Hetero el que lee

Por Martín Canevaro, Presidente de 100% Diversidad y Derechos

Durante los últimos días, en distintos medios masivos de comunicación, se ha utilizado un lenguaje homofóbico y, por lo tanto, discriminatorio al reproducir y comentar declaraciones de distintas personas públicas.

Desde 100% Diversidad y Derechos pensamos que el lenguaje, como el conjunto de signos que utilizamos las personas para comunicarnos y relacionarnos, construye significados. Es decir, las palabras crean sentidos y percepciones, valoraciones positivas o negativas sobre lo que estamos nombrando. Las palabras, también, discriminan.

En un país donde el Estado - con las leyes de Matrimonio Igualitario, Identidad de Género y la protección de la diversidad familiar -, reconoce a lesbianas, gays, bisexuales y trans iguales en dignidad y derechos, que siga en primera plana un discurso estigmatizante, resulta paradójico y alarmante. Por ello, tomar este planteo de las palabras como un exceso de “corrección política” oculta que el lenguaje no es inocuo y que, por el contrario, cumple un rol fundamental como poderoso motor del cambio cultural que debe acompañar los cambios legales igualitarios.

Históricamente, las personas LGBT hemos sufrido la discriminación del Estado, la Iglesia y la ciencia que nos han señalado como peligrosos, pecadores, perversos, enfermos y/o anormales. Esa violencia ha generado y legitimado otras formas de violencia social, que se han expresado en la vida cotidiana de todas y cada una de las personas que no respondemos al paradigma de la “heterosexualidad obligatoria”.

La utilización de la palabra "puto", “maricón”, “gay”, “tortillera” o “trava” para descalificar a otra persona es parte de un discurso y una práctica social que reproduce estereotipos que conllevan invariablemente a la negación de derechos.

Estas declaraciones y comentarios provienen de personas públicas y comunicadores sociales, y se dan en un contexto de situaciones de conflicto o con el pretexto de una agresión. Y es precisamente en esas circunstancias, donde las personas expresan creencias y prejuicios que están arraigadas profundamente en nuestra sociedad, por ejemplo, que ser puto o maricón es algo “malo”.

Diego Maradona calificó de “putos” a los periodistas rapaces y carentes de ética, Viviana Canosa también usó las palabras “puto” y “maricón” en vez de machista y misogino para referirse a los periodistas y productores que la critican. ¿Por qué en esas situaciones utilizan la palabra “puto” como insulto y no otra?

Estos ejemplos de personas con amplia repercusión mediática no son casos atípicos o aislados sino que simplemente devuelven como espejo la reproducción del lenguaje homofóbico que se expresa socialmente. Nadie dice "hetero el que lee", "hetero el último" o "no tengo un hetero peso"…

Llevamos demasiado tiempo los putos, las tortas y “los” travas –como muchos/as otros/as más- siendo nombrados de esas maneras y, aun hoy, el peso del estigma condena a cientos a permanecer en el armario en nuestros lugares de trabajo o estudio, en nuestros pueblos y ciudades, o migrar.

Las palabras también expresan las relaciones de poder que existen en el interior de una sociedad y las que se utilizan para descalificar son las que identifican a grupos que son o han sido históricamente vulnerados en sus derechos: negro/a, judío/a, villero/a, puto!

Es necesario superar la pedagogía del insulto que las personas LGTB vivenciamos en los ámbitos educativos y los medios de comunicación. Algo difícil de imaginar para quienes “hetero el que lee” no significa lo mismo que “puto el que el lee”. Lamentablemente, aun, esa diferencia nos la recuerdan los artículos de los códigos de falta que hablan de “moral y buenas costumbres” y la prerrogativa policial para detener por “averiguación de identidad” o antecedentes con los cuales se sigue persiguiendo a lesbianas, gays y personas trans en la mayoría de las provincias argentinas.

Ahora no se trata de sumarse o no al coro anti Maradona, integrado en su mayoría por personas que chorrean pacateria, sexismo, machismo y homofobia por donde se lo mire. Utilizar “puto” para descalificar u ofender a otra persona no es – lamentablemente - una característica que le sea propia de manera particular, lo escuchamos cotidianamente en la calle, en la escuela, en el trabajo y también en los medios de comunicación.

El desafío es construir un lenguaje respetuoso de las diversidades, que legitime que todos y todas seamos visibles, legal y socialmente valorados/as. A esa tarea estamos todos y todas convocados.


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