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- 20.09.2013
Vecina: “nuestra música es lo mejor que tenemos para convidar”
Por Sebastián Scigliano
Un día decidieron que, como la ciudad no ofrecía muchos lugares para tocar, entonces había que tocar en la ciudad, propiamente. Y así de simples, directas y transparentes como son sus canciones, decidieron salir a tocar a la vereda de sus casas, o a la de algún vecino del barrio, o incluso al living de algún amigo, e invitar a que las escuchen. Y Así es como Vecina, el grupo que impulsan Laura Ledesma y Marianela Cuzzani, ofrece desde hace tres años sus conciertos domingueros en las veredas de ese entrañable Triángulo de las Bermudas porteño que es el cruce entre Colegiales, Chacarita y Villa Ortúzar. Y así llegaron a su primer disco, Foto de un buen día, que están presentando por estos días.
¿En qué momento las encuentra la aparición del disco?
Laura: Es algo que queríamos hacer hace un montón, y que el trabajo de todos los días, de armar la banda, de ensayar, de tocar, retrasa un poco, sobre todo lo más intensivo y lo más “para adentro” que requiere un disco, que es pulir todo un montón, juntar plata. Tardó bastante para llegar, ya los temas estaban cocinados hace tiempo. Estuvo bueno que ganamos un concurso para grabar, Estudio Urbano, del Gobierno de la Ciudad, que nos ayudó para la grabación y para la mezcla. Eso nos dio un empujón grande y esa sensación de “es ahora”, de no dilatarlo más, porque siempre se pueden arreglar más la canciones, pulir más los temas. Eso de tener fechas más estipuladas desde afuera te hace concretar.
Y para el grupo, ¿qué significa?
Marianella: para mí, es como una manera de inaugurar algo. Hay un antes y un después de un primer disco, es así, no tiene nada de esotérico, es muy pragmático. Y es otra instancia de la música, del compromiso como músico, del compromiso con el sonido, con a qué queremos sonar, por todos los momentos en los que te obliga a evaluar lo que estás haciendo, desde la mezcla, en la que estás obligada de a decidir quién sos, como sonido, quién sos como sonido. Hay un montón de cosas que te obligan a definirte, y también después, cuando decidís cómo lo hacés conocer, en qué lugar, porque eso para nosotras eso es muy importante, porque nuestro lugar tiene que ver con la vereda, con el afuera, pero ahora tenemos que elegir un lugar adentro, para presentar el disco, y hay que hacer un montón de cosas que habíamos dejado atrás cuando salimos a la calle.
¿Qué les dejó la experiencia en la calle a la hora de grabar el disco?
M: el todoterrenismo que nos dio la vereda, eso de que pase un auto y tengas que seguir. Y no enroscarte con pavadas, que es lo que te pasa en una grabación. Eso de que, algo que está siempre cantado con dos voces, de repente es solo tu voz, con un auricular, y te podés volver loca en ese momento. Y después te das cuenta de que tocás hasta cuando pasa un auto, que eso no tiene que preocuparte. Claro que el disco es otra cosa, otro momento y otra dimensión de la música, no está ocurriendo y desapareciendo en el tiempo, sino congelada y metida en un objeto; pero aun así, en muchos momentos dijimos “esto es así, era así de antes y va a quedar así grabado”.
L: también la calle nos dio eso de tener varias versiones de los temas antes de empezar a grabar: las dos solas, con piano, sin piano, con banda, sin banda, por una simple cuestión de practicidad, de que no todos los domingos, cuando tocamos en la calle, estamos todos. Si estamos nosotras dos, salimos y listo. Esa posibilidad de sonar de todas las maneras también nos lo dio la vereda.
¿Por qué eligieron la idea de la foto para el nombre?
M: eso es muy también de banda primeriza, eso de ponerte vos o no en la foto, para que te conozcan. Dijimos “foto no, entonces, “digamos” la foto”. Una foto de un buen día es lo que hubiéramos puesto si no le poníamos ese nombre.
L: también eso llevó a que el disco tuviera esa reminiscencia de foto vieja, que le da un sentido a lo que tiene adentro. Está bueno también que el nombre del disco y su tapa a cada uno le representa la foto de su buen día, solos o con nosotros, en nuestra vereda.
¿Cómo es la relación de ustedes y de su música con el barrio en el que la hacen?
L: es una relación muy principal, el barrio es nuestro escenario, es muy importante, el diálogo con los vecinos, la gente que nos ofrece su vereda.
M: también hay algo de la gente con la propuesta, que cumple también un rol y cubre una necesidad del barrio; es una iniciativa que nació de nosotras, pero hoy es de lo vecinos también. ¿Qué hace que la gente quiera ir a sentarse tranquila en una vereda a escuchar música, no en una avenida, no en una plaza? Lo que hace que eso sea posible es la necesidad de los dos lados, la música fue una excusa para algo que tenía que suceder, de alguna forma. Nos interesa el barrio igual que a cualquier otro vecino, lo que pasa es que no encuentran la forma de poner la energía ahí. De hecho, todavía nos cuesta a nosotras, cuando buscamos que alguien nos ayude con la organización de la vereda, alguien de la Municipalidad, del CGP, es muy difícil, nadie sabe qué contestarte. Encontrás gente con buenas intenciones pero son presupuesto, gente con miedo, o gente con cargo que te dice “olvidate”. Al final, terminás pensando qué hacer con lo que tenés, sin joder mucho tampoco al que no tiene ganas de escucharte, que está también en su derecho.
L: Y esto está avalado también por un montón de gente que viene y le da sentido, más allá de las reglas. Lo que hacemos nos gusta y le gusta a un montón de gente y no le hacemos mal a nadie. En eso anclamos la decisión de seguir.
¿Y cómo se ven frente a eso que pasa, como responsables, como motorizadoras?
L: el puntapié inicial fue nuestro, pero ahora se siente como la necesidad de que este espacio siga existiendo. Lo que tiene de lindo, además, es que no solo tocamos nosotras sino que además vienen músicos invitados, y eso le da una variedad increíble. Se abre mucho la propuesta, cada domingo es muy distinto al anterior.
M: quisiéramos pensar que somos la mitad de eso que pasa, y eso por las preguntas que nos hacemos, de si somos responsables de eso, si nos tenemos que hacer cargo. Y yo creo que no, que cada persona que está parada ahí, poniendo una silla de playa, en una bicisenda, con su hijito sentado al lado en un almohadón, sabe que eso es una bicisenda, que eso es una vereda, que yo no estoy pasando la gorra y que lo hago porque me gusta, porque creo que es lo mejor que tengo para salir a convidar, que no saco canciones a la calle porque me sobran. Entonces es compartida la intención de decir algo. El arte siempre es eso, una especie de herramienta con todas las formas posibles. Si yo estoy sentada cantando sola, no está sucediendo el evento de la vereda.
L: Sí nace de nuestro impulso cada vez. Cada domingo que salimos es querer que pase de nuevo.
¿Qué quieren que les pase a partir de ahora con su música y con la experiencia de la vereda?
M: quisiera que pase lo mismo con otros barrios, con otras músicas, que alguien llame de Rosario diciendo que quiere hacer una vereda y preguntando cómo hacer.
Un día decidieron que, como la ciudad no ofrecía muchos lugares para tocar, entonces había que tocar en la ciudad, propiamente. Y así de simples, directas y transparentes como son sus canciones, decidieron salir a tocar a la vereda de sus casas, o a la de algún vecino del barrio, o incluso al living de algún amigo, e invitar a que las escuchen. Y Así es como Vecina, el grupo que impulsan Laura Ledesma y Marianela Cuzzani, ofrece desde hace tres años sus conciertos domingueros en las veredas de ese entrañable Triángulo de las Bermudas porteño que es el cruce entre Colegiales, Chacarita y Villa Ortúzar. Y así llegaron a su primer disco, Foto de un buen día, que están presentando por estos días.
¿En qué momento las encuentra la aparición del disco?
Laura: Es algo que queríamos hacer hace un montón, y que el trabajo de todos los días, de armar la banda, de ensayar, de tocar, retrasa un poco, sobre todo lo más intensivo y lo más “para adentro” que requiere un disco, que es pulir todo un montón, juntar plata. Tardó bastante para llegar, ya los temas estaban cocinados hace tiempo. Estuvo bueno que ganamos un concurso para grabar, Estudio Urbano, del Gobierno de la Ciudad, que nos ayudó para la grabación y para la mezcla. Eso nos dio un empujón grande y esa sensación de “es ahora”, de no dilatarlo más, porque siempre se pueden arreglar más la canciones, pulir más los temas. Eso de tener fechas más estipuladas desde afuera te hace concretar.
Y para el grupo, ¿qué significa?
Marianella: para mí, es como una manera de inaugurar algo. Hay un antes y un después de un primer disco, es así, no tiene nada de esotérico, es muy pragmático. Y es otra instancia de la música, del compromiso como músico, del compromiso con el sonido, con a qué queremos sonar, por todos los momentos en los que te obliga a evaluar lo que estás haciendo, desde la mezcla, en la que estás obligada de a decidir quién sos, como sonido, quién sos como sonido. Hay un montón de cosas que te obligan a definirte, y también después, cuando decidís cómo lo hacés conocer, en qué lugar, porque eso para nosotras eso es muy importante, porque nuestro lugar tiene que ver con la vereda, con el afuera, pero ahora tenemos que elegir un lugar adentro, para presentar el disco, y hay que hacer un montón de cosas que habíamos dejado atrás cuando salimos a la calle.
¿Qué les dejó la experiencia en la calle a la hora de grabar el disco?
M: el todoterrenismo que nos dio la vereda, eso de que pase un auto y tengas que seguir. Y no enroscarte con pavadas, que es lo que te pasa en una grabación. Eso de que, algo que está siempre cantado con dos voces, de repente es solo tu voz, con un auricular, y te podés volver loca en ese momento. Y después te das cuenta de que tocás hasta cuando pasa un auto, que eso no tiene que preocuparte. Claro que el disco es otra cosa, otro momento y otra dimensión de la música, no está ocurriendo y desapareciendo en el tiempo, sino congelada y metida en un objeto; pero aun así, en muchos momentos dijimos “esto es así, era así de antes y va a quedar así grabado”.
L: también la calle nos dio eso de tener varias versiones de los temas antes de empezar a grabar: las dos solas, con piano, sin piano, con banda, sin banda, por una simple cuestión de practicidad, de que no todos los domingos, cuando tocamos en la calle, estamos todos. Si estamos nosotras dos, salimos y listo. Esa posibilidad de sonar de todas las maneras también nos lo dio la vereda.
¿Por qué eligieron la idea de la foto para el nombre?
M: eso es muy también de banda primeriza, eso de ponerte vos o no en la foto, para que te conozcan. Dijimos “foto no, entonces, “digamos” la foto”. Una foto de un buen día es lo que hubiéramos puesto si no le poníamos ese nombre.
L: también eso llevó a que el disco tuviera esa reminiscencia de foto vieja, que le da un sentido a lo que tiene adentro. Está bueno también que el nombre del disco y su tapa a cada uno le representa la foto de su buen día, solos o con nosotros, en nuestra vereda.
¿Cómo es la relación de ustedes y de su música con el barrio en el que la hacen?
L: es una relación muy principal, el barrio es nuestro escenario, es muy importante, el diálogo con los vecinos, la gente que nos ofrece su vereda.
M: también hay algo de la gente con la propuesta, que cumple también un rol y cubre una necesidad del barrio; es una iniciativa que nació de nosotras, pero hoy es de lo vecinos también. ¿Qué hace que la gente quiera ir a sentarse tranquila en una vereda a escuchar música, no en una avenida, no en una plaza? Lo que hace que eso sea posible es la necesidad de los dos lados, la música fue una excusa para algo que tenía que suceder, de alguna forma. Nos interesa el barrio igual que a cualquier otro vecino, lo que pasa es que no encuentran la forma de poner la energía ahí. De hecho, todavía nos cuesta a nosotras, cuando buscamos que alguien nos ayude con la organización de la vereda, alguien de la Municipalidad, del CGP, es muy difícil, nadie sabe qué contestarte. Encontrás gente con buenas intenciones pero son presupuesto, gente con miedo, o gente con cargo que te dice “olvidate”. Al final, terminás pensando qué hacer con lo que tenés, sin joder mucho tampoco al que no tiene ganas de escucharte, que está también en su derecho.
L: Y esto está avalado también por un montón de gente que viene y le da sentido, más allá de las reglas. Lo que hacemos nos gusta y le gusta a un montón de gente y no le hacemos mal a nadie. En eso anclamos la decisión de seguir.
¿Y cómo se ven frente a eso que pasa, como responsables, como motorizadoras?
L: el puntapié inicial fue nuestro, pero ahora se siente como la necesidad de que este espacio siga existiendo. Lo que tiene de lindo, además, es que no solo tocamos nosotras sino que además vienen músicos invitados, y eso le da una variedad increíble. Se abre mucho la propuesta, cada domingo es muy distinto al anterior.
M: quisiéramos pensar que somos la mitad de eso que pasa, y eso por las preguntas que nos hacemos, de si somos responsables de eso, si nos tenemos que hacer cargo. Y yo creo que no, que cada persona que está parada ahí, poniendo una silla de playa, en una bicisenda, con su hijito sentado al lado en un almohadón, sabe que eso es una bicisenda, que eso es una vereda, que yo no estoy pasando la gorra y que lo hago porque me gusta, porque creo que es lo mejor que tengo para salir a convidar, que no saco canciones a la calle porque me sobran. Entonces es compartida la intención de decir algo. El arte siempre es eso, una especie de herramienta con todas las formas posibles. Si yo estoy sentada cantando sola, no está sucediendo el evento de la vereda.
L: Sí nace de nuestro impulso cada vez. Cada domingo que salimos es querer que pase de nuevo.
¿Qué quieren que les pase a partir de ahora con su música y con la experiencia de la vereda?
M: quisiera que pase lo mismo con otros barrios, con otras músicas, que alguien llame de Rosario diciendo que quiere hacer una vereda y preguntando cómo hacer.
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