La construcción de la identidad, eje de un encuentro entre hijos de desaparecidos y jóvenes en situación de calle

La construcción de la identidad y la elaboración de las pérdidas a través del arte fue el eje de un encuentro entre hijos de desaparecidos y jóvenes en situación de calle -que realizan su escuela primaria en el Centro Educativo Isauro Arancibia-, en el marco de un programa de derechos humanos que impulsa la Biblioteca Nacional.

"Yo no tengo mamá ni papá, mi viejo no me pasa ni cabida así que los entiendo. Y ellos la re lucharon, a pesar de todo, ahí la señora contaba cómo pudo encontrarse con su abuela", comentó a Télam Jonathan, alumno del centro educativo, después de la charla en la que hijos e hijas de desaparecidos contaron sus historias.

Jony -como lo conocen todos en el Arancibia- se encuentra en situación de calle desde los 12 años, cuando su mamá falleció y desde entonces ha pasado por diferentes ranchadas y hogares. "Cuando empecé a parar en San Telmo en algunos hogares algo me contaron que secuestraban gente, a las embarazadas y les vendían a los pibes, re triste, por eso está bueno que vengan y te cuenten cómo hicieron para seguir", señaló.

El encuentro se realizó en el salón de usos múltiples del Centro Educativo Isauro Arancibia, una habitación con paredes llenas de dibujos pintados por los y las estudiantes y talleristas de la institución, y forma parte de la idea de la Biblioteca Nacional de trasladar sus actividades a otros espacios.

"Para cada uno de nosotros, el arte fue una forma de canalizar el dolor y, seguramente, a ustedes también les debe pasar que sufren, cuando son marginados, cuando la policía los persigue, y quizás alguno de ustedes también encuentre una forma de expresarse", dijo al comienzo de la charla Juan Pablo Mantello, hijo de Osvaldo Mantello, desaparecido en la dictadura cívico militar instaurada en Argentina entre 1976-1983.

Juan Pablo, quien brinda un taller de cine en el Arancibia, comentó que "en 2009, gracias al Equipo de Antropología Forense se encontraron los restos de mi viejo. Hoy estoy haciendo un largometraje sobre su historia y también sobre este proceso".

"Yo pude reconstruir mi identidad a partir del arte, y esto se expresa durante toda mi producción donde uso diferentes colores y técnicas que muestran esa búsqueda que duró muchos años y que continúa", señaló por su parte la artista plástica Jorgelina Molina Planas, cuya madre fue asesinada y padre, desaparecido.

A diferencia de Juan Pablo, que creció junto a su mamá Susana Reyes (militante, ex-detenida desaparecida y actual directora del Arancibia), Jorgelina fue criada por una familia apropiadora que le dio otro nombre y buscó que ella se alejara de su identidad; en efecto, recién este año recuperó su nombre verdadero.

Victoria Grigera Dupuy, hija de un médico desaparecido, también pudo crecer junto a su madre y desde pequeña transitó por un espacio cultural emblemático de la resistencia, el Parakultural, lo que seguramente marcó su inclinación hacia la actuación.

"Soy actriz y humorista. En realidad creo que el humor es un recurso que tenemos las personas para poder soportar lo insoportable. Y, la verdad, creo que hay cosa que no terminamos de superar nunca, hacemos lo que podemos ", contestó Victoria a María, otra estudiante del Arancibia que les preguntó "¿cómo hicieron para salir adelante?".

"Pero la buena noticia -continuó- es que hay personas como todos nosotros que han podido hacer cosas copadas con su arte. Por ejemplo, un joven que fue alumno de teatro mío en el instituto Agote, que hoy se encuentra en libertad, hace poco terminó una película buenísima; también la poeta Liliana Cabrera cuando salió del penal de Ezeiza sacó su segundo libro y hoy vive de eso".

Félix Bruzzone (escritor) y Lucila Quieto (fotógrafa) -ambos hijos de desaparecidos- también contaron sus historias y la vinculación con el arte y, aseguraron, "algo que fue reparador fue el encuentro con otros hijos e hijas que habían pasado por lo mismo, hablar, juntarse, compartir".

Los jóvenes del Arancibia fueron invitados por "los hijos" a contar la experiencia de ese espacio y la mesa de expositores se convirtió en un círculo donde fluyó el intercambio: "hace poco volvimos a pintar un mural que nos habían tapado los del PRO", les comentó Pablo, estudiante del 2º ciclo del centro educativo. "El nuevo mural quedó buenísimo y lo mejor es que demuestra que acá hay vida, y que se encuentra la paz y la libertad que no hay afuera", refirió el joven.

Al ser consultado sobre por qué la Biblioteca Nacional había elegido este espacio, Daniel Campione (asesor de la Dirección), expresó que: "estar en un lugar así tiene que ver con construir un concepto más amplio de derechos humanos".

Y continuó: "Por supuesto que éste tiene su anclaje en la búsqueda de `memoria, verdad y justicia`, pero también pensamos en una toma de posición que defienda los derechos humanos en el presente y en el futuro".

"Sin entender la dictadura y la política neoliberal de los 90 no entendemos aspectos como los chicos en situación de calle o la desocupación crónica. Aquí estamos ante violaciones de los derechos humanos fruto de acciones que han perjudicado los derechos básicos de muchas personas, y todavía lo siguen haciendo", concluyó.


COMENTARIOS