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- 24.06.2013
La peatonalización de la calle Bolívar está detenida por un amparo
Este año comenzaron las obras para reducir el paso de vehículos en la calle Bolívar entre Alsina y Moreno, la cuadra del Colegio Nacional de Buenos Aires y la antigua iglesia de San Ignacio, la más vieja de la ciudad. El plan incluye levantar la calzada a la altura de la vereda. Los trabajos se detuvieron por un recurso de amparo de Basta de Demoler. La organización defensora del patrimonio urbanístico dice que se pierde la identidad del más colonial de los barrios.
“Todo surgió por una presentación del párroco de San Ignacio y un grupo de vecinos porque el tránsito afecta la estructura de la iglesia. La obra está dentro de lo que permite la Ley 954, de 2002, que prohíbe el paso de colectivos en la zona. Estamos esperando que la justicia se expida sobre la cuestión de fondo”, declara Sergio Levit, vocero del Ministerio de Desarrollo Urbano, que afirma que el gobierno cuenta con el acuerdo de los vecinos.
“La obra está parada porque lo decidió el Gobierno cuando se enteró de nuestra presentación. El amparo no está firme, como es el caso del monumento a Colón. El rol de los porteños es cuidar los edificios que nos entregaron en guarda, y no cumplir con un grupo de frentistas”, sostiene Carlos Blanco, de la ONG. Sin embargo, Levit aclara que no es una peatonalización, sino que “se invierte una ecuación. A la inversa de lo que pasa en las calles, acá el 70 por ciento del espacio está dedicado a los peatones y el 30 a los autos”.
El conflicto pasa por la elevación de la calzada y por los materiales con los que se quiere pavimentar. “El pórfido patagónico no corresponde. Es una estética de country. Creo que es un modelo frívolo de interpretación sobre lo que se pretende que era lo colonial, y a que hay una promoción de la industria. Una empresa muy importante que tiene que ver con los proveedores del Gobierno de la Ciudad. No pretendemos que sea original como en la colonia, pero tampoco kitsch”, dice Blanco. “Se monta sobre una base de hormigón, es un revestimiento. Los adoquines van sobre un contrapiso de piedra y arena. Después se hacen las juntas con arena y cal. Esto resistió más de cien años.”
El texto “Por qué defender las veredas y adoquines de San Telmo”, de la arquitecta María Sola, en la página de Basta de demoler, se pregunta: “¿Es incompatible la accesibilidad para personas con movilidad restringida con la conservación de pavimentos históricos? No. El tema se resuelve con rampas y solados removibles. La madera es un material excelente para estos fines”.
El arquitecto Norberto Chávez señala más peligros: “Incremento del flujo de paseantes atraídos por la oferta escenográfica; subida inmediata de los valores inmobiliarios; expulsión de vecinos por los nuevos alquileres o por venta de sus propiedades sobrevaluadas; ingreso de empresas comerciales con capacidad financiera atraídas por el lujo; consiguiente recambio sociocultural del barrio; sustitución del comercio tradicional por el comercio de curiosidades y productos de ocio; decoración caricaturesca del barrio como parque temático; nuevo incremento de personas ajenas al barrio, no identificadas con él; predominio de comportamientos descomprometidos, masificados; bullicio nocturno; creciente suciedad que excede las capacidades de los servicios de limpieza y muerte del barrio”.
“Todo surgió por una presentación del párroco de San Ignacio y un grupo de vecinos porque el tránsito afecta la estructura de la iglesia. La obra está dentro de lo que permite la Ley 954, de 2002, que prohíbe el paso de colectivos en la zona. Estamos esperando que la justicia se expida sobre la cuestión de fondo”, declara Sergio Levit, vocero del Ministerio de Desarrollo Urbano, que afirma que el gobierno cuenta con el acuerdo de los vecinos.
“La obra está parada porque lo decidió el Gobierno cuando se enteró de nuestra presentación. El amparo no está firme, como es el caso del monumento a Colón. El rol de los porteños es cuidar los edificios que nos entregaron en guarda, y no cumplir con un grupo de frentistas”, sostiene Carlos Blanco, de la ONG. Sin embargo, Levit aclara que no es una peatonalización, sino que “se invierte una ecuación. A la inversa de lo que pasa en las calles, acá el 70 por ciento del espacio está dedicado a los peatones y el 30 a los autos”.
El conflicto pasa por la elevación de la calzada y por los materiales con los que se quiere pavimentar. “El pórfido patagónico no corresponde. Es una estética de country. Creo que es un modelo frívolo de interpretación sobre lo que se pretende que era lo colonial, y a que hay una promoción de la industria. Una empresa muy importante que tiene que ver con los proveedores del Gobierno de la Ciudad. No pretendemos que sea original como en la colonia, pero tampoco kitsch”, dice Blanco. “Se monta sobre una base de hormigón, es un revestimiento. Los adoquines van sobre un contrapiso de piedra y arena. Después se hacen las juntas con arena y cal. Esto resistió más de cien años.”
El texto “Por qué defender las veredas y adoquines de San Telmo”, de la arquitecta María Sola, en la página de Basta de demoler, se pregunta: “¿Es incompatible la accesibilidad para personas con movilidad restringida con la conservación de pavimentos históricos? No. El tema se resuelve con rampas y solados removibles. La madera es un material excelente para estos fines”.
El arquitecto Norberto Chávez señala más peligros: “Incremento del flujo de paseantes atraídos por la oferta escenográfica; subida inmediata de los valores inmobiliarios; expulsión de vecinos por los nuevos alquileres o por venta de sus propiedades sobrevaluadas; ingreso de empresas comerciales con capacidad financiera atraídas por el lujo; consiguiente recambio sociocultural del barrio; sustitución del comercio tradicional por el comercio de curiosidades y productos de ocio; decoración caricaturesca del barrio como parque temático; nuevo incremento de personas ajenas al barrio, no identificadas con él; predominio de comportamientos descomprometidos, masificados; bullicio nocturno; creciente suciedad que excede las capacidades de los servicios de limpieza y muerte del barrio”.
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