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- 25.09.2012
"Una Ciudad abandonada", por Julio Raffo
Legislador porteño, presidente del bloque de Proyecto Sur
Una “ciudad” es un fenómeno complejo integrado por un espacio físico que comprende a gente que en ella vive, trabaja, comercia, estudia, pasea, busca recuperar su salud o meramente transita. Para ello debe contar, como mínimo, con adecuados servicios de transporte, de recolección de basura, de alumbrado y limpieza, de salud y de educación; debe contar con un control efectivo de las condiciones del trabajo que aseguren el respeto de las normas nacionales que establecen sus condiciones mínimas de protección al trabajador y una regulación y control efectiva del tránsito, y servicios. La vida debe transcurrir en la ciudad en un marco de seguridad general, brindado por las políticas que al respecto desarrolla el Estado y asegurada por la presencia policial efectiva para prevenir el delito o interrumpirlo cuando se comete, asegurando la detención de sus autores. Para cumplir con todas esas responsabilidades mínimas la ciudad – nuestra Ciudad de Buenos Aires - está organizada en base a su Constitución y con tres poderes autónomos, al igual que la Nación, pero en ella poco o nada funciona como debería funcionar.
El fundamento de lo que acabo de decir podemos encontrarlo de dos maneras diferentes: una es observando los resultados de la tarea a ser realizada, y el panorama es angustiante: escuelas públicas deterioradas y sin recursos, docentes maltratados coexistiendo con subvenciones a la escuela privada, lo cual implica ayudar a los que más tienen a costa de los que menos tienen; hospitales públicos colapsados, que dan turnos para operaciones de un año para otro, que cierran salas por falta de recursos materiales o humanos para atenderlos, un tránsito caótico agravado por el estacionamiento ilegal –especialmente el estacionamiento generado por la carga y descarga de mercadería realizada fuera de los horarios autorizados, ante la presencia complaciente y cómplice de dos instituciones policiales: la Federal y la Metropolitana. Notoria complacencia o complicidad con el trabajo esclavo y la explotación de la prostitución y reiteradas denuncias que cuestionan el real funcionamiento de esas dos instituciones policiales, todo ello en el marco de la indiferencia frente a la dolorosa e impúdica situación de los “niños de la calle” abandonados al destino cierto de la marginalidad y el delito.
Respecto de la seguridad el Gobierno Nacional y de la Ciudad, que comparten promiscuamente esa responsabilidad, han bajado los brazos frente a la dimensión más grave de ese problema y que proyecta sus efectos sobre todos sus rostros: el tráfico y comercialización de drogas. Analizamos un ejemplo: quien quiera ver ostensiblemente ese tráfico y sus interrelaciones, instálese, con las precauciones del caso, un viernes o un sábado a la noche en las inmediaciones de la Parroquia de la Virgen de los Milagros de Caacupé (en Villa 21-24 de Barracas), y podrá ver la numerosa afluencia de autos ostentosos que llegan a ella y sus ocupantes compran “algo” y se van, a la vista de patrulleros cuyos integrantes muchas veces dialogan con los que venden “algo”. Por hablar de esto, y combatir el Paco y la droga en el lugar, el Padre Pepe fue amenazado y debió abandonar su trabajo en el lugar. Ello no inquietó ni al Gobierno Nacional – con la Federal, la Prefectura y la Gendarmería a su disposición - ni al Gobierno de la Ciudad –con la Metropolitana. No hicieron absolutamente nada frente al hecho: fueron meros espectadores de una realidad que aceptan de la cual se hicieron cómplices.
En fin, el Gobierno Macri, transita por la superficie de los problemas, y nada hace en profundidad para resolverlos. En todo lo que puede el Gobierno Nacional contribuye activamente para que la ciudad se quede sin recursos y se niega a asegurar el traspaso de la Policía. Los subtes, la inspección de justicia, el registro de la propiedad y el Poder Judicial con los recursos que la Constitución establece. Tenemos así una Ciudad abandonada y con dos gobiernos en contra.
Una “ciudad” es un fenómeno complejo integrado por un espacio físico que comprende a gente que en ella vive, trabaja, comercia, estudia, pasea, busca recuperar su salud o meramente transita. Para ello debe contar, como mínimo, con adecuados servicios de transporte, de recolección de basura, de alumbrado y limpieza, de salud y de educación; debe contar con un control efectivo de las condiciones del trabajo que aseguren el respeto de las normas nacionales que establecen sus condiciones mínimas de protección al trabajador y una regulación y control efectiva del tránsito, y servicios. La vida debe transcurrir en la ciudad en un marco de seguridad general, brindado por las políticas que al respecto desarrolla el Estado y asegurada por la presencia policial efectiva para prevenir el delito o interrumpirlo cuando se comete, asegurando la detención de sus autores. Para cumplir con todas esas responsabilidades mínimas la ciudad – nuestra Ciudad de Buenos Aires - está organizada en base a su Constitución y con tres poderes autónomos, al igual que la Nación, pero en ella poco o nada funciona como debería funcionar.
El fundamento de lo que acabo de decir podemos encontrarlo de dos maneras diferentes: una es observando los resultados de la tarea a ser realizada, y el panorama es angustiante: escuelas públicas deterioradas y sin recursos, docentes maltratados coexistiendo con subvenciones a la escuela privada, lo cual implica ayudar a los que más tienen a costa de los que menos tienen; hospitales públicos colapsados, que dan turnos para operaciones de un año para otro, que cierran salas por falta de recursos materiales o humanos para atenderlos, un tránsito caótico agravado por el estacionamiento ilegal –especialmente el estacionamiento generado por la carga y descarga de mercadería realizada fuera de los horarios autorizados, ante la presencia complaciente y cómplice de dos instituciones policiales: la Federal y la Metropolitana. Notoria complacencia o complicidad con el trabajo esclavo y la explotación de la prostitución y reiteradas denuncias que cuestionan el real funcionamiento de esas dos instituciones policiales, todo ello en el marco de la indiferencia frente a la dolorosa e impúdica situación de los “niños de la calle” abandonados al destino cierto de la marginalidad y el delito.
Respecto de la seguridad el Gobierno Nacional y de la Ciudad, que comparten promiscuamente esa responsabilidad, han bajado los brazos frente a la dimensión más grave de ese problema y que proyecta sus efectos sobre todos sus rostros: el tráfico y comercialización de drogas. Analizamos un ejemplo: quien quiera ver ostensiblemente ese tráfico y sus interrelaciones, instálese, con las precauciones del caso, un viernes o un sábado a la noche en las inmediaciones de la Parroquia de la Virgen de los Milagros de Caacupé (en Villa 21-24 de Barracas), y podrá ver la numerosa afluencia de autos ostentosos que llegan a ella y sus ocupantes compran “algo” y se van, a la vista de patrulleros cuyos integrantes muchas veces dialogan con los que venden “algo”. Por hablar de esto, y combatir el Paco y la droga en el lugar, el Padre Pepe fue amenazado y debió abandonar su trabajo en el lugar. Ello no inquietó ni al Gobierno Nacional – con la Federal, la Prefectura y la Gendarmería a su disposición - ni al Gobierno de la Ciudad –con la Metropolitana. No hicieron absolutamente nada frente al hecho: fueron meros espectadores de una realidad que aceptan de la cual se hicieron cómplices.
En fin, el Gobierno Macri, transita por la superficie de los problemas, y nada hace en profundidad para resolverlos. En todo lo que puede el Gobierno Nacional contribuye activamente para que la ciudad se quede sin recursos y se niega a asegurar el traspaso de la Policía. Los subtes, la inspección de justicia, el registro de la propiedad y el Poder Judicial con los recursos que la Constitución establece. Tenemos así una Ciudad abandonada y con dos gobiernos en contra.
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