los mecanismos electorales.

¿De qué se trata el Programa "Mi voto, mi elección"?

Cuando arrancamos nos encontramos frente al desafío de que la Ciudad también implementara el Voto Joven, cosa que ya había decidido Nación. Efectivamente eso ocurrió, incorporando a los jóvenes al estreno de los derechos electorales, por primera vez aquellos chicos que tenían entre 16 y 18 años. Pero mi percepción y la percepción aquí del Ministerio de Gobierno era que, si bien los jóvenes habían sido convocados a la política no habían sido ni consultados ni preparados lo suficiente como para estrenar debidamente sus derechos. Asi que, frente a esa fragilidad, esa falencia, decidimos implementar un programa para que los chicos se sintieran acompañados en este camino institucional, en esta reforma electoral, y que pudieran hacerlo con plenitud. No hay peor consejero que el desconocimiento o el miedo, y los chicos en realidad se iban a enfrentar con el miedo por un lado, con elementos que no habían conocido antes y no tenían familiaridad y con el desconocimiento, pocos colegios tenían prácticas o simulacros de votación.

Decidimos entonces hacer un programa completamente institucional, donde la política no hiciera trampa y no apareciera la mezquindad. Decidimos impulsarlo y, para que no hubiera sospechas ni temores, lo hicimos con socios estratégicos, neutrales y prestigiosos, como la Cámara Nacional Electoral – que es la máxima autoridad electoral del país – y la Universidad de Buenos Aires a través de la Facultad de Derecho. Decidimos que no fuéramos los funcionarios a capacitar a los chicos, sino que fueran profesores de Derecho Constitucional y además de una pluralidad ideológica vasta. A los profesores se los acompañaba con coordinadores politólogos, cuya tarea principal era velar porque el programa se cumpliera en su formato establecido, chequear el grado de colaboración o disposición de los chicos, hacer observaciones, entregar el material, armar el simulacro que era una de las partes del programa. El Protocolo de Actuación se había diseñado tanto para los capacitadores como para los coordinadores, entre otras cosas prohibía portar símbolos partidarios, hacer afirmaciones de tinte ideológico discriminatorias o político partidarias, acompañar material a la presentación que no fuera el que nosotros estábamos suministrando, pedirle datos a los chicos – porque son menores de edad -. Fuimos muy cuidadosos con el formato, con el Protocolo.

¿En qué consistió la capacitación?

Primero se proyectaba una animación que duraba un minuto y medio que era motivadora , que lo que intentaba era ser disparador: que los chicos vieran palabras y se preguntaran cosas a partir de eso y que sintieran que estábamos ahí para ayudarlos, no para otra cosa. Para explicarles qué se votaba y cómo se votaba, el quién era una decisión de los chicos en la que nosotros no íbamos a incidir. Además, se les explicaba una parte teórica a partir de un power point, que estaba acordado con la Cámara Nacional Electoral y adaptado por pedagogos al lenguaje de un chico de 16 años, básicamente tenía contenidos democráticos neutrales y esenciales: desde nuestro sistema democrático, la República, la división de poderes, la importancia de los partidos políticos para nominar candidatos, el rol de los electores, cómo se vota, características del voto, cómo evitar que un voto sea nulo, cómo el voto es válido, qué era una Primaria, cómo se conformaba un padrón. Todas esas cosas a los chicos les servían para entender qué era lo que estaba pasando, dónde estaban parados y cuál era el desafío que tenían por delante.

¿Cómo se realizó el simulacro de votación?

El “simulacro vivencial de votación” donde los chicos eran protagonistas: los chicos actuaban como Presidentes de Mesa, Suplentes, Fiscales de las listas con boletas reales que nos proveía la Cámara Nacional Electoral, sobres, Actas de Escrutinio, firmaban los sobres – todo real -, usábamos las listas de asistencias como padrones. Esto estuvo dirigido a chicos de 4º y 5º Año de las escuelas del Ciclo Medio, abarcamos todas las escuelas públicas de la ciudad y logramos conquistar un tercio de las escuelas privadas.

Las listas que usábamos eran listas de los “partidos de las materias”; entonces votaban: “Partido de Matemática”, “Partido de Literatura”, “Partido de Geografía”. Los candidatos eran Einstein, Shakespeare, Galileo Galilei. Era el mismo formato que iban a encontrar en el cuarto oscuro, la misma cantidad de paños, de categorías, fotografías, símbolos, números de listas, todo idéntico – el cupo respetado con la presencia de mujeres y demás – pero en un formato donde no aparecía lo ideológico infiltrándose y, en definitiva, nos terminó demostrando a nosotros que los chicos votaban con las mismas características que los grandes, porque terminaban votando por simpatía con la materia, por el carisma de un profesor que simulaba ser el “candidato” de la materia, por el reconocimiento de alguno de los candidatos célebres que estaban en las listas o, simplemente, por rechazo a algunas de las materias. Se convertía en un juego a través del cual los chicos aprendían, se familiarizaban con los elementos, hacían el escrutinio, se abría la urna y se miraba voto por voto, se demostraba si un voto era nulo o en blanco, así era la mejor forma de aprender - ellos mismos revisaban el escrutinio provisorio y el acta definitiva de escrutinio -, se componían juntos los resultados de la capacitación porque abríamos juntos la votación cada 25 chicos – en algunos casos teníamos capacitaciones de 75 a 100 chicos con lo cual había tres o cuatro puntos de votación para componer y se daba el resultado global de la capacitación -. Terminamos capacitando 28 mil chicos. El programa se convirtió en una política pública, a partir de 2014 seguimos capacitando en las escuelas, eso nos llena de orgullo.

¿Hubo publicidad negativa?

No hubo publicidad negativa. Más de 200 autoridades completaron encuestas y hay un 0 por ciento de imagen negativa del Programa, un 0 por ciento de opinión sobre que el Programa fuera tendencioso o político partidario, estamos muy orgullosos con los resultados. El desafío de entregarle los materiales a los chicos nos llevó a pensar en un mecanismo que fuera útil para los chicos, que tuviera buen impacto sobre el medio ambiente: no queríamos transportar toneladas de papel, los chicos cuando les entregan una carpeta de papel sienten que se les está mandando a estudiar el material y es como que van a tener que rendir un examen. Finalmente, y fue uno de los logros increíbles del programa, se terminó entregando a cada chico un pendrive en formato de tarjeta de crédito de 4 GB de memoria donde los chicos tenían el material de la que ocupaba medio GB, con lo que les quedaban 3.5 GB como complemento tecnológico de las netbooks que usaban las escuelas oficiales, o las tabletas que a veces usan en las escuelas privadas. El Programa se convirtió en un símbolo que dejaba a sí mismo un elemento tecnológico a ser conservado y retenido por los chicos, quienes se convertían en replicadores: podían llevar la información a sus casas, podían informar a sus amigos de lo que habían aprendido. De hecho, tenemos una percepción en este momento de un alto analfabetismo cívico de los grandes, estamos al revés, educando a los chicos para capacitar a los mayores

¿El programa concluyó con la elección de 2013 o va a tener continuidad?

El programa sigue en el 2014, se generó un entusiasmo poco visto en los profesores universitarios, muchos de ellos sintieron el despertar de una vocación por dar clases en los colegios secundarios, conocieron una realidad poco cercana, porque a veces el ámbito universitario aleja un poco de la realidad educativa que tiene la ciudad. La ciudad tiene muchas contrastes: hay escuelas públicas en lugares muy frágiles o muy fronterizos donde el público de esas escuelas es complicado, y hay escuelas públicas que son ejemplares en cuanto a la calidad del conocimiento que se transmite; las escuelas privadas son en general más niveladas pero también hay diferencias según las comunas, el territorio, quién las administra.

Respecto a las escuelas privadas, ¿por qué llegaron a un tercio y no a todas?

Teníamos un desafío. Nosotros trabajamos, más allá de la Cámara Nacional Electoral y la Facultad de Derecho, con el Ministerio de Educación que pertenece al mismo gobierno. El Ministerio de Educación nos facilitó llegar a las escuelas públicas, de hecho recibían un memo que era una orden de que debían recibir la capacitación. En cambio, en el ámbito de las escuelas privadas que dependen de la gestión privada, son ellos los que nos tenían que convocar a nosotros. Ellos debían aceptar que fuéramos, debían convocarnos y debían aprobar que la capacitación se hiciera en su establecimiento. Frente a la imposibilidad de llegar a las escuelas privadas, abrimos un registro para que se anotaran y tratamos de conquistar una cantidad importante de escuelas… no es poca cosa haber conseguido un tercio de las escuelas privadas. De cualquier manera, para evitar ese esfuerzo nuevamente en el 2014, lo que hicimos fue vincularnos a entidades troncales que las agrupan – como por ejemplo la AMIA en el caso de la comunidad judía, o la Vicaría Episcopal de Educación en el ámbito de las escuelas católicas -, las convocamos, participaron de algunas reuniones y se han convertido en aliados para el 2014, con lo cual estimamos que vamos a superar la mitad de las escuelas privadas durante el 2014, hecho que nos vuelve a colocar en un desafío enorme.

¿Los chicos estaban interesados al comienzo?

En la mayoría de los casos mostraron un interés notable. Muchas veces había desniveles de preparación - incluso a nivel profesores a veces –, sin embargo la discusión de los chicos fue muy alta. La mayoría escribió comentarios elogiosos sobre el programa o tienen una imagen positiva. Las encuestas de los chicos daban entre que el Programa era excelente, muy bueno o bueno más del 95 por ciento de mirada positiva.

¿Sentían que entraban al mundo de los adultos?

Claro, porque en realidad había lo que nosotros llamamos el “voto hereditario” porque mucho chicos que iban a votar iban a replicar el voto de los padres. Lo que nosotros pretendíamos era que los chicos fueran protagonistas y decidieran su voto per se. No importa quién, pero que se informaran, que se interesaran en los temas políticos que hacen a la decisión del futuro, creo que logramos el cometido. Ellos contestan en la encuesta con más del 80 y pico por ciento que se sienten mejor preparados cívicamente después del programa que antes de recibirlo.

Respecto al contacto con otras intendencias, provincias, gobiernos de otros países, ¿tuvieron algún tipo de intercambio?

Nosotros lo que hicimos fue presentar el programa a la OEA, como Mejor Práctica en la Educación Democrática del Continente. Además estamos con toda la alegría que a través de la cooperación internacional podamos llevar el Programa a algunos lugares de la región, de hecho Voto Joven tiene Brasil y Ecuador, hay algunos países como Venezuela que lo tienen en la mira como para imponerlo; y hay otros países que, a partir de la experiencia argentina, lo van a considerar como factible. Pero también tenemos muchos pedidos del interior de la Argentina para replicar éste Programa.


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